Viernes, 21 de febrero de 2014 | Hoy
EL MEGáFONO
Por Elsa Gerez *
Este año se van a cumplir cuatro de la pérdida de mi hija, un angelito que llevaba con ella a otro angelito, mi nieto o nieta, a quien jamás llegué a conocer. Fátima tenía 24 años y ese verano habíamos comentado la noticia de Wanda Taddei en la televisión, aquella que nos conmocionó tanto por el grado de violencia y locura, sin saber que nos tendría como protagonistas poco meses después, con el mismo macabro libreto.
“Fue un accidente”, dijo Martín Santillán, su entonces pareja y el femicida de Fátima, calcando la excusa de Eduardo Vázquez, el baterista de Callejeros que incendió a Wanda.
Hoy quiero recordar a Wanda, porque por estos días de 2010 ella estaba peleando por su vida, igual que seis meses después estuvo mi nena, agonizando en el hospital de San Martín.
Afortunadamente, y gracias a que la Justicia entendió que éste es un guión mentiroso, Santillán está preso a la espera del juicio oral y Vázquez, como todo el mundo sabe, está condenado a prisión perpetua por el femicidio de Wanda.
Pero el procedimiento se sigue replicando. El lunes, en La Matanza, una vecina relataba cómo había escuchado los gritos más escalofriantes de su vida. Después supo que su vecina, mamá de una nena de un año y medio que siempre discutía con su pareja, había sido rociada con fuego y trasladada de inmediato al hospital por las heridas que recibió. Mi hija debe haber gritado de esa misma forma en una de las maneras más tortuosas de morir: bajo las llamas. Y también contaba esta señora que el hombre volvió a decir las líneas tan temidas, que ella se prendió fuego después de un cruce de palabras entre los dos.
¿Esto es real? ¿Es posible que alguien pueda seguir insistiendo con semejante locura? ¿Alguien en su sano juicio puede creer que una joven, mamá de una beba allí presente, es capaz de rociarse con alcohol y prenderse fuego por un “ataque de celos”? Sin embargo, el tipo dio esta explicación. Igual que Martín Santillán y que Eduardo Vázquez, asesinos de mujeres.
Yo tengo mucho por lo que vivir. Tengo otro hijo, Nahuel, que ilumina mi vida y me dio una nietita, Ambar Luana, que me enloquece y enamora. Por ellos lucho, pero además porque me topé en este largo camino con mucha gente que me ayudó. No fue fácil, pero sin duda fue reparador saber que no todo el mundo iba a consentir la mentira de un asesino. Martín Insaurralde, Daniel Scioli, el juez Gabriel Vitali de la UFI 6 de Lomas de Zamora..., todos ellos me escucharon y jamás sacaron rédito político de mi causa. Hoy quiero visibilizar que, gracias a este recorrido, yo estoy a la espera del juicio oral para hacer justicia por Fátima con el asesino tras las rejas. Pero no sé si esta joven de 19 años del barrio Los Pinos va a correr con la misma suerte, porque se requiere mucha entrega y paciencia, y a esta altura yo no sé cuánto de mi vida se fue con Fati, pero estoy segura que bastante. La chica está fuera de peligro, y espero que esas marcas, que son también las marcas del patriarcado, no la inhabiliten a ser feliz y, sobre todo, a librarse del monstruo que la atacó. Por eso me comprometo a seguir luchando.
* Mamá de Fátima Catán, muerta por quemaduras en el 85 por ciento de su cuerpo el 22 de agosto de 2010, tras agonizar cinco días.
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