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Se inaugura el ciclo este sábado 26 a las 22 con Alma corsaria (1993) de Carlos Reichenbach, quien trabajó en Boca do Lixo, un barrio marginal de San Pablo que en los años ’20 fue locación de estudios de la Paramount, la Fox y la Metro, y en las décadas siguientes se fue convirtiendo en un polo cinematográfico muy particular. Mientras en el barrio corrían la prostitución y las drogas, se producía un tipo de cine independiente, de autor, como el de Reichenbach, conviviendo, a la vez, con un cine erótico barato que se volvería una industria poderosa durante los años de dictadura y prohibición. Alma corsaria es una película sobre la amistad, donde la fe en los primeros sueños es el hilo de un mismo collar. Dos viejos amigos poetas, que se conocen desde la infancia, presentan un libro en un bar invitando a todo tipo de personas que han ido conociendo, rememorando momentos clave de su pasado.

El domingo 27 de abril a las 20 se exhiben Antonia (2006), de Tata Amaral, y a las 22, La casa de Alice (2007), de Chico Teixeira. Tata Amaral es una directora paulista nacida en 1960. Antonia es su tercer largometraje y debido al éxito que tuvo, al año siguiente de ser estrenada, se volvió una serie para la red Globo. En ella se cuenta la historia de cuatro amigas que se dedican al rap, y siguiendo el camino de la música y la palabra consiguen el valor para poder salir de un barrio donde el machismo, la pobreza y la violencia son la moneda corriente y un obstáculo difícil de saltar. Rap en portugués, el puente que necesitamos para sentir verdadera su raíz. Estos personajes, por su entorno social, por los dramas de su vida cotidiana, consiguen la verosimilitud de las letras comprometidas, reflexivas, que reclaman y cuentan lo que les pasa en rimas, ritmos y melodías. Aunque en la construcción de la ficción el mundo retratado está un poco estetizado o resumido, no le quita eso méritos a esta película que es como una novela pop brasileña, con mensaje reivindicatorio de la mujer independiente y de la música. Es una película para chicas valientes que afrontan problemas y resisten con energía, poniendo la voz y el cuerpo.

En La casa de Alice, Teixeira, quien hasta esta película sólo había hecho documentales, ingresa en la ficción por primera vez con una mirada que contrasta con la propuesta de Amaral. Esta es una película seca, dura, y no hay drama, ni héroes, ni música. Aquí los personajes, de una clase social que debería sentirse menos apretada, no parecen tener una salida de lo que los enjaula. La vida en familia, una familia de clase media, taxista y manicura, con tres hijos varones, aparece como un detrás de la escena de sus vidas diarias donde hacen vórtice los conflictos. La testigo que calla es la abuela. El director cuenta que el guión se construyó alrededor de ella, le interesaba la idea de una persona que se va quedando ciega. Su familia se derrumba y ella ya no quiere ver más. La actriz principal, Carla Ribas, impone el clima y la continuidad de su personaje, Alicia, admirablemente en todas las situaciones que la cámara pareciera estar espiando con su espíritu documentalista arriesgado y curioso que se entromete, se acerca demasiado y encuadra con intenciones. Las mínimas acciones como indicios elegidos ponen en quiebre el mito de la seguridad familiar y la presencia masculina –mayoría– parece tender los hilos más frágiles de una fortaleza familiar que viaja en la incertidumbre.

Del 26 de abril al 11 de mayo. Con veinte títulos más que incluyen films de mediados de la década del 60 hasta 2013, la grilla completa se irá publicando en www.malba.org.ar
Entrada general: $ 35. Estudiantes y jubilados: $ 18.