Viernes, 16 de mayo de 2014 | Hoy
VISTO Y LEIDO
En Escritura e invención en la escuela se reúnen por primera vez todos los escritos de Maite Alvarado, cruciales para entender la didáctica de la escritura como una práctica activa, crítica y necesaria para entusiasmar a lxs docentes y crear nuevxs lectores.
Por Malena Rey
Una excelente noticia, de esas dignas de transmitir boca en boca, de las que obligan a salir corriendo a la librería a comprar un ejemplar: acaba de editarse el fundamental Escritura e invención en la escuela, el volumen que reúne por primera vez los aportes de Maite Alvarado en relación con las prácticas de la enseñanza de la escritura en la colección Espacios para la Lectura del Fondo de Cultura Económica. Y es un acontecimiento que merece celebrarse, porque desde su temprana muerte, hace ya doce años, nadie se había ocupado de reunir en un libro sus artículos, ponencias y ensayos, que sí seguían siendo consultados por estudiantes y especialistas, quizá porque hay pocas como Maite a la hora de explorar los modos de circulación y de recepción de los libros en la sociedad, y pocas con tanta lucidez, claridad y sensibilidad para cuestionar los aspectos más anquilosados del ámbito educativo, esas normas que ponen en peligro la originalidad y la creatividad a la hora de estar al frente de un grupo de alumnos.
Alvarado (1953-2002), lectora curiosa, docente brillante, investigadora tenaz, dedicó su vida a poner en práctica la teoría que leía con avidez, a reflexionar críticamente sobre la función de los docentes como responsables de transmitir el placer de la lectura y de la escritura, y a hacer de la experiencia de la enseñanza algo único y gratificante, tanto para los maestros como para los alumnos. Fue de las primeras en introducir en la universidad, junto con Gloria Pampillo, el concepto de “taller” como espacio de aprendizaje y juego, fue quien adaptó a su práctica cotidiana los aportes de la OuLiPo y de la Gramática de la fantasía de Gianni Rodari, y quien a través de su serie de Lecturones, libros para “ejercitar lectores”, formó a una generación de niños durante la castigada década del ’90.
Con la publicación de Escritura e invención en la escuela llegó el momento de leer en profundidad, de detenerse en el valor de sus aportes didácticos. También de sorprenderse de cuán vigentes siguen estando, y de imaginar cuánto podría haber ayudado a asimilar las nuevas prácticas de escritura en relación con las nuevas tecnologías. ¿Qué hubiera propuesto Maite para formar lectores con el plan Conectar Igualdad? ¿Y qué pensaría del boom actual de la literatura infantil?
El responsable detrás de la selección y establecimiento de sus escritos es Yaki Setton, docente, escritor y amigo personal de Maite, quien durante años revisó sus archivos y finalmente le dio forma al libro. De ella rescata la idea de enseñar a escribir no sólo como una praxis sino como una teoría: “Tenía la necesidad de no olvidarla y de que su pensamiento circulara, se leyera, actuara sobre la práctica de otros. Era una maestra que nunca te hacía sentir alumno, pero que sin duda tenía una lucidez práctica y teórica sobre nuestra tarea, la de enseñar a escribir, que pocas veces vi. Por otro lado, era una persona generosa al compartir sus lecturas o al compartir la escritura y autoría de sus producciones. Este libro repone la voz de Maite, hace que se la vuelva a leer como nunca se la leyó”.
El volumen está dividido en dos gruesas secciones que vertebran sus principales líneas de investigación: por un lado, el apartado “Enseñanza de la escritura”, con varios artículos escritos a cuatro manos con Daniel Feldman, Marina Cortés, Gloria Pampillo y el mismo Setton que, al leerlos en continuado, reponen una práctica, examinan los vicios de la institución escolar, proponen líneas de trabajo con consignas en el aula, profundizan la relación entre escritura y creatividad, y defienden las potencialidades de la lectura a la hora de transmitir una visión del mundo. Esta sección se inaugura con el ambicioso “Enfoques en la enseñanza de la escritura”, su proyecto de tesis que quedó inconcluso, en la tradición de los más grandes pedagogos argentinos.
Como aclara en estos artículos, para Maite la didáctica de la escritura es vivida como un proceso complejo entre docentes y alumnos, atravesado por las tensiones entre lo viejo y lo nuevo, que requería de la interacción de saberes para que la transmisión llegara a buen puerto. Alvarado hacía convivir como nadie distintas disciplinas como la gramática, la lingüística, la teoría literaria, la psicología cognitiva, la semiología, la retórica, la historia de la educación y, por supuesto, la literatura. En este sentido, la idea de “invención”, que examina en el texto que da nombre al libro, es un concepto crucial en su producción. Dice Setton: “‘Escritura e invención en la escuela’ es una hermosa frase, y al mismo tiempo es el mejor ejemplo del pensamiento de Maite: esa tensión entre la moda, la teoría, la práctica y la tradición está resuelta de una manera brillante. Ella les dice a los docentes aquello que no quieren escuchar: que no hay creatividad espontánea en la niñez, ni en el aula. La creatividad es producto del estudio, el aprendizaje, la enseñanza y, por supuesto, del carácter de cada persona. Maite nos entregó un modelo y una ética del trabajo del educador, de pensar que la escritura tiene que ser propia y que su enseñanza siempre tiene que estar mediada por el deseo, la diversión y el interés, pero también por un apasionado rigor teórico. Con este espíritu realicé esta selección”.
La segunda parte del libro profundiza en el vasto campo de lo que Alvarado entendía por Literatura de niños e infancia (y no “literatura infantil” o “literatura para niños”, como se ocupa de explicar en el prólogo a “Incluso los niños”). Lectora imparable, para ella la narración ficcional era el objeto privilegiado para la experiencia estética infantil, porque escuchar o leer un cuento para un chico permite dejar de lado los conflictos cotidianos y adentrarse en el terreno de la fantasía, sin perder de vista que se trata de un juego, como dice en “El tesoro de la juventud”. La idea del libro como objeto con el que se interactúa con todos los sentidos, con el que se dialoga y del que se aprende es un eje transversal que recorre muchos de sus artículos como “¡Lean, che!” o “Sin libros, no se aprende”, que permanecía inédito. Y que también aparece en las reseñas de distintas obras literarias que son el apéndice de esta sección. Maite podía comentar a Roal Dahl, a Ema Wolf o el primer volumen de Harry Potter con el entusiasmo intacto y con gran destreza para introducir y cuestionar los saberes más duros.
Si bien Escritura e invención en la escuela explicita la dimensión teórica, las herramientas críticas y el abanico de enseñanzas que Maite transmitía y que son esenciales para abrirles la cabeza a muchos docentes formateados o faltos de entusiasmo, conviene leer este libro atendiendo a la importancia de la práctica –por algo Alvarado dio taller durante tantos años, y fundó la materia de Taller de Expresión para Comunicación de la UBA–, porque es en la interacción entre ambas donde vive el espíritu que Maite quería transmitir, y donde estaba puesto su entusiasmo. Como dice en “El estilo y la voz”: “Tal vez sea éste el camino, alternando la reflexión con la intuición, la gramática con el ‘fraseo’, para lograr que la escritura fluya, que sea una experiencia transformadora, pero no extraña, no ajena”.
Escritura e invención en la escuela
Selección y prólogo de Yaki Setton. Colección Espacios para la Lectura - Fondo de Cultura Económica. 352 páginas
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