Viernes, 26 de diciembre de 2003 | Hoy
LIBROS
Buscando cuentos para leerle a su hija, hace algunos años, Ana María Shua descubrió el placer de bucear en los cuentos populares, ese género oral que delata vínculos interculturales y mapas precisos por los que viajaron las palabras a lo largo de los siglos. Este año, la autora publicó El libro del ingenio y la sabiduría, y ya planea la reedición de Cabras, mujeres y mulas para agregar aquellos, pocos, relatos que esquivan la misoginia.
Por Sandra Chaher
Los cuentos populares son
un género poco transitado por los escritores. Ninguno alcanzará
gran fama por leerlos, seleccionarlos y recopilarlos. Pero por alguna extraña
razón casi todos conocemos alguno. Cabalgaron en el lomo de la historia
desde tiempos antiquísimos llevados por las voces de todo tipo de narradores.
Seguro que alguna vez oímos hablar de un burlador burlado, de un don
nadie que desafía al poder, o de un animal ingenioso y hábil que
con sus pillerías domina a su especie y a veces también a los
seres humanos.
Pero volvamos a los escritores, a una escritora. Alguien que dedica años
de su vida a leer con fruición y recopilar con apasionamiento y sistematicidad
estos cuentos, seguramente no aspire al éxito instantáneo ni a
una enorme riqueza. Su camino es más bien el del artesano o el orfebre.
Así parece ser Ana María Shua. Una profesional sólida que
elige el placer de la reflexión profunda, meditada, lograda lectura tras
lectura y pensamiento tras pensamiento.
No habla de más ni de menos. Dice lo justo, pero también lo adecuado.
Se viste con sobriedad y habita un hogar donde nada sobra, pero tampoco falta,
y en el que lo único extravagante son las fotos de sus tres hijas con
racimos de uvas en la cabeza o teñidos multicolores. Una casa habitada
donde la puerta es zamarreada varias veces por hora por el constante trajín
de sus cinco habitantes. Pero donde nadie interrumpe a la escritora, que serena,
con las manos sobre la mesa, mira con sus ojos oscuros hacia el infinito (un
horizonte de libros, ¿podía ser de otra manera?) antes de responder.
Shua publicó este año El libro del ingenio y la sabiduría,
donde recopila cuentos populares de diferentes culturas elegidos justamente
porque en ellos predominan las cualidades señaladas en el título.
Antes había publicado El libro de los pecados, los vicios y las virtudes,
Sabiduría popular judía, El pueblo de los tontos, y Cabras, mujeres
y mulas, en los que bajo distintos ejes temáticos agrupaba cuentos que
viene leyendo una y mil veces hace años.
“El cuento popular fue para mí un descubrimiento relacionado con
la búsqueda de literatura infantil cuando mi hija mayor era muy chiquita.
Yo buscaba historias que tuvieran fuerza de drama y conflicto para leérselas
a ella, historias en las que se jugaran cosas importantes. Había muy
poco en ese momento en la Argentina, sobre todo cuentos populares de humor.
Pero descubrí los cuentos populares italianos que recopiló Italo
Calvino, más de doscientos, y se los leí interminables veces.
Y había muchos que no eran para chicos y los leía para mí.
Así, pronto sentí que dominaba ese corpus. La mejor aproximación
a un tema es conocer muy bien una pequeña parte, así establecés
un sistema de relaciones. Y después seguí buscando y descubrí
múltiples relaciones entre cuentos de diferentes culturas. Porque todo
el continente eurasiático y el norte y la costa de Africa comparten una
estructura similar en los cuentos, varían sólo los detalles. Para
encontrar historias diferentes tenés que irte al corazón de Africa,
a América latina, América del Norte o Australia. Ahí te
encontrás con culturas aisladas de la influencia eurasiática.
Pero es muy interesante cómo cada una, cuando entró en contacto
con los europeos, incorporó esas historias. Los mapuches son muy prototípicos
en esto. Contar cuentos siempre formó parte de su cultura y lo que hicieron
fue incorporar las historias de los españoles, aportándoles sus
características particulares. Fue un proceso muy rápido, en el
primer siglo de la llegada de los españoles ya se había dado.
¿Y sabés cómo se descubrió? Porque un cuento tenía
exactamente el mismo argumento de la ópera Lucia Di Lammermoor. Alguien
se puso a analizar seriamente los dos relatos y encontró hasta el diálogo
del enamorado con las estrellas.”
–Que culturas tan distintas hayan tenido cuentos populares parecidos habla
de un vínculo cultural que los propagandistas de la globalización
envidiarían.
–La interculturalidad y la intertextualidad –si es que puede hablarse
de intertextualidad en relatos en los que no había texto escrito en un
principio– en los cuentos populares tienen dos explicaciones y ambas son
válidas: la primera es que los cuentos viajan –con los mercaderes,
los soldados, los peregrinos y los cruzados–; y la segunda es que hay ciertos
parecidos en las operaciones mentales que es capaz de hacer la humanidad, pero
no son iguales sino comparables. La estructura es similar, lo diferente son
las expresiones, la ropa de los personajes.
–La mayoría de los cuentos de su libro pertenecen a la cultura eurasiática.
–Sí, incorporé pocos de otros lugares porque en general no
encontré muchos que tuvieran que ver con el ingenio y la sabiduría,
o si no eran demasiado extraños, como el de Tocuaj, que viene de los
guaraníes, en el que un semidiós para robarle la mujer a otro
semidiós se la lleva y se pone en el lugar de ella disfrazándose
él mismo de mujer y moldeando en arcilla los pechos y el sexo. Cuando
llega el marido, sospecha y hace picar a su supuesta mujer por una hormiga.
Es el típico cuento del burlador burlado, que se repite en todas las
culturas; se ve que tiene que ver con una estructura mental característica
de la humanidad.
–Dentro de este tipo, hay una variante que es cuando el burlado es un poderoso
que decide tomar a sus servicios al burlador para que lo proteja. Como si de
esta forma preservara su buena imagen y el trabajo sucio lo hiciera otro.
–Sí, pero ese poderoso no es inocente, por más que aparezca
como una buena persona. Circunstancialmente lo pueden haber burlado, pero es
el pícaro de los pícaros. Son cuentos que evidencian la corrupción
del poder. El lugar del ingenioso ahí es una mezcla de bufón y
consejero: es el que le dice la verdad al rey, a quien éste necesita
para contrarrestar a los aduladores.
El bien y el mal
–¿El cuento funciona como un reflejo de la sociedad o de su imaginario?
–El cuento popular refleja a la sociedad y también a sus ideales.
Todas las sociedades tienen la más alta ética y moral, pero no
la cumplen. Quieren el bien y eligen el mal. Es imposible pensar una comunidad
humana sin sistema de valores, y toda la corrupción del mundo no afecta
ese sistema. Lo que te muestran los temas folklóricos es que siempre
hubo corrupción.
–¿Hay una intención didáctica?
–Sí, suele haberla al interior de la sociedad en la que funcionan.
Pero la función principal es de entretenimiento, no pedagógica:
se contaban al público en las plazas de los mercados. Los ricos y poderosos
hacían llevar a los narradores a sus casas e incluso, en la época
de la esclavitud, los compraban. Una narradora era más cara cuando mejor
narraba y más cuentos sabía.
–¿Cuál fue su intención al escribirlos?
–Estética: yo quiero presentarle al lector un conjunto de bellísimos
cuentos alrededor de un tema y que pueda interesarle. Y también me gustaría
hacerlo pensar acerca del relativismo cultural y la necesidad de ética
de la humanidad.
–¿Y un deseo de recuperar el sentido de palabras como ingenio, inteligencia
y sabiduría?
–Puede haber una intención de ubicar las cosas en su lugar, pero
no es mi deseo volver mejor al lector. Como todo buen narrador yo querría
que los cuentos entretuvieran y a la vez generaran reflexión. Yo amo
los cuentos populares, y quisiera transmitirle esta misma sensación al
lector. Y a veces siento que lo engaño, porque hablándole de temas
que le interesan lo acerco a la buena literatura. En el mercado actual, el cuento
no existe. Lo único que funcionan son las antologías temáticas.
Y sin embargo, yo hasta ahora tuve muy buenos resultados de ventas con estos
libros.
–Hay animales, como la tortuga o la araña, muy valorados por algunas
culturas, pero insignificantes para otras.
–Sí, es así. La tortuga acá no es valorada, pero sí
por los yorubas y los guaraníes. Tiene que ver con que lleva su casa
a cuestas, sabe esconderse, es lenta. Y la lentitud está asociada a la
reflexión profunda. Cuando al sabio se le hace una pregunta, no se espera
que conteste inmediatamente, en cambio la velocidad es una característica
típica del ingenio.
Pescadores de ilusiones
–Usted divide entre el ingenio y la sabiduría, y dice que la inteligencia
es necesaria para ambos. ¿El ingenio está más vinculado
a la vida material y la sabiduría a la espiritual?
–No siempre. Los sufíes consideran que antes que la sabiduría
espiritual está la cotidiana, que te ayuda a sobrevivir. A mí
me parece que la gente está dividida entre los ideales y la vida cotidiana,
entonces hay una constante y apasionada búsqueda de la sabiduría.
En la Argentina de hoy, el ingenio es fundamental para sobrevivir. El pícaro
es el que está en el límite de sus recursos. Yo siento que vivimos
en una sociedad de pícaros en búsqueda de una sabiduría
profunda. Lo que pasa es que para dejar de ser pícaros tenemos que tener
asegurado el sustento. Una cosa que a mí me interesa es cómo una
acción similar puede ser considerada tanto pícara como sabia.
Si la hace Nasrudin Avanti es sabia, en cambio si la hace Pedro Urdemales es
pícara. Esto es algo que vi leyendo todos los cuentos, pero el lector
no puede notarlo porque no los incluí a todos. Es algo que me interesa
porque denota la lábil frontera entre el ingenio y la sabiduría,
y que tiene que ver con la utilización que cada cultura hace de acuerdo
a la valoración que tiene de los personajes.
–¿Se puede decir que Oriente mantiene más sus valores espirituales
–y de ahí vendría su proverbial vinculación con la
sabiduría– que Occidente?
–Oriente tiene hoy, y tuvo siempre, sociedades muy podridas y corruptas,
y a la vez una filosofía profunda, fascinante y sabia. Pero ni Oriente
ni Occidente hacen en lo cotidiano lo que proponen en sus sistemas filosóficos.
–¿Sobre qué será la próxima recopilación
de cuentos populares?
–No sé si próximamente, pero en algún momento voy
a rehacer Cabras, mujeres y mulas, porque la primera edición incluyó
sólo los cuentos populares misóginos, y ahora quiero agregarle
los aspectos positivos. En verdad, la literatura popular es misógina.
Pero quiero incluir esas historias en las que se valora a las mujeres: amor
a los hijos, valentía, inteligencia, aunque siempre se las considera
como excepciones.
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