Viernes, 5 de diciembre de 2014 | Hoy
ALBúMINA
Por Guadalupe Treibel
Para algunxs, una tradición popular que celebra el encuentro –supuestamente idílico– entre peregrinxs británicxs protestantes e indígenas norteamericanxs, asistiéndose lxs unxs a lxs otrxs y compartiendo el bendito pavo real allá por el 1600. Para otrxs, el recordatorio de una masacre: la de lxs nativxs en manos de aquellxs colonxs inmigrantes. Para Hannah Rothstein, artista con sede en San Francisco, Estado Unidos, la oportunidad justa para hacer serie y volverse hit viral. Porque, con motivo del reciente Día de Acción de Gracias (Thanksgiving, en lengua local), la muchacha tomó el típico menú de ocasión y, sin entrar en revisionismo historiográfico, le dio una vuelta de tuerca... pictórica. Tal como suena: haciendo uso y desuso del mentado animalito asado, el puré de patatas y de batatas caramelizadas, las judías verdes, el choclo, la salsa de arándanos, las zanahorias glaseadas y el postre “que se acostumbra” –pastel de calabaza o de nueces pacanás–, entre otros ingredientes, H. R. emuló cuadros famosos. O, al menos, capturó el reconocido estilo de todxs y cada unx de sus autorxs favoritxs, al son del interrogante: “Cómo hubieran emplatado sus comidas célebres artistas”.
Ducha en adentrarse en formas expresivas varias (desde ilustraciones hasta joyas, pasando por las letras y, bueno, alimentos perecederos), las imágenes retratan platos donde los arremolinados cielos de Van Gogh son, sí, de papa; el sobrio minimalismo de Rothko se basa en pocas salsas; el cubismo de Picasso es claramente rupturista, y Jackson Pollock salpica... literalmente. “Fue una idea espontánea”, contó la (re)creadora culinaria que no se privó de emular ni a Warhol, ni a Mondrian, ni a Magritte, ni a Cindy Sherman, alcanzando la decena de casos. “Pienso que traer belleza al mundo es importante. Pero, en muchos sentidos, encuentro que el arte es un acto egoísta. Por eso, decidí donar lo recaudado por la venta de mis prints a organizaciones benéficas que alimenten a gente menos favorecida”, agregó. Si cabían dudas de que la gastronomía es, en efecto, un arte, descartadas las sospechas. Y bienvenida la variedad donde –nunca mejor dicho– está el gusto.
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