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Viernes, 9 de enero de 2015

ALBúMINA

Linaje

Aunque la artista y cocinera norteamericana Christine McConnell haya tenido su cuarto de hora en reconocimiento viral el pasado año gracias a una seguidilla de platos espeluznantes (waffles con tentáculos, galletas con colmillos, aliens acaramelados... lo ¿clásico?), su último proyecto la ha alejado momentáneamente de harinas, ollas y batidoras, de repostería camp y hornos pesadillescos. Ocurre que, amén de mantener la creatividad a trote, esta fotógrafa de 33 años –con sede en Los Angeles– decidió hacer un pequeño viaje... en el tiempo, y recordó a sus antecesoras de manera peculiar: emulando sus retratos de época.

Cual árbol genealógico visual (y estrictamente femenino), la mujer se fotografió a sí misma recreando a siete generaciones de madres de su familia y tituló la serie con el explicativo nombre Seven Generations of American Women. “La primera comienza con su tátara-tátara-tátarabuela, Martha, que nació en 1821, y concluye con una imagen humorística de cómo su propia hija podría lucir en un futuro”, anota el sitio arty Design Boom. Y luego detalla que hay “duplicados” de damas de 1858, 1898, 1928 y 1957, entre otros momentos históricos que, además de registrar una cronología de similitudes y diferencias, también permite apreciar el look de estación, los vestiditos cambiantes, los tocados a la moda...

“Me crié en una casa vieja, espeluznante, llena de fotos. Sin embargo, una siempre sobresalía: mostraba a una mujer mayor, con un peinado muy tirante y una cara inexpresiva y cansada. Al principio me daba escalofríos, pero según fui creciendo empecé a ver parecidos entre su rostro y el mío”, cuenta Christine sobre la génesis del proyecto. Y luego: “Entonces empecé a buscar en los álbumes de mi madre, a hacer preguntas, y así conseguí los nombres, fechas de nacimiento y retratos de mujeres de mi familia de hasta 200 años atrás. Me llevó unas cuantas semanas recrear a cada una de ellas, imitando los colores y la luz lo mejor que pude. Incluso cosí varias prendas de ropa y tuve que pintar parte de las imágenes para darles una apariencia más auténtica. Cuando terminé, me sorprendió verme identificada, mas no fuera parcialmente, en todas ellas”. Un viaje, sin lugar a dudas, ¡y sin DeLorean!

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