Viernes, 9 de enero de 2015 | Hoy
EL MEGáFONO
Por Gabriela Larralde *
A mediados del año pasado encontré a Jorge Altamira tomando un café solo frente a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Lo habían invitado a dar una charla justo en el horario de un partido importante del Mundial. Cuando llegó, el aula estaba vacía. Los organizadores le recomendaron que esperara en Vivaldi mientras ellos se quedaban viendo el partido en la facultad. Le conté que estaba por publicar una investigación sobre literatura Lgbt para la infancia. Me dijo que él antes pensaba que con la vivencia sola del hecho era suficiente, y que los niños iban a aprender esas uniones familiares (las homoparentales) de modo vivencial. Pero que después había entendido que ese proceso debía estar acompañado. Entonces hablamos de literatura como forjadora de identidad y de la importancia de generar representaciones diversas en la niñez.
Los mundos posibles surgió a partir de preguntarme cómo se retrataba en los cuentos para la infancia a gays, lesbianas, trans, bisexuales, y si aparecían familias homoparentales, de qué modo lo hacían. Reuní antecedentes en Estados Unidos como William’s Doll (Charlotte Zolotow, 1972) o Heather Has Two Mamies (Lesléa Newman, 1989) y pude armar un listado de libros que cubren la temática desde el año 2000 hasta hoy.
Encontré datos muy interesantes. En la mayoría de los casos en donde aparece un personaje homosexual, éste es un hombre gay, como un reflejo del lugar privilegiado que ocupan las imágenes de la masculinidad en la sociedad actual. Sin embargo, en los relatos de familias homoparentales que analicé, la ecuación se invirtió. Más del 85 por ciento de las historias estaba compuesto por dos madres y sólo unos pocos casos por dos padres. Esta inclinación por representar, en la literatura para la infancia, familias compuestas por dos madres podría tener relación con la cuestión de la asignación del género femenino a la reproducción biológica y a la responsabilidad del cuidado. Un hijo de dos madres es, en principio, asumido como hijo biológico y ambas tienen en su naturaleza la capacidad y el mandato del cuidado.
Si bien, en los últimos años, fue necesario generar una mayor visibilidad de estos libros, es momento de poder hacer una lectura más analítica de los mismos, donde también se repiten ideas heterocentradas sobre la crianza y donde aparecen de manera muy incipiente personajes trans o intersex. Es un buen momento, también, para poder pensar en que estos libros no existan más. Que se fundan en la literatura a secas, donde las familias o personajes Lgbt no sean el centro de la narración como algo extraño sino un personaje más en un libro más que llegue a las casas y a las escuelas.
* Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social (UBA) y Periodismo (TEA). Autora de Los mundos posibles. Un estudio sobre la literatura LGBTTTI para niñxs (Blatt & Ríos, 2014) y del libro de poesía Las cosas que pasaron (Huesos de Jibia, 2013).
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