“Feminismo no es odio hacia los varones” o “estoy en camino a engordar #suicide”, conviven armoniosamente entre sus sentencias de 140 caracteres. Keren Dunaway tiene 19 años y su cara corrió entre redes sociales, medios y cadenas de mails tan rápido como el asombro por la noticia. La hondureña famosa en todo el mundo por militar a favor de los derechos de las personas con VIH, ella misma portadora desde su nacimiento, fue secuestrada durante 12 horas el pasado martes en su país, que cuenta con una de las tasas más altas de femicidios de la región. Crímenes de odio hacia las mujeres que, además, no se resuelven en un 90 por ciento de los casos. De esas violencias sabe Keren, así como de la falta de educación sexual como responsable de la cantidad de adolescentes portadores (mil doscientas se contagian cada día en el mundo, según ONUSida), que ignoran cómo cuidarse y, mucho peor, de la cantidad que portan el virus y lo desconocen. O de los que se fían de las palabras de alguna iglesia que propone evadir el sexo para no enfermarse, o curarse a través de la oración. “De eso no se habla” es el lema que intenta disolver a golpe de poner la cara y el cuerpo en la campaña Cerrar la brecha, desde donde asegura que terminar con la epidemia de sida para 2030 es posible, “pero sólo si se cierra la brecha existente entre las personas que tienen acceso a los servicios de prevención, tratamiento, atención y apoyo relacionados con el VIH y aquellas a las que se les ha dejado de lado y, sobre todo, si se cierra la brecha en materia de acceso a medicamentos para niñxs, todos aquellos que viven con el VIH podrán acceder al tratamiento, y no sólo el 24 por ciento que lo hace en la actualidad. En esta etapa de la vida en que sentimos mariposas revolotear en nuestros estómagos necesitamos saber, estar informados... Muchos queremos ser médicos, maestros; yo quiero ser cantante, pero esos sueños se harán posibles cuando nos aseguren medicamentos, nos acepten en los centros educativos y no seamos discriminados”, dijo Keren el último 1º de diciembre, Día de la Lucha mundial contra el Sida. Voluntaria y vocera de la fundación Llaves (sigla formada por las palabras llanto, valor y esfuerzo), desde allí lucha con su mamá Rosa Amalia González, quien también vive con VIH.

“Estoy demasiado cansada, soy sólo una niña”, se quejaba en noviembre por los trotes de la militancia, y ellos incluyen la denuncia permanente por la falta de medicamentos, o la propagación de estos mismos pero con fechas de vencimiento caducas. “Sin las pastillas te mueres”, explica en congresos de pediatría y en foros mundiales a los que acude como invitada, y dice que a pesar de su visibilidad son pocos los jóvenes con VIH que se le acercan a hablar. Su relato es valioso porque narra desde la experiencia: tragar cuatro pastillas por día, la dificultad de hacerlo, las ganas de salir corriendo, maldecir la suerte y volver a empezar. Cambió de colegio varias veces, buscando un anonimato que la aleje de los chismes pero siempre abierta al que le pregunta cómo es crecer con virus. “No sé cómo es crecer sin él pero sin duda sé que no estoy sola y no tengo miedo”, pronuncia como un mantra de su filosofía: la de poner negro sobre blanco de una realidad que le sería imposible callar, así como la insistencia en las cifras que ahora la tuvieron como protagonista: entre 2012 y 2013 se registraron 1356 agresiones contra activistas en El Salvador, Honduras, Guatemala y México y, de éstas, un 40 por ciento tenía como objetivo inhibir la participación política femenina y mantener la discriminación. Entre 2011 y 2014 un total de 39 defensoras han sido asesinadas en México, Guatemala, Honduras y El Salvador.

Al cierre de esta edición no se sabía el motivo del secuestro de Keren. Hipótesis hay demasiadas: meter miedo, callar, robar la esperanza y trazar el cuerpo con una marca indeleble. Pero de eso Keren sabe, y como ella misma siempre insiste, no está en sus planes dejarse ganar por el miedo.