Viernes, 20 de febrero de 2015 | Hoy
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Finding Vivian Maier narra la historia de una fotógrafa genial que trabajaba como mucama y de quien sólo el azar decidió que se dieran a conocer sus imágenes.
Por Natalia Laube
Casi al final de Finding Vivian Maier, el documental de John Maloof y Charlie Siskel nominado como mejor de su rubro en los premios Oscar (este domingo, desde las 20.30, por TNT) hay una pequeña gran metáfora que encierra el dilema moral al que lxs espectadorxs se enfrentan cuando ven el film. La escena cuenta que Vivian, una niñera y mucama de Chicago aficionada a la fotografía y portadora de un talento descomunal, a la altura de cualquier gran fotógrafo del siglo XX, envió por correo varios de sus rollos al técnico de un laboratorio francés junto a una carta que contenía un pedido: “Quiero un acabado semimate. No quiero que brillen demasiado”. A pesar de que Joel Meyerovitz y Mary Ellen Mark, dos prestigiosxs fotógrafxs estadounidenses que ofician de voces autorizadas y legitimadoras en el film, corroboren que Maier podría haber hecho una gran carrera como fotógrafa callejera, nunca nadie sabrá si ella habrá, alguna vez, soñado con brillar.
Vivian Maier murió en 2009, ya vieja, muy sola y en completo anonimato. Dejó decenas de valijas con rollos sin revelar, los miles de objetos que acumulaba de manera compulsiva y que ahora permiten reconstruir gran parte de su vida, también bastantes preguntas sin respuesta para quienes, poco tiempo después de su muerte, la descubrimos. Las que indagan directo en el pasado son las primeras en aparecer (¿era consciente de su talento? ¿No revelaba sus fotos por falta de dinero o por falta de interés? ¿Por qué nunca quiso mostrar lo que hacía?), pero las que más inquietan son las que hacen foco en la actualización de ese pasado: ¿Vivian hubiera querido esto para ella? Y si la respuesta fuese no, ¿vale más su deseo o nuestro derecho a la belleza?
Esto significa un presente de exposición y éxito: hoy, las fotos que componen su obra (y que, aclaración de Perogrullo, pueden rastrearse casi por completo en Google en alta calidad) recorren las galerías del mundo y suscitan interés entre artistas prestigiosos y público aficionado. Y esto, en gran parte, sucede por el empeño de John Maloof, codirector de Finding Vivian Maier y autoproclamado descubridor de su obra. Si el verbo que le cabe es descubrir o conquistar, bueno, eso ya es una discusión política más extensa, pero vamos a la historia que cuenta el documental: una tarde, en un remate de antigüedades, Maloof compra una valija llena de fotografías tomadas en Chicago en los años ’60 y ’70, las revela, se da cuenta de su gran valor social y artístico y googlea a su autora para conocer más sobre su obra y su persona. Nada. Google, el que todo lo sabe, no arroja un solo resultado sobre ninguna fotógrafa llamada Vivian Maier. Obsesionado, entonces, con conocer y dar a conocer a esa mujer, entrevista a sus empleadores (en su gran mayoría, familias ricas de Chicago que la describen unánimemente como una mujer oscura y extraña), rastrea y escanea los cientos de rollos que todavía no habían sido descubiertos, analiza los objetos que le pertenecieron, consigue 100 mil dólares a través de la plataforma Kickstarter para financiar su investigación y el documental que deriva de su búsqueda y que ahora está nominado al Oscar.
Queda clara una cosa: la insistente primera persona de John Maloof que estructura el documental es el sapo que hay que tragarse para descubrir, a través de un film atrapante, no sólo el trabajo de una artista fuera de serie sino también la historia de ese descubrimiento azaroso y monumental. Fotografías pueden sacarse y encontrarse todos los días; una obra, en cambio, es algo mucho más difícil de construir y de hallar.
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