Viernes, 20 de febrero de 2015 | Hoy
PANTALLA PLANA
En The Mindy Project una antiheroína, en facha y actitud, busca pareja sin romper el código de la comedia romántica.
Por Marina Yuszczuk
Parece que la educación sentimental de una generación de chicas que hoy ocupa la pantalla en distintas series pasó en buena medida por la comedia romántica, y a la hora de procesar esa herencia las variantes son menos variadas de lo que una podría pensar: Zooey Deschanel tuvo su gran amor con Nick Miller en la temporada pasada de New Girl, después de algunos desamores que la dejaron un poco esperanzada y un poco escéptica; Lena Dunham está a punto de cerrar una historia exaltada con Adam Driver en la cuarta temporada de Girls, que tuvo su gran momento de tributo al género en el final de la segunda, con Adam corriendo en cueros por las calles de Nueva York al rescate de una Hannah chiflada que terminó levantando en brazos. Kat Dennings trata de zafar del molde en 2 Broke Girls y la serie se centra en la amistad entre las dos amigas y aspirantes a reposteras, pero el género se cuela por todas partes. Y Mindy Kaling, creadora y protagonista de The Mindy Project, dejó en claro desde el principio que su personaje era una de estas chicas cuando puso las bases de sus creencias sentimentales en tantas tardes de hacer los deberes y mirar películas de Meg Ryan cuando era chica.
Pero Kaling sabe que no es Meg Ryan, porque no es flaca ni rubia ni tiene ojos celestes y también porque, aunque haya nacido en Massachusetts, su papá arquitecto y su mamá obstetra y ginecóloga son inmigrantes indios y eso la deja afuera desde el vamos del mundito de intelectuales y profesionales neoyorquinos blancos que retratan películas como Cuando Harry conoció a Sally o Tienes un email, y del que Meg Ryan sería, sí, el prototipo más representativo. Por eso The Mindy Project, el primer gran trabajo de Kaling después de algunos papeles secundarios en el cine y algunos capítulos de The Office, se planteó desde el principio cómo podía cuadrar la comedia romántica en el mundo de una chica que simplemente no cierra como heroína. Sólo que, ojo, a pesar de que la chica es negra, gordita y parte de una minoría étnica, desde la primera temporada se estableció que el mayor obstáculo para encontrar al “elegido” en la cadena de citas y más citas con profesionales blancos, que no faltaron nunca, fue la torpeza: hablar demasiado, tirar un vaso durante una cita, no ser capaz de hacer una gran entrada a ningún lugar porque se tropieza y va a parar al piso. Ese tipo de problemas.
Con los amores fallidos de la doctora Mindy Lahiri como centro, The Mindy Project retrata a un puñado de personajes más o menos delirantes que se mueven por los pasillos y oficinas de la clínica donde ella tiene su consultorio. Y uno mucho menos delirante, el doctor Danny Castellano, hijo de italianos de Staten Island que empieza peleando a Mindy todo lo que puede y por la mitad de la segunda temporada la besa en un avión en pleno vuelo. La pareja tuvo su escena de declaración de amor en la terraza del Empire State, parodiando a Sleepless in Seattle de Nora Ephron (que a su vez citaba An Affair to Remember, con Cary Grant y Deborah Kerr). Mindy subió corriendo los más de cien pisos porque le dijeron que el ascensor estaba descompuesto, y tan reventada llegó a la cima que el beso tuvo que ser con ella y Danny tirados en el piso. Pero es en esos toques, y no mucho más, que The Mindy Project se anima a retorcer el género: por más que la protagonista sea harina de otro costal, la pretensión es que el tipo de amor universal de la comedia romántica vale para todas y todos sin distinguir raza, clase ni nación. De esa manera Mindy Kaling, que podría ser explosiva y aprovechar esos kilos de más para romper el molde, elige ser encantadora y a esta altura de la tercera temporada espera un bebé con el Dr. Castellano y trata de congraciarse con la suegra.
Esto no suele pasar en la cocina, pero en la tele sí: unx puede variar los ingredientes de una receta pero, cuando la preparación sale del horno, el resultado es más o menos el mismo.
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