SEXUALIDAD
Cuando todavía flotan en el aire los humores alterados por la performance ocurrida en el marco de los Miércoles de Placer en la Facultad de Sociales empieza Asterisco, el festival de cine Lgbtiq, dependiente de la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia de la Nación. La directora francesa Emilie Jouvet, pionera en posporno, activista lesbiana y feminista “desde siempre”, llega a nuestro país para participar del evento con su arte y en exclusiva para Las12 reflexiona sobre la materia de la que está hecha su cine: cuerpos diversos, placeres en singular, identidades flotantes, voces llenas de matices que sólo pueden abrazarse con la mente abierta y la militancia en primer plano, en un mundo en el que todavía “queda mucho por hacer” para la revolución queer pero que vale la pena celebrar con imágenes. Además, el barrio y la academia siguen produciendo sentidos para pensar colectivamente en los goces disidentes.
› Por Flor Monfort
“Siempre le dije a mi papá que lo mío no es una enfermedad. En la tele pasaban programas en árabe sobre el Ramadán y personas que encuentran a Dios y él me pedía que los mirara, bromeaba con que me iban a curar. Pero fue inútil. Y le dije: ‘Ya vas a ver, un día, me voy a convertir en mujer, porque así es como me siento’. Siempre fui un niño alegre, pero mi familia nunca fue amable o cálida conmigo, para nada. Las personas en mi barrio me trataban como a alguien raro. Siempre fui diferente a ellxs. Mi lenguaje corporal me delataba. Ya a los 14 se dieron cuenta, y cuando llegué a cierta edad no podían ignorarlo más y decidieron casarme para no deshonrar a la familia. Y esto me torturó porque mi papá sabía que no me atraían las mujeres, y ya se sabía en Jaffa que era ‘uno de ellos’, que era gay. Pero se negaron a aceptarlo. Siempre viví con miedo. Salía en secreto de noche, iba a fiestas y todo eso. Un día intentaron convertirme, me dijeron que fuera a ciertos lugares y me pusiera a rezar. No querían que fuera ‘así’ y me mostrara en Jaffa y que todos hablaran de mí. Pero no funcionó. Porque esto es quien soy. Mi nombre es Juliana Lev de Israel. Soy fucking diferente.” Juliana, mujer trans y estrella porno árabe-israelí, dueña de este testimonio, abandonó su casa en Jaffa y vive en Tel Aviv. Ambas ciudades, sedes de culturas enfrentadas, están a diez minutos de distancia, pero el abismo que las separa es tan grande como el que se abrió en su vida desde que puede vivir como quiere. Juliana es parte del universo de Emilie Jouvet, directora de cine y fotógrafa, lesbiana, queer fem y activista por los derechos lgbt, como ella se define en esta entrevista exclusiva con Las12, a pocos días de pisar suelo argentino para ser jurado de la competencia de largometrajes de Asterisco, la segunda edición del festival de cine Lgbtiq, dependiente de la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y con el patrocinio del Inadi y la Untref, entre otros organismos que celebran la diversidad y siguen abriendo caminos a cinco años de la Ley de Matrimonio Igualitario. Con la voz y el cuerpo de Juliana arranca uno de sus films más recientes, Fuckin different XXY (2014) y es la muestra de un relato que fluye veloz como un río, sin cortes ni fisuras, y que reúne toda su obra, desde la fotográfica, que podrá verse en casa Brandon como parte de las actividades del festival, a los cortos de Fucking different XXX, una pieza coral de 2005 que a través de cortos breves de distinta autoría, como Bruce La Bruce o Courtney Trouble, muestra escenas sexuales que resisten el canon tradicional del porno mainstream y su narración mecanicista y uniformada, y por eso se enmarcan en esa categoría en boca de todxs por estos días, denominada posporno o alter porno, sin fronteras entre lo público y lo privado, entre el placer real y el que se puede poner en palabras. Porque lo que narra Jouvet es el cuento detrás del personaje, su recorrido, esa travesía del cuarto de la infancia al que se recrea con colores y olores para desafiar los contornos del propio orgasmo, con chinches en las plantas de los pies, con ganchos de ropa en la carne que flota bajo los brazos, con leche materna, restos seminales, puntos G en los testículos de humanidades que también portan tetas. Jouvet intenta desmarcarse de las etiquetas, dice que los relatos disidentes son tan variados como las formas de acabar, y pone el dedo ahí donde a cada unx más le gusta, heterosexuales incluidxs, porque lo que importa es representar el placer y no ponerle rótulos sino abrirlo cada vez más, hasta lo insoportable. “La sexualidad es a menudo un territorio de opresión, pero puede también ser un territorio de libertad si una se apodera de eso. La gente a la que fotografío o a la que ruedo no son unos maniquíes. Muestran sus deseos y sus cuerpos tales y como son, de manera frontal.” Eso incluye intersex, hombres y mujeres trans, carne adiposa y siluetas pochoclo, porno stars en apogeo y en decadencia, adolescentes ávidxs de experimentación, sados y exhibicionistas, fetichistas, académicas, eyaculadoras seriales pero sobre todo amor, ternura y respeto. “Empecé a sacar fotos de mujeres muy temprano. No las llamaba queer o posporno o feministas prosexo, porque no conocía estas palabras. Mis intereses siempre giraron en torno a mujeres, sexualidad, género, derechos lgbt y feminismo”, cuenta Emilie en el trajín de una mudanza que cambia su ciudad de residencia de París a Marsella. “Mis profesores estaban excitados por esas imágenes, porque yo era una mujer joven con pelo rubio que se veía muy sexy y que sacaba fotos de otras mujeres desnudas, besándose entre ellas. Pero yo no quería hacer las fotos para que los hombres se exciten, yo las hacía para las mujeres. Soy una artista. Ese es mi trabajo, soy feminista y activista por los derechos lgbt, los derechos de las mujeres y la ecología pero me considero a mí misma como una artista sin especificación”, dice esta pionera del posporno de 38 años, cuyo primer trabajo en la temática data de 2003. Sobre el escándalo de la performance en la Facultad de Sociales de la UBA la semana pasada no se sorprende por la indignación pero rescata la puesta de los nombres propios en el centro de la escena, ella que tiene premios en los mejores festivales del mundo y que destaca a Asterisco por su apuesta al posporno desde una sección específica, El imperio de los sentidos, que funciona a modo de maratón el viernes 17 desde las 14, con títulos de Larry Clark, Erika Lust y James Darling, entre otrxs. Al decir de Leandro Listorti, quien seleccionó los films, “la selección recorre algunos de los ejemplos más recientes y sobresalientes de una producción muchas veces inabarcable y otras tantas decepcionante. Un faro, una varilla para el rabdomante del arte de lo explícito. Para que nada quede escondido, para que la obscenidad desaparezca y seamos un poco más libres”.
–Aún hay desigualdades y sexismo. En el mundo, las mujeres y las personas Lgbt son aún lxs que corren con mayor desventaja en términos de salario, empleo y derechos y no son representadxs adecuadamente en los medios, lo cual crea vulnerabilidad. Pero ellxs pelean y se ponen en pie. Así que, como artista, yo creo que hay todo un mundo para explorar e historias que contar. Necesitamos construir nuestra propia imagen de quiénes somos. El público de mis films es muy diverso: gente heterosexual, gente lgbt, hombres, mujeres, jóvenes y adultxs. Puede que sea gente lgbt en un festival de cine lgbt, heterosexuales o una mezcla en un festival internacional de cine o en los cines, gente que ve video arte en galerías de arte... Yo he hecho películas y fotografías para empoderar mujeres y gente del colectivo lgbt, pero también pensando en sexualidad positiva, feminismo y amor. Cualquiera podría verlo y gustarle (¡o no!).
Sobre esa dupla indisociable de sexualidad y moralidad, Emilie sonríe y explica: “La gente aún tiene una mirada muy negativa y vergonzante sobre la sexualidad. ¡Pero estamos trabajando en eso! Está claro que para mí el sexo es algo positivo. El sexo trata de bienestar, aceptación, de empoderarse y de hacer visibles goces y relatos”.
“Había una niñita que tenía unos 8 años que andaba con su hermanita bebé e iba a hacer las compras. Era una mujer diminuta, y me vio bajando mi equipaje por las escaleras con Ena, que es una chica masculina. Yo tenía mi maquillaje de gato y ella me preguntó: ‘Disculpe, señora, es usted un gato o un ratón?’. Dije: ‘Soy un gato’. Luego miró a Ena y dijo ‘¿Es un chico o una chica?’. Le dije: ‘Es un chicochica’. Ella dijo: ‘Pero no comprendo’. Y yo: ‘Bueno, están los que nacen chicas y no quieren ser chicas, pueden ser lo que desean. Pueden ser un gatochica, un muchachochica...’, y ella dijo: ‘No estoy segura de entender pero gracias, que tenga buen día’. Ella estaba tratando de entender que puede ser algo mas que eso para lo que ha sido programada”, dice Wendy Delorme, una de las siete actrices, activistas, académicas y performers que recorrieron Europa escenificando y definiendo un manifiesto queer fem seguidas atentamente por la lente de Jouvet. Too Much Pussy (2010) participó de Asterisco 2014 y abre la pregunta sobre esa niñita de ocho años que pregunta con los ojos bien abiertos qué es eso de desafiar la biología y agradece la respuesta porque tiene que metabolizarla. Jouvet destaca esa pequeña historia porque en su espíritu reside algo de su vocación, así como la road movie que se vio el año pasado elabora una configuración chancha y se pierde en los detalles de una hermandad hermosa que sólo puede expandirse al calor de la apertura. “Pienso que la pornografía muestra a los humanos teniendo sexo. Es una representación de un acto muy natural, como comer por ejemplo. Me pregunté: “¿Por qué el sexo está rodeado de negatividad? ¿Por qué se supone que las mujeres deben mantenerse puras? ¿Por qué la pureza está apartada del sexo? Vi mucha hipocresía en este estándar porque hay un montón de pornografía por todos lados y todo el mundo la mira. La mayoría de la pornografía está hecha por hombres para hombres. Así que hay una gran cantidad de imágenes controladas sólo por hombres y para hombres. Pensé que tal vez las mujeres deberían intentar hacer sus propias representaciones. Este es el punto en el que feminismo y pornografía se encuentran: crear nuestras propias imágenes”. En esa odisea que Emilie abraza con acción y palabras, se enmarca este festival que Albertina Carri, una de sus programadoras junto a Diego Trerotola y Fernando Martín Peña, define como “cita obligada para los amantes de la cinefilia, para las amantes del relato, para todos y todas aquellos y aquellas que estén dispuestos a ser atravesados y atravesadas por narraciones que desafían los cánones de las relaciones cis hétero patriarcales capitalistas”, desde los films que abarcan títulos de François Ozon, Lorelei Pepi, Martín Rejtman y Leonardo Favio a acciones paralelas a las proyecciones como El tortazo, una iniciativa de Noe Gall, Punto Eme y Virginia Cano que arrancó en Facebook con la premisa de tomar el espacio virtual para la construcción de una pospornografía lesbiana. La consigna es subir imágenes que hagan visibles “goces, cuerpos, humores y afectos tortilleros” que empezarán a ver la luz el sábado 11 de julio y que rápidamente serán censuradas por el monstruo virtual. La resistencia de las cuerpas lésbicas sexualizadas desplegará su belleza el miércoles 15 a las 19 en una proyección de las imágenes en Casa Brandon que va a funcionar como preludio fiestero para la apertura de la muestra de fotos de Emilie.
–Podemos decir que es comprometido en el sentido de que muestro a gente que a menudo es invisibilizada, pero mi trabajo fotográfico es ante todo artístico. No me veo en absoluto como una portavoz, mi libro no es un catálogo que procura representar a todo el mundo, es imposible. Fotografío a personas muy variadas, gente de orientación sexual sin distinción, heterosexuales incluidos, y como se trata en su mayoría de retratos en solitario, nada indica sus preferencias. En Francia, bajo el manto de universalismo, a menudo rechazamos las obras no hétero normativas en un compartimiento “comunitario”, sin embargo el arte es también descubrir universos diferentes y otras visiones del mundo. Es como si hubiera un Arte, el verdadero, el institucional, y subcategorías de arte menor, que, a causa de su sujeto, verdaderamente no serían el arte. Por otra parte de momento el crecimiento del odio en Francia es muy inquietante, y los movimientos extremistas pelean por la prohibición de ciertas representaciones, como si no hiciera falta sobre todo que ciertos textos o ciertas imágenes sean accesibles al público. Comprendieron que la imagen podía ser fuente de emancipación y/o de reflexión. La censura y el control de la imagen ayudan a mantener la ignorancia.
Más info: festivalasterisco.gob.ar
Cine Gaumont, sala 1 Y 2 Espacio Incaa: Av. Rivadavia 1635
BAMA Cine Arte: Av. Pres. Roque Sáenz Peña 1145
Malba Cine Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires: Av. Figueroa Alcorta 3415
Kino Palais Palais de Glace: Av. Del Libertador 1248. (entrada gratuita)
Auditorio Enerc Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica: Moreno 1199 (entrada gratuita)
Auditorio Leonardo Favio de la Biblioteca del Congreso de la Nación: Alsina 1835 (entrada gratuita)
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