Viernes, 31 de julio de 2015 | Hoy
#NIUNAMENOS
Por Noe Gall, Desde Villa Allende
Laura Moyano fue brutalmente asesinada en la madrugada del sábado 25 de julio en la localidad de Villa Allende, Córdoba. En la avenida Donato Alvarez, la calle principal de esta localidad, la mataron a plena luz del día, como si nada. Eran las 8 de la mañana cuando Laura murió. No contentos con sólo matarla, también se filmaron mientras lo hacían.
El lunes realizamos una movilización en el barrio, comenzó a las 17 en las puertas del Centro de Salud N 34 de barrio 9 de Julio y concluyó en la obra en construcción donde Laura fue encontrada muerta. La tarde caía y el dolor se convertía en bronca, la marcha y luego la concentración se habían convertido en un duelo colectivo, en una comunidad entera que lloraba a Laura, como lloraba a tantxs otrxs. Nos encontramos lxs mismxs de siempre, nos abrazábamos como dándonos un pésame. Es que así era, transitábamos una pérdida, ahí marchábamos al lado de las putas, las trabajadoras sexuales que llevaban su bandera, con las tortas, las travas y los putos que llorábamos otro crimen de odio ocurrido en la periferia.
La marcha de repente se convirtió en un grito: el de un nosotrxs que englobaba a una comunidad de trans trabajadoras sexuales (la Donato Alvarez es una zona de trabajo para las mujeres trans) y a la vez una población –la del barrio entero– muy vulnerable y precarizada por la situación económica. Laura era el sostén económico de la familia, de día trabajaba como empleada domestica y de noche era trabajadora sexual.
El sol se fue detrás de las sierras cordobesas, el dolor no cesaba. El rito del duelo colectivo no era suficiente, la policía nos empezó a acorralar, tiraron un gas lacrimógeno, imposible respirar. De inmediato un grupo de vecinos trajo gomas y las prendió. Se pidió a gritos a la policía que se vaya. Cuando las compañeras de Laura que trabajaban en la Donato tomaron la palabra, denunciaron a los policías que nos acechaban de cobrarles para trabajar en la calle, de pedirles “favores sexuales”: “¡Ustedes, que nos llevan al campito y nos piden que les hagamos cosas, ustedes son los responsables!”.
El reclamo de seguridad es una ficción. ¿A quién le pedimos seguridad? Cuando las personas que supuestamente deberían brindar ese servicio son las mismas que te matan, desaparecen, o abusan... Los policías tienen las zonas designadas, entonces siempre están los mismos en las mismas paradas, y las chicas casi siempre también están en las mismas paradas, por lo que son personas que se ven todos los días, y el juego es el mismo: ellos las “corren” bajo la figura del artículo 45 del Código de Faltas de Córdoba, ellas no se van, resisten o negocian. Las lógicas son diferentes y únicas para cada zona, para cada persona. Pero no hay negociación equitativa nunca, ellos tienen un arma, ellos te pueden llevar presa: o les chupás la verga o les das lo que ganaste con algún cliente o te comes hasta 60 días en el calabozo. Eso es una forma de violación, pero a nadie le importa porque violar a una trabajadora sexual (ya sea trans o sea cis) no importa.
Esta semana en Córdoba murieron dos trabajadoras sexuales, una asesinada brutalmente y otra de muerte dudosa, hay que esperar los resultados de la autopsia para saber la causa de la muerte. La familia le pidió a Ammar CBA que espere los resultados antes de difundir el caso.
La primera tanda de noticias que salió sobre Laura fue tremenda, todas en masculino y hasta con el nombre del DNI que aún no había podido cambiar, (así lo expresó la hermana) y luego de que las organizaciones salieran a denunciar la transfobia de los medios, pareciera ser que alguna ficha les cayó y hoy ya los titulares son en femenino. Es algo, poco, pero es algo. Y en esta marcha, celebramos con otra compañera, somos muchas más personas que las que salieron a la calle cuando la víctima de un crimen de odio fue la Pepa Gaitán.
Escribo este relato en primera persona porque me siento parte de esta comunidad Lgttbiq que es estigmatizada por la sociedad entera. El día anterior a escribir estas líneas me quedé sin trabajo, después de 15 años en el mismo lugar, por lesbiana. La palabra que se usó para comunicármelo fue una: asco. Las personas que me echaron son mi familia. Trabajo para mi familia desde los 15 años y se enteraron de que soy lesbiana y activista (identidad que había mantenido oculta por cuidado), por lo que no sólo me quedé sin trabajo sino también sin familia: “No te queremos volver a ver nunca más porque nos das asco”. El martes marché por Laura y por nosotrxs, por quienes sobrevivimos en este mundo y encima tratamos de hacerlo un lugar más habitable.
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