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Viernes, 19 de diciembre de 2003

CONSEJITOS DE MARU BON BON

Algunas tretas inocentes para mantener en alto la autoestima de un amante

No es la intención de esta servidora marginar de la fuente de sus saberes a quienes optan por placeres menos tradicionales que el heterosexual –y no cristiano–, pero, queridas amigas, a este consultorio han llegado tantas y tan sentidas misivas adoleciendo de incertidumbre por la utilidad del tamaño de su instrumento que creemos que es tiempo de quitar esos nubarrones de la cabeza de nuestros muchachos y hacerles creer lo que ellos quieren. Porque, digámoslo, sólo nosotras sabemos qué poco importa el tamaño cuando la autoestima es pequeña como un maní. Pasemos a las sugerencias:

1. Contenga las exclamaciones espontáneas: Es preferible emprender una tarea de investigación previa –¡qué pena que ya no haya lentos para calar el masculino monte de Venus ahí donde importa!– antes de que se cuele la decepción entre sus labios. Si es necesario, frúnzalos; manténgalo apretadito y apele a su fantasía. Puede ser que él no se parezca a John Holmes, pero seguro que usted tampoco es precisamente Tracy Lord.

2. No se eche la culpa: Si el muchacho en cuestión navega en su acuario cual mojarrita en el Océano Atlántico no diga que eso se debe a las muchas carreras que usted ha corrido. Si la autoestima no se le bajó por la holgura del estuche, seguro quedará cual gelatina sin enfriar en cuanto conozca sus performance. Ellos son así, pretenden ser los primeros y los últimos. Dele el gusto.

3. Si él requiere una opinión sobre sus partes pudendas: Huya por la tangente, dígale por ejemplo que nunca vio una igual. Qué es única, que ese pequeño lunarcito allí o esa ligera curvatura... Así no habrá mentido y tampoco se habrá comprometido (aunque, vamos, una mentira piadosa no se le niega a nadie).

4. Guarde un as en la manga: O un vibrador en su mesa de luz. Así usted se mostrará juguetona, cachonda, desinhibida y... satisfecha. Uselo como más le guste, muéstrele la linda pruebita que se le ocurrió y mientras tanto diga repetidamente lo bello que es su badajo y cuán bien encaja en sus partes. Y no olvide alabar sus lindas manitos, así tal vez consiga que él vaya a lo seguro –los deditos– y arremeta al final con su cosita. Cuando ya no nos importe.
Por último, y ahora sí, amigos y amigas, sepan que el tamaño es tan importante como el color de los ojos, atrae a algunos/as, sirve de anzuelo, pero no dan satisfacción por sí mismos. En el sexo, como en la vida, sólo la dedicación y el trabajo señalan como faros el camino recto.

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La elegancia y el buen trato con la sensibilidad masculina son la clave para que nunca falte un bocadito que masticar en verano ¡Albricias!
 
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