INUTILíSIMO
Aromas pero no de El Cairo
Tanto en invierno como en verano, la excesiva transpiración puede representar un verdadero tormento para la mujer moderna, más aún si se trata de una secretaria (o de cualquier trabajadora de otro oficio femenino que se realice fuera del hogar). Una vez más, Gloria Darling y su manual Para ser amada, para ser hermosa (Editorial Atlántida, 1937), acude en nuestro auxilio. De entrada, la autora nos enseña que “la eliminación abundante de sudor se denomina hiperhidrosis y es un trastorno frecuente en las chicas nerviosas, que a la menor tensión transpiran copiosamente, con gran menoscabo de su belleza”.
Comencemos por abajo, es decir, por los pies (no desesperen: próximamente nos ocuparemos del tratamiento de otras zonas sudorosas): “sin contar con los sinsabores que ocasionan las extremidades húmedas y malolientes en cuanto a la estética femenina se refiere, el sudor puede producir ampollas e irritaciones que es necesario conjurar”, pontifica nuestro numen, Gloria Darling. Lo básico y elemental: “bañar los pies dos veces al día con agua tibia y alcohol alcanforado”. Además de lo cual se recomiendan las siguientes lociones, a elección: 1) 100 gramos de alcohol, 10 de glicerina, 5 de naftol; 2) 15 gramos de glicerina, 4 de ácido salicílico, 10 de almidón y 30 de óxido de cinc.
Antes de ponerse las medias y calzarse, se sugiere empolvarse los pies con la siguiente mezcla: 9 gramos de óxido de cinc, 80 de raíz de lirio de Florencia, 10 de mentol, 6 de ácido salicílico, 6 de tanino y 4 de alumbre. Para completar este infalible tratamiento pédico, espolvorear el interior de los zapatos con la siguiente fórmula: 85 gramos de talco de Venecia y 15 de alumbre calcinado en polvo. “Cuando el sudor toma caracteres alarmantes –informa Darling–, debe apelarse al formol, disolviendo un gramo en 50 gramos de agua hervida. Se pasa este líquido con un algodón por las extremidades recién lavadas, y se dejan secar al aire. Luego se empolvan con una mezcla de talco y algodón por partes iguales.”
Y así con los pies sequitos y deliciosamente perfumados, ya pueden ir por la vida tan tranquilas. Y en una noche de champaña y rosas, El, si así lo desea, podrá beber tranquilamente un trago burbujeante de vuestro pulcro zapatito.