Viernes, 14 de abril de 2006 | Hoy
INUTILíSIMO
La correspondencia en un medio idóneo para relacionarse, establecer y afianzar amistades, presentar felicitaciones o condolencias, e incluso de desarrollar una relación romántica dentro de los límites marcados por la modestia y la discreción, nos alienta Pilar Bueno en su didáctico manual La joven y su mundo (Editorial Ferma, Barcelona, 1962). Desde luego, con las personas más allegadas y de toda confianza –amigas, familiares– la mujer puede dejar de lado el estilo epistolar rígido y envarado de antaño para manifestarse con cierta naturalidad. Pero siempre en estado de alerta, porque esta forma de carteo, “aunque huya de lo protocolario, supone siempre ejercitar las facultades intelectivas, además de fomentar valores morales”.
Pero hay otro tipo de misivas que –fácil es reconocerlo– no pueden adoptar esa fresca espontaneidad coloquial: son las “cartas de cumplido que por diversas circunstancias debéis dirigir a personas de respeto, cartas éstas que han de ser redactadas con sobriedad y en manera alguna podéis permitiros en ellas la soltura que en otra oportunidad resultaría agradable y que aquí puede interpretarse como irreverencia, sobre todo si van dirigidas a personas mayores con motivo de salutación por día del santo u onomástico, por haber alcanzado algún logro, ascenso, etcétera, así como la congratulación por nacimiento de hijo, nieto, sobrino, etcétera”. Este tipo de carta se encabezan con un “Distinguida señora (o señor)”, y a continuación –amoldándose al motivo–, “habiéndome enterado con gran satisfacción de”, “me apresuro a...”. Claro que –nos ilumina Pilar Bueno– el tono conciso, sobrio y formal no debe excluir una redacción elegante o una palabrita más personal.
Cuando la ocasión lo exige, hay que enviar cartas en un registro aun más serio y circunspecto, como es el caso de las de pésame o condolencia, que se sugiere iniciar de este modo: “Hondamente afectada por la pérdida irreparable de vuestro/a XXX (q.e.p.d.) a quien apreciaba sinceramente, le hago partícipe de mi condolencia a la vez que pido a Dios por el eterno descanso de su alma”.
En cuanto a las cartas oficiales, de petición o de presentación a personas poco conocidas, conviene encabezarlas con un “Muy señor mío”, y cerrarlas con estas correctas palabras: “De usted affma., q.e.s.m. (a continuación la firma)”.
Finalmente, si se trata de epístolas a un muchacho que os atrae o con el cual ya existe una corriente de simpatía, por todos los Santos “no escribáis cosas imprudentemente sentimentales, que os harán aparecer ridículas o excesivamente apasionadas... No os prodiguéis ni hagáis menciones íntimas que puedan caer en manos desaprensivas”. Riesgos que a no dudarlo evitaréis si en el texto que enviáis ponéis el acento en lo cultural y lo espiritual, que es la manera más sana y limpia de acercarse de los corazones puros.
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