MONDO FISHON › MONDO FISHON
Afiches
El sistema publicitario tiene, en ocasiones, la habilidad espantosa de convertir en desechos absurdos aquellos actos primarios y fundamentales de los seres humanos, como alimentarse, beber, dormir, hacer el amor; en fin, vivir. Engañosa como una caja china, cualquier huevada propagandista es soportable con una buena fotografía o una linda chica y/o chico en pelotas. Así de simple, de brutal es el negocio. El no-límite se impone tanto y tan grosero, que hasta se les da la espalda a los efectos perversos que pueda llegar a tener una campaña agresiva en el momento más impreciso y en la ciudad –por estos días– más inequívocamente desgraciada.
Que de la gaseosa Sprite se trata esta vez, esa que la voz de Mario Pergolini sugiere adquirir porque hay que hacerle caso a la sed de uno, que al fin y al cabo todos sabemos en qué momento regalarnos la caricia fría de una bebida inocua. ¿Pero de qué disfrazamos la indiferencia cuando nos topamos con la última tirada de afiches callejeros que muestran la conocida latita verde aplastada contra el piso, en apariencia a la salida de algún sitio potencialmente concurrido por jóvenes, y un pie de foto acompañado por la frase “Sed is dead”?
Sería dudoso o por lo menos muy ingenuo (por no utilizar términos más contundentes que sí vendrían al caso) suponer que los cráneos que idearon esta última campaña la gestaron entre gallos y medianoche, ignorantes de las asociaciones inevitables que iba a provocar el asunto. Justo por estas horas, che, a tan poquitos días del horror que arrojó 191 víctimas que murieron asfixiadas, con las bocas llenas de humo y las gargantas como vidrios rotos, de tanto veneno que aspiraron. Y por si este espanto fuera insuficiente, a sabiendas de que Sed es título de uno de los discos de la banda que actuó la noche del 30/D en República Cromañón. Y entonces uno piensa que, en algún lugar, grupetes de perversos desgraciados se defecan en las sutilezas y deciden, sin mayores cuitas, matar algo más que la sed, ante la vista incrédula de los desangelados que somos todos en estos tiempos que corren, tan con la sensación a flor de piel de que nada ni nadie nos cuida la psiquis ni el cuerpo y, vamos, que a estas alturas a nadie le interesaría embarcarse en prevenciones semejantes.