Viernes, 9 de septiembre de 2005 | Hoy
MONDO FISHON › MONDO FISHON
Film de ciencia ficción de los ‘50, libro imaginativo de cualquier década, pesadilla de humanistas feroces, sueño de consumistas consumad@s. Podemos asignarle el calificativo que se nos ocurra, menos el de fantasía alocada, porque el hecho innegable es que ahí están: los robots forman parte de la vida de alguna gente. Más o menos antropomórficos o simpatiquitos como personajes de animé (de acuerdo con la función que se les otorgue), en Japón están empezando a convertirse en parte del paisaje cotidiano, entre otras cosas gracias a hábiles estrategias de marketing como la Exposición Universal de Aichi, donde a toda hora cualquiera puede asistir para interactuar con robotitos especializados en cuidar niños (sus ojos son cámaras, y transmite por Internet aquello que ve, no tropieza porque está lleno de sensores, agradece los mimos con palabras, reconoce voces, baila, canta, lee...), degustar alimentos, jugar al fútbol... y hasta fungir de recepcionista. Actroid (combinación entre “actriz” y “robot”, en inglés, claro) es precisamente este último caso: de momento se planea destinarla a puestos de información, pero ya se habla de lo bien que van a portarse como secretarias; hablan en japonés, chino, inglés y coreano; gesticulan (suponemos que poquito, porque no queda fino) cuando hablan; y desde ya no se queja, no reclama, no tiene ideas alocadas. Es correctísima la Actroid. Y su reinado va a crecer, o al menos eso dicen en Nedo, la empresa que los comercializa y que en los próximos cinco años espera embolsar entre 15 mil y 20 mil millones de euros por la venta de bichos especializados en vigilancia, información, limpieza y ayuda doméstica.
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