Viernes, 29 de abril de 2005 | Hoy
EL MEGáFONO
Por Sonia Santoro
En febrero, la Red Informativa de Mujeres de Argentinas (RIMA) comenzó una campaña a favor de la legalización del aborto que tituló “Yo aborté”. En ella, mujeres de distintos puntos del país que pasaron por esta experiencia dan su testimonio. Después de dudar un poco, decidí contar lo que había pasado por mi cabeza cuando a los 15 años tomé la decisión de hacerme un aborto. Lo hice por dos cosas: porque siempre sentí cierta vergüenza y me resistí a contarlo; y porque me parecía una buena manera de contribuir a una causa en la que creo a partir de una experiencia de vida.
Así que escribí medio apurada lo que todavía sigue vívido en mi memoria. El testimonio circuló en la lista y luego fue subido a la página web. Fue fuerte verlo ahí, con nombre y apellido, pero pasado el primer impacto lo olvidé.
Hace unos días, sin embargo, recibí en mi casa un llamado que me descolocó. Una chica decía que estaba pasando por una situación similar a la mía y que quería hablar conmigo. ¿Qué puedo hacer yo que soy periodista y apenas estoy preparada para contar sobre estas cosas pero no para brindar demasiadas soluciones?, pensé. Tampoco era tan grave, podría consultar con amigas o profesionales y derivarla o darle algún tipo de información. Pero al mismo tiempo surgió otro tipo de dudas. Así que cuando finalmente hablamos, la escuché con cierto recelo. Aunque por mi profesión es común usar la guía telefónica para ubicar a las personas, la llamada a casa me cayó mal, me sentí expuesta, vulnerable. ¿Ante quién? ¿Ante una chica que quería hacerse un aborto y no tenía a quién acudir? ¿Sería realmente una chica sin recursos? Ahora era yo la que me sentía sola. Tampoco podía pecar de ingenua. Empecé a sentir en el cuerpo lo que significa que el aborto sea un delito en este país. Varias colisteras de RIMA con más experiencia de militancia me aconsejaron que me cuidara. ¿Y si es verdad? Por momentos me sentí totalmente hipócrita apoyando una campaña que después no puede dar respuestas a mujeres concretas. ¿Pero si de verdad Constanza, como dijo que se llamaba, simplemente quiso buscar ayuda fuera de un entorno que no la apoyaba? Nunca sabré si es verdad o no. Decidí no volver a contactarla y ella tampoco lo hizo.
La sensación que me quedó es de desazón. Ante un Estado que no legisla en este sentido, no sólo las mujeres que tienen la desgracia de tener que abortar pueden estar solas y al borde de la ley.
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