Viernes, 2 de noviembre de 2007 | Hoy
VISTO Y LEíDO
Por Liliana Viola
La torre sin fin
Silvina Ocampo
Editorial Sudamericana
118 páginas
$ 28
Es sencillo imaginarse a los niños de Silvina Ocampo: deformados por espejos, alargados o enanos sin necesidad de caer en ningún pozo, con pocas preguntas, azorados. A veces van con delantalcitos blancos como en los poemas patrios en los que ella se vuelve antigua docente y rítmica; niños expuestos a un ejercicio de despliegue moral. A veces, niños y niñas completamente desnudos, presos de las sombras, mientras ella se ríe y, por sobre todas las cosas, no hace nada por dejar de aburrirlos.
La torre sin fin es un libro pensado para la infancia. Parece que la autora le escribe a una etapa, un momento capaz de leerla ahora. Las y los lectores de este libro deberán ser, si es posible, niños entendidos en el sentido de Silvina Ocampo. En este punto, es muy atinada la inclusión de una entrevista realizada por Luis Maza. La autora en esa charla consigna no sólo su respeto sincero hacia la literatura para chicos sino que ensaya algunas de las hipótesis que tiene sobre la infancia, una amiga a la que no hemos podido entender en su momento y a la que regresamos no necesariamente tarde. Esta particular y sensible mirada hacia esta edad tan exigente parece guiar su escritura no sólo en este relato sino incluso en los cuentos pensados para adultos.
De todos los numerosos relatos que produjo para un público infantil, éste es el que mejor se ubica en el límite entre la tradición y la ruptura que la caracteriza. Intenta deliberadamente volver a intentar el viaje moral de El Principito, recuperar la magia de Alicia en el País de las Maravillas, los ogros de los cuentos tradicionales capaces de cambiar de tamaño para engañar a sus captores, la figura del diablo de Stevenson y el tormento de los sueños y del inconsciente, en constante acecho.
Leandro va tranquilo del brazo de su madre y de pronto recibe la caricia y la furia de un vendedor de cuadros. Lo patético se vuelve peligroso. El niño se ríe de él, y por eso el indefenso se convierte en el diablo. Leandro en un instante aparece perdido en la torre sin fin, avanzando o retrocediendo a medida que dibujos que él mismo va haciendo le abren o le cierran puertas. Lo real tiene muros fantásticos, parece decir constantemente Silvina, que como ya es sabido poco o nada hará para salvar a su personaje del territorio de la ensoñación, la culpa, la tremenda fantasía.
Este libro forma parte de la colección de “Silvina Ocampo Inédita”, fue publicado en 1986 en España, pero es la primera vez que se edita en la Argentina.
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