Viernes, 8 de diciembre de 2006 | Hoy
LA VENTA EN LOS OJOS
Las adolescentes piden lolas a los 15, las mamás de las adolescentes de 15 piden lipo para parecerse a las de 15 y las mamás de las mamás de las adolescentes de 15 piden lifting para no parecer madres de madres = abuelas. Las cirugías estéticas pueden –o, en realidad, podrían– ser igual que un mágico corpiño armado (que redunda todo lo que una quiere tener, pero desparramado en el pecho no luce igual que arrimadito en el escote), un maravilloso tapa ojera (que vuelve piel ese cansancio transformado en gremlin violeta), o un imbatible vestidito negro (que el negro estiliza es una verdad irrefutable). O sea: la cirugía podría ser una buena manera de verse/que nos vean de la mejor manera posible. Pero no es lo que pasa ni lo que está pasando ni lo que quieren que pase con la cirugía estética (que podría convertirse en un guiñito al tiempo) pero que, sin embargo, es –sin que necesite serlo, porque no es cuestión de convertirse en una fundamentalista antiestética– un paradigma de mujeres imposibles y, más profundamente, imposiblemente felices. Que es lo grave.
El uso actual de las cirugías no quiere hacer luz sobre la belleza sino oscurecer la posibilidad de sentirse satisfechas de las mujeres actuales.
En este sentido, la publicidad de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires en donde se muestra a un nene –delantal blanco, corbata roja, camisa rosa, estetoscopio colgando– jugando al doctor, bajo el lema Elegir cirujano no es un juego no aporta mejores reglas de juego. En principio, porque lo único que propone es: “Al decidir una cirugía plástica verifique que el cirujano sea un especialista”, y después da la lista de los integrantes de su sociedad (sin que las reglas de esa sociedad ni éticas ni legales se exhiban como certificado de una determinada manera de operar) la publicidad no dice, por ejemplo, que las cirugías deben realizarse en un espacio con quirófano, con exámenes previos, con servicio de emergencias o que no deberían practicarse a menores de 18 años ni a chicas con bulimia o anorexia ni sin exámenes psicológicos previos. Sólo por dar ejemplos. La publicidad no dice que no es chiste operarse, sino que busca afianzar el club del quirófano.
Jugar al doctor, seguro, era otra cosa.
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