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La insípida
› Por Sandra Russo
–¿Vos dirías que yo soy muy narcisista?
–Mmm... no, ¿por qué?
–Qué sé yo, ¿no estoy hablando todo el día de mí?
–Sí, no, qué sé yo.
–Pero soy muy fóbica.
–¿Fóbica vos? ¡Qué vas a ser fóbica!
–¡Pero sí! ¡Si cuando la función ya empezó no puedo ni entrar al cine!
–¿Y eso qué tiene? Yo tampoco.
–Pero mirá que yo casi no puedo ir a fiestas, ¿eh? Me inhibo.
–¿Cómo que te inhibís? Si yo te veo histeriquear con todo el mundo.
–¿Histeriquear? ¿Histeriqueo? ¿Soy una histérica?
–Bueno, es una manera de decir... Hacés chistes, bailás, charlás con todo el mundo, no se te ve muy inhibida.
–Decime la verdad, ¿vos creés que quiero seducir a todo el mundo? ¿Vos creés que quiero que todo el mundo me apruebe?
–Yo no dije eso. ¿De dónde lo sacaste?
–No sé, a veces me parece que lo único que busco es que todo el mundo apruebe lo que hago.
–¿Vos? Si fuiste madre soltera a los diecisiete, renunciaste a un trabajo por el que todo el mundo se mataría, abandonaste a tu marido para irte con tu primo hermano...
–Ah, pero la procesión va por dentro.
–¿Qué procesión?
–Nunca termino de soltarme. Me siento como... bloqueada.
–¿Bloqueada? ¡No me hagas reír! ¡Sos lo más desbloqueado que conozco!
–...
–¿Qué te pasa?
–Soy un flan, soy insípida. Al final no soy nada.