ARQUETIPAS
La segura
Por Sandra Russo
Ay, qué envidia. ¿Vieron con qué convicción esta chica emite sus opiniones? ¿Vieron cómo acompaña con gestos y posturas corporales cada pavada que dice? ¿Vieron con qué prístino y cristalino tono de voz impone los temas de conversación en esas reuniones en las que acaba de conocer a todos los presentes y en las que no tiene el menor empacho de exponer todo lo que se le venga en mente?
Ay, qué envidia ser tan leve como para creerse tan profunda. Qué desvergonzada hay que ser para no tener jamás la sospecha de que se está siendo ridícula. Y no es que ella sea siempre ridícula, no, la verdad que no. Y tampoco es tarada. Y lo que dice con aires de trabajosa elaboración intelectual no siempre es un patchwork hecho con frases escuchadas aquí y allá, leídas en los diarios, escuchadas en la radio, procesadas a la marchanta por su loca cabecita. Si hemos de ser sinceras, más de una vez le hemos oído alguna idea interesante, alguna afirmación categórica y bastante acertada, y esas veces... ay, qué envidia que encima esta chica no sea boba.
Ella no se inmuta, ni siquiera si en la reunión de turno hay algún jetón de esos que nosotras siempre hemos admirado y ante el cual enmudecemos irremediablemente, nos volvemos como Araceli González en “Nano”, ¿se acuerdan? Pura mueca y algún gestito de idea, sonrisa permanente y gracias por todo, nos vemos, ¿te llamo? ¡Ella no! Ella, que también ha sido impactada por la presencia del jetón de turno, en lugar de apichonarse, se envalentona, remonta vuelo, pela sus alas de pavo real, se contonea o bien con el cuerpo o bien con la palabra, hace chistes y logra acaparar la atención del jetón y de todos, que si se dieron cuenta de que la chica es ligera de argumentos, parecen encantados de que lo sea, porque después de todo siempre esperan eso de una chica, encantadora ligereza. Ella es una mujer segura de sí misma, claro, pero además, vamos, che, es una histérica, ¿o no ven que es una histérica? Es absolutamente claro que es histérica, pero también es absolutamente claro que les encanta.
Nosotras, en cambio, somos consistentes, reconcentradas, serias, originales, pero el problema es que todas esas cualidades están guardadas bajo llave y no corren el riesgo de ser descubiertas por nadie. Cuando en una ocasión así estamos por emitir algún brillante bocadillo, lo repasamos mentalmente y siempre llegamos a la misma conclusión: ya lo dijeron o no lo sabremos expresar claramente.
Ay, qué envidia da esta chica, tan segura ella de tener derecho a ocupar su lugar en el mundo. Mientras nosotras pedimos permiso, cedemos el asiento, dudamos, dudamos, evaluamos si es justo algún reconocimiento y no nos cansamos de pedir perdón por cada simulacro de éxito que tenemos, ella se relaja y goza. Qué perra.