Viernes, 25 de noviembre de 2005 | Hoy
TALK SHOW
No sería ésta la primera vez que la película –llamémosle documental– sobre el rodaje de una película supera al –por así decirlo– original. La cineasta Carmen Guarini (Tinta roja, HIJOS) filmó en mayo pasado la filmación de Ronda nocturna, el film de Edgardo Cozarinsky ya estrenado. Es decir, Guarini rondó durante algunas semanas el equipo de rodaje, merodeó con su cámara por los alrededores, “ni adentro ni afuera de esa tribu”, como dice ella en off, con la esperanza declarada de registrar cómo las decisiones de un director se transforman en imágenes.
Pero en verdad, su actitud alerta, perceptiva, sin prevenciones y a la vez cimentada sobre una ideología inequívoca –que ha incidido francamente en toda su producción–, la ha llevado a realizar una obra atípica y abierta, que discurre de manera personal sobre aspectos de esa creación generalmente colectiva llamada cine, sin dejar –por ejemplo– de sentirse concernida frente a la situación actual de los cartoneros –presentes en Ronda nocturna–, “estos seres de la noche que en pocos años nos mostraron el verdadero rostro del mundo global”.
“¿Comiste? ¿Comiste?”, pregunta con cierto dejo perentorio una voz antes de que aparezca la primera imagen, una alta pared con una pintada, enmarcada por dos gruesos troncos de árboles, detrás de uno de los cuales está hablando Cozarinsky, quien cruzará las rayas blancas de la calle después de cortar. Pero antes, termina la conversación: “¡Ah, bueh... qué suerte, qué alivio para mí! Descansá ahora, te llamo en la mitad de la tarde (...) ¿No te importaría hablar de esto más tarde? Estoy trabajando. Bueh... ¿vas a descansar?”.
Guarini elige, entonces, un momento de intimidad del director para empezar su propia película, Meykinof (que también podría llamarse meiquinof, ya que se apela a la fonética de esa expresión en inglés). Un título que obviamente remite a esas producciones promocionales que se hacen durante los rodajes como parte de la campaña publicitaria de una película. Por cierto, nada que ver con la realización de Carmen Guarini, quien nunca pensó en hacer un making off convencional, “con entrevistas donde todos se elogian entre sí y hablan maravillas de la película”. De hecho, después de decir estas palabras, casi como un guiño travieso, deja hablar al actor que protagoniza y que se manifiesta pleno, agradecido, tan afortunado, confirmando aquellas presunciones.
Ni apologética ni neutral, la realizadora da testimonio de la incomodidad de los cartoneros, “doblemente mirados: ahora y después cuando los vean en el cine”, del intercambio de Cozarinsky con su director de fotografía y otros colaboradores, del frío que aprieta aun con frazadas y chocolate, de las visitas de amigos, de los humores cambiantes, de su propio aburrimiento de las repeticiones. Hasta que de pronto los cartoneros dejan de representarse a sí mismos, recuperan su espontaneidad, resisten la cámara de la cineasta.
Meykinof se va haciendo noche a noche sin intentar contra la historia del taxiboy que se encuentra con fantasmas de antiguos amantes, porque los rodajes no son cronológicos y porque tampoco es eso lo que le interesa a Guarini. Ella filma de cerca, de lejos, de costado, escenas de la convivencia efímera de un rodaje, y escenas de la escena que está filmando el director, a quien se a advierte tensamente pendiente de esa otra cámaraencendida, mirona, que desenmascara la relación de la cámara oficial con el equipo, de éste y del otro lado de su ojo, “todos se mueven por un deseo de imagen y también por la angustia de lograrla”, comenta la realizadora siempre en off, invisible pero haciendo visibles, palpables sus vivencias de ese rodaje donde una escena de sexo –en Ronda nocturna cercana, evidente, cruda– se vuelve más sugestiva y erótica en la toma distante, quizás precaria de Carmen Guarini.
Meykinof se estrena el próximo primero de diciembre en el Malba, de jueves a domingo, y en el Tita Merello, en horarios habituales.
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