Destino congestionado
Un hombre y una mujer, delegados de los empleados del servicio 112 de Telecom del Edificio Costanera (donde el 90 por ciento del personal son mujeres), describen una situación de abuso. “Los ritmos de producción cambiaron en el ‘94, con la privatización, y se potenciaron cuando se cerraron las oficinas de atención al público –dice Carlos Artacho, 29 años–. Con el argumento de darle una mejor atención al cliente, aunque nosotros creemos que fue para poner distancia entre la empresa y el usuario, se concentraron todos los servicios y reclamos en la atención telefónica. En el 112 registramos siempre problemas de salud, pero al principio éramos todos pasantes, no había representación gremial, y nadie reclamaba. Hasta que en el ‘98, una investigación del Programa de Investigaciones Económicas sobre Tecnología, Trabajo y Empleo (Piette) concluyó que se trataba de una tarea agotadora, pero el sindicato no hizo nada. Nosotros empezamos los reclamos para bajar los ritmos de producción hace dos años, y también pedimos que se vuelva a las 6 horas, como antes de la privatización, porque ahora trabajamos entre 7 y 8 horas.”
A comienzos de este año, en el servicio de Artacho y María Rosa Arroyo Carrasco, los empleados hicieron una encuesta de salud. El 88,29 por ciento manifestó tener problemas (los más habituales: angustia y estrés, dolores de cabeza constantes, disminución de la audición y de la visión, problemas de garganta y dolencias articulares); del 27,65 por ciento que hace terapia, el 61,53 por ciento dijo que se debía al “malestar en el trabajo”; el 54,21 por ciento toma aspirinas, el 31,32 por ciento antiinflamatorios, y el 7,22 por ciento tranquilizantes. En enero del 2002, el sindicato inició un plan de lucha para efectivizar a los pasantes y, desde hace dos años, no hay más contratados sino convencionados: forman parte del convenio, lo cual les otorga beneficios similares que a un contratado.
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