La pregunta sobre la elección del sexo de hijos e hijas nos remite a una cuestión anterior: ¿qué se elige cuando se elige el sexo? Si pensamos el tema con este enfoque, la cuestión cuantitativa (si es mayor el porcentaje de hombres y mujeres que prefieren un hijo varón, o si la mayoría no tiene preferencia específica) abre espacio a una mirada cualitativa: ¿qué esperan los padres y madres cuando desean una niña o un niño? Esta pregunta también puede reeditarse alterando los verbos en cuestión: ¿qué desean los padres y madres cuando esperan una niña o un niño? Es allí donde, más allá de hacia dónde apunten las preferencias, se aprecia que las imágenes tradicionales de género entran a jugar con toda su fuerza.
Podremos escuchar a un hombre decir “mejor un varón, para que sea mi compañero de aventuras”, o bien “prefiero una nena, porque son más dulces, más cariñosas”. Podremos escuchar a una mujer optando por varón o por niña con estereotipos igualmente arraigados: “Las hijas mujeres siempre te van a cuidar”, o “los varones son independientes, pero tienen debilidad porsus mamás”. Y así, la pregunta por la elección del sexo de los hijos adquiere otra dimensión cuando aparecen las causas de tal elección.
Por otro lado, una vez conocido el sexo de un bebé en gestación, distintos son los significados que se otorgan a los más mínimos datos. Así, por ejemplo, las “patadas” de un varón denotan las de un futuro futbolista; las de una nena, las de una probable bailarina. La forma de las “panzas” también conllevan los más rústicos significados de la mitología sobre el género: puntiagudas (intrépidas), en el caso de los varones; circulares (contenedoras), en el de las niñas. Y así, la construcción de los sujetos en términos del género comienza en el mismo instante en que padres y madres depositan expectativas diferenciales en un bebé que se está gestando. Y, mientras en la vida adulta, los roles y responsabilidades de hombres y mujeres se encuentran continuamente interpelados, y la igualdad de derechos se encuentra consagrada en la normativa nacional e internacional, la transformación de las imágenes de género no será completa mientras no alcance a cuestionar estas “bien intencionadas” expectativas que nos preceden desde antes de nacer y que, probablemente, nos acompañen en el transcurso de toda la vida.
* Socióloga y consultora de Género de Unicef en Argentina.
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