La Encuesta Anual de Indicadores Laborales del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTESS) de la Nación dice que, en 2006, el 65% de los puestos laborales del sector formal fueron ocupados por varones y el 35% por mujeres; también se incrementó en mayor medida la tasa de empleo masculino: 7,9%, contra 7,9% del femenino. “En términos absolutos, se han creado más del doble de puestos de trabajo masculinos que femeninos.” En 2006, el 32% de los hogares tenían jefatura de una mujer.

En Argentina, la feminización del empleo por ramas de actividad es notable: las mujeres son el 94,9% en el servicio doméstico, el 76,4% en la enseñanza, el 63,2% en los servicios sociales, el 46,8% en hoteles y restaurantes, el 39,5% en servicios comunitarios y el 38,8% en la administración pública. Sin embargo, llegan sólo al 29,3% en industria manufacturera, el 15% en transporte y almacenaje, el 11% en el mundo ejecutivo (en industrias, servicios y finanzas).

En Mujeres en Puestos de decisión. Manifestaciones de la vida pública y de la vida privada/doméstica, un estudio que el Observatorio de la Comisión Tripartita de Igualdad de Trato y Oportunidades entre Varones y Mujeres en el Mundo Laboral (que funciona en el MTESS) realizó entre mujeres del mundo empresarial, sindical y gubernamental, el techo de cristal se hizo evidente a medida que ascendía la escala jerárquica: “la gran mayoría de las entrevistadas tiene como superior a un hombre”; “las mujeres del sector empresarial y del sector sindical reconocen su esfuerzo y lucha personal como la principal forma por la cual accedieron a su puesto de trabajo”, mientras que las mujeres del sector gubernamental lo adjudican a “haber sido propuestas por su superior jerárquico”. Las sindicalistas afirmaron estar en desventaja ante sus pares varones a la hora de gozar de poder de decisión. En todos estos mundos, “las mujeres eligen mayoritariamente estilos de relación participativa: escuchar propuestas y pedir consejos”. En su mayoría, no dejaron de trabajar al ser madres: “Articularon estrategias que les permitieron desarrollar su doble rol”; las que sí dejaron de trabajar lo hicieron por “la necesidad de cuidar a sus hijos o a algún familiar enfermo”.

El mismo estudio señala brechas, abismos, preguntas de respuesta pendiente: “¿cómo entendemos que las mujeres señalen como no extraño ocupar puestos de decisión, pero a su vez su superior sea por lo general un hombre?, ¿dónde debemos apuntar para cambiar la cultura organizacional para que las mujeres accedan a los puestos más altos (...)? (...) Sustentar políticas de género es mucho más que enunciar la igualdad de acceso con la protección de una tasa de participación y oportunidades para desprenderse de los estereotipos. Es fundamental dar continuidad a las innovaciones, amparar las adquisiciones, vigilar el cumplimiento de la ley, y sobre todo ampliar las intervenciones en el mercado laboral”.

Además de las disposiciones normadas por la ley de contrato de trabajo (en cuanto a la no discriminación de las mujeres ante cualquier trabajo, la igualdad de salario entre mujeres y varones, la licencia por maternidad), Argentina ratificó ante la OIT convenios para garantizar distintos caminos de acceso a la paridad: el de Igualdad de remuneración (c. 100), el de Discriminación (c. 111), el que atañe a Trabajadores con responsabilidades familiares (c. 156), el de Protección de la maternidad (c. 3).

En el Seminario Internacional 50 y 50: Paridad de mujeres y varones en el poder, el trabajo y la casa, organizado por el Inadi a principios de mes, María Elena Valenzuela, representante de la Organización Internacional del Trabajo en Chile, señaló: “Hay que tener mucho cuidado, ya que las políticas de igualdad tienden a tener un retroceso en períodos de receso económico. Por eso es muy importante avanzar no sólo en el combate en cuanto a las formas directas, sino a las indirectas de discriminación, las formas sutiles, que tienen un efecto grande.”