Viernes, 7 de diciembre de 2007 | Hoy
Por Juan Carlos Volnovich *
Los chicos reciben una información muy contradictoria sobre la violencia que tiende a volverlos locos. Por un lado, hay una crianza políticamente correcta que abomina la violencia y, por otro lado, van a la escuela y las maestras les muestran a José de San Martín, a Manuel Belgrano, se reivindica al Santo de la Espada y, obviamente, San Martín no tenía la espada de adorno. De hecho, nuestra libertad no se ganó de la nada, sino con la lucha armada. Por eso, actualmente confluyen discursos sobre la paz y la reivindicación de la violencia contra la opresión.
Por supuesto, la enseñanza de la historia no supone la idealización de la violencia generalizada. Pero, en todo caso, habría que proponerse hablarle a los chicos y chicas de la existencia de una violencia que es justa y una que es injusta y no ponerlo en términos de violencia mala y pasividad buena.
Por otro lado, no se le puede pedir ni a la tele ni a los videogames que tengan una ética ajena a la de la propia sociedad. A los chicos sí se les puede prohibir jugar con revólveres de juguetes o videogames de francotiradores, pero con que prendan el televisor y vean lo que reflejan los noticieros de la realidad es suficiente para que se den cuenta que hay una violencia que se ejerce por las grietas en las que la justicia fracasa.
Por otro lado, no podemos saber si jugar es un juego elaborativo para digerir y metabolizar la violencia y, por lo tanto, eludirla. O si, por el contrario, incentiva y da luz verde al posterior uso de armas reales. A veces, jugar no está naturalizando la relación con las armas y la violencia sino que puede estar filtrando el bombardeo que los chicos/as reciben de una sociedad violenta.
* Médico y psicoanalista.
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