Una de las violencias económicas más clásicas no es sólo la de los maridos contra las esposas –ni hablar si las mujeres no están resguardadas legalmente y son novias o concubinas– sino de parte de los hermanos varones contra las hermanas y, muy especialmente, cuando los padres tienen un dinero importante con que ellos quieren quedarse, no repartir equitativamente o, supuestamente, resguardar para que las mujeres no lo dilapiden.
Las escuchas ilegales que involucran políticamente al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri –ya que el principal sospechoso de las grabaciones indiscretas sería Jorge “Fino” Palacios, el hombre que el ex presidente de Boca quería al frente de la Policía Metropolitana– no sólo muestran al supuesto precandidato presidencial de centroderecha en apuros para explicar las escuchas ilegales (por ejemplo, a Sergio Burstein, de Familiares de las Víctimas del atentado a la AMIA) sino que desnudan una manera de hacer (y espiar) en política.
También reflejan el lugar de las mujeres en las familias tradicionales que, en el caso de los Macri, tienen cada vez más poder. Ya que justamente uno de los que denunció haber sido espiado es la pareja –Néstor Daniel Leonardo– de Sandra Macri, hermana de Mauricio e hija de Franco Macri. Néstor Daniel –asumido parapsicólogo– declaró ante el juez Norberto Oyarbide. Mientras que Franco lo acusa de esotérico y de actividades secretas (¿que justificarían que fuera espiado ilegalmente?), el presunto brujo fue escuchado –si se confirma la hipótesis de la investigación– por entes estatales, lo cual, de probarse, constituye un delito. Pero, aún más allá de la ley, en el fondo de la naturaleza familiar que suele segregar a las mujeres (de la familia) pero las busca (para ir del brazo) jóvenes y de piernas largas (que no son las características de Sandra, la hermana de Mauricio, pero sí de las novias de Franco y Mauricio), la pregunta es: ¿Para qué querían espiar a Leonardo? ¿Para proteger a la hija o a la hermana de algún tipo de violencia o maltrato o para que el yerno y/o cuñado no use la plata familiar? Es sólo una pregunta, aunque no descabellada.
Por algo, algunas mujeres callan, ceden, se quedan con menos. O pelean. Ese fue el caso de Marisa Escasany, quien luchó, durante años, con su hermano Eduardo, quien era el presidente del Banco Galicia, por el control de la institución y la herencia familiar, en un gesto que –igual que las denuncias por violencia doméstica– muchos tildan, prejuiciosamente, de ambicioso o de rompefamilias y otros/as de mujeres que buscan justicia en el reparto de los bienes o en el propio control del dinero que les corresponde por herencia o derecho propio.
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