Viernes, 14 de enero de 2011 | Hoy
Por Josefina Delgado
Por razones generacionales no la tuve en mi infancia pero sí tuve un trato personal con ella cuando fundamos la Biblioteca de la Mujer del Gobierno de la Ciudad, que aún subsiste. Fue en el año ‘86, época en que el secretario de cultura era Félix Luna y la idea era tener libros de autoras mujeres, tesis doctorales, trabajos de investigación, es decir un corpus bien completo de la producción literaria de mujeres. No solamente material para el lector común sino para estudio y divulgación. Creamos un pequeño comité y decidí convocar, por razones obvias, a María Elena. Le pusimos Alfonsina Storni a la biblioteca y la inauguración fue grandiosa: en vez de hacer un acto formal, abrimos la biblioteca al barrio y preparamos guiso de lentejas para convocar a la gente. Hicimos unas ollas enormes, compramos cazuelitas de plástico y ella trabajó en esto con mucha generosidad y apertura, a pesar de que ya usaba un bastón para caminar.
María Elena era feminista, al margen de que alguna vez pueda haber dicho que no lo era y aunque la palabra ahora pueda tener algo de mala prensa, ella defendía el respeto a la igualdad de oportunidades, el no ser subestimada por ser mujer, el vencer los estereotipos y los roles adjudicados previamente a cada género. Defendía los derechos de las mujeres en un marco de defensa de las libertades del ser humano. En la biblioteca hemos hecho jornadas sobre violencia, mujer y trabajo, jornadas multipartidarias y ella ha participado, así que claro, Maria Elena era feminista.
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