Es una manera de trabajar
Tengo 60 años, no me dan jubilación y no tengo trabajo, ¿de qué vivo?” Cinco meses atrás, María Inés encontró la respuesta: vio el cartelito en el bar, “miré, pregunté, charlé con la coordinadora y empecé a venir”. Ahora ofrece aquí cortinas, almohadones y algunos adornos que le permite hacer su oficio de decoradora de interiores. Cuando la crisis empezó a agudizarse, fue perdiendo poco a poco a sus clientes, incluso a “un señor que tenía cuatro locales y cerró todos, se fundió”. De allí que ésta sea su “última carta”, aunque “la fe es lo último que se pierde y todavía no está dicha la última palabra”. Siente que con esto, con lo que puede traer de su casa (“porque ahora no están entregando telas”) se ayuda y ayuda a otros, gracias a este sistema puede trabajar aunque sea por créditos, y “llevar cosas para comer, comestibles”. “Lo veo positivo, pero me gustaría trabajar como antes, que cada uno pueda trabajar en lo suyo”, acota Yolanda, su amiga de 65 que tampoco cobra jubilación de los años que vivió como profesora. Una de las cosas que más nota es que “hay una adaptación: mis amigas no están nada acostumbradas a esto, yo tampoco, pero nos estamos adaptando”. Cuando “ya todo está muy complicado”, estar aquí es una resistencia, una forma de “no bajar la guardia”, aunque ahora, hoy, su preocupación principal es cómo “pagar la luz y el gas, porque el teléfono ya se fue”. María Inés coincide en que “seguimos luchando”, dice que está entusiasmada por las asambleas del barrio, a las que no falta (“es gente en general, hay que hacer una cadena para que estemos todos bien”), recuerda que nunca le otorgaron el crédito para pymes que solicitó antes del desbande económico, y sueña: “Admiro a Horacio Verbitsky... charlar con él sería uno de mis sueños. El otro es viajar. No muy lejos, a Chile, algo así, lo que quiero es viajar”.
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