FúTBOL › ARGENTINA MERECIO GANARLE A BRASIL, PERO SE QUEDO CON LAS MANOS VACIAS
Otra vez el código penal
Brasil se consagró ganador de la Copa América al superar a Argentina por 4 a 2 en la definición por penales. En Argentina fallaron Heinze y D’Alessandro y convirtieron Kily González y Sorin; los brasileños tuvieron ciento por ciento de efectividad. Argentina ganaba bien 2 a 1 pero, cuando faltaban sólo 20 segundos para el final, Adriano marcó el 2 a 2 que obligó a definir desde los 12 pasos.
Por Juan Jose Panno
Las primeras sensaciones por las que, seguramente, atraviesa el futbolero argentino medio en el anochecer del domingo son de amargura, decepción, desilusión y bronca. Apenas terminada la definición por penales y mientras hace zapping, porque no tiene demasiadas ganas de quedarse a ver el festejo de los brasileños, el futbolero argentino medio se pregunta por qué se desperdició un triunfo a sólo veinte segundos del final y se pregunta por qué se hicieron los cambios que se hicieron y no otros que tal vez sí se debieron haber hecho, y se vuelve a preguntar cómo miércoles puede ser que estos brasileños se hayan quedado con todo después de haber tenido casi nada. No le cabe la derrota al argentino medio porque el umbral de resistencia a la frustración se le había reducido a casi nada después del último mundial y porque andaba con auténticos deseos de reconciliarse con el técnico y sus jugadores, y una victoria como Dios manda (o de última como sea, porque se trataba de un clásico) hubiera ayudado.
Hubo una buena actuación, pero no un triunfo; hubo muchas situaciones de gol, pero sólo se concretaron dos; hubo pocas llegadas del rival, pero se cristalizaron dos, en el epílogo de cada tiempo; hubo medallas, pero no de oro; hubo un impresionante dominio de la pelota y el terreno, pero no se lo confirmó en la red y, por todo eso, Marcelo Bielsa, los jugadores y todos aquellos que apoyan sin reparos, o sostienen críticamente su gestión, se van a ver obligados a dar toda clase de explicaciones. Ya se sabe que las derrotas agrandan los interrogantes y achican las certezas, y por eso se multiplican las preguntas, aunque hay algunas que se caen de maduras:
¿No fue un error dejar a Figueroa en el banco? Desde lo táctico, no. Con Coloccini en la cancha, la Selección pudo presionar como lo hizo, borrar al rival de la cancha por varios pasajes y quitarles juego a Luis Fabiano y a Adriano. Sin Figueroa se pudo haber perdido algo de contundencia ofensiva, aunque no puede decirse que Tevez haya jugado mal ni que el ex Central hubiera resuelto el déficit ofensivo. Quizá lo peligroso es el mensaje que se transmite a los jugadores cuando se saca un delantero para poner un defensor, evidenciando un respeto por el rival fronterizo con el temor.
¿No se debió dejar en la cancha a Tevez para retener la pelota y aguantar los minutos finales en el banderín del corner? Bueno, sí, puede ser, pero los contrarios también juegan. Y si Bielsa lo hubiera dejado a Tevez en vez de ponerlo a Quiroga, se estaría preguntando por qué no sacó un delantero para poner un defensor y bajar definitivamente la cortina. El fútbol, ya se sabe, tiene estas cosas y hasta a los más ultraconservadores les han metido goles en los instantes finales.
¿No era natural ganarle a este Brasil B? No. No era un Brasil B aunque no estén Ronaldo, Ronaldinho ni los laterales. Es una selección de jugadores de categoría con puntos débiles, pero con el poder de definición que los caracteriza. Inferiores a esta Selección Argentina, es verdad, pero con un poco de mala suerte, como la que se tuvo, se podía perder.
Cuando pase la calentura, cuando se enfríe la bronca, se podrán valorar todos los cambios encarados por Bielsa en dirección del juego que coincide con el gusto popular; la confirmación de Mascherano, que luego de este campeonato se va a quedar a vivir en la mitad de la cancha de la Selección; la aparición de Heinze, que hasta hace poco era un ilustre desconocido; la recuperación de Tevez y el rendimiento general satisfactorio. Es una pena que no se haya podido ganar la Copa América; es una alegría que se haya intentando conseguirla como se lo hizo: volviendo a las fuentes, con audacia, nobleza y toque.