Un marciano en París
A los 32 años, Lance Armstrong se convirtió en el ciclista que gana por primera vez seis ediciones consecutivas del Tour de France, la carrera más importante del mundo del pedal. Una victoria épica en los Champs Elysées.
Por Carlos de Torres
Desde ParIs
Lance Armstrong hizo realidad su sueño de “llegar a Marte” dentro de su carrera profesional y “superó” al Armstrong, Neil, que puso el pie en la Luna en 1969, 25 años y 5 días antes. El ciclista de Texas, a punto de cumplir los 33 años, dio todo un curso de calidad, ambición y poderío en el Tour de France, que le sirvió para quedarse solo en el historial con seis títulos, por delante de los hasta ahora más grandes de la carrera, como Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain, todos ellos los componentes del “club de los 5”. Armstrong, convertido en un símbolo mundial de superación tras derrotar un cáncer, volvió a ser el mejor, razón por la que justifica su condición de “esclavo del ciclismo”, su razón de ser y de vivir. El astronauta del ciclismo vive por y para el Tour, y cada día que se levanta el sacrificio está orientado a volver a escuchar el himno de su país en los Campos Elíseos el último domingo del mes de julio.
“Soy un esclavo de mi profesión. Preferiría comer hamburguesas, beber vino y divertirme, pero me lo impide mi deseo de ser el mejor del mundo. Ganar el Tour es mil veces mejor. Me gusta trabajar por la victoria. Soy el mejor porque soy el que más sacrificios hace”, ha repetido en muchas ocasiones.
Armstrong ha ganado una edición fácil y cómoda, al contrario que la edición anterior, que fue la de las caídas y accidentes. Si el año pasado se salvó de milagro de lesiones serias en dos caídas, esta vez llegó a París como emperador absoluto con 6 victorias de etapa y demostraciones que permiten pensar que, si quiere, puede volver por el séptimo título. “Me he divertido como nunca”, dijo. “Este record te hace formar parte de la historia del ciclismo. Esta es la carrera más importante del mundo y la que da sentido a mi vida personal y profesional. Todo esto es emocionante”, subrayó ayer el ciclista texano.
Su capacidad de sufrimiento y su mentalidad para superar problemas dentro y fuera de la carretera lo forjó desde bien pequeño. No tuvo una infancia demasiado cómoda. En su casa padeció el abandono de su padre y el padrastro sólo le aportó violencia y odio. Con apenas 21 años ganó su primera etapa en el Tour y confesó que si otro Armstrong alcanzó la Luna, él llegaría “hasta Marte”.
“Es el tiempo de Armstrong”, dijo un día por si había quedado alguna duda entre sus rivales, que siguen intentando encontrar el punto débil de un hombre que tras luchar por la vida parece ser indemne a todo tipo de ataques. Rivales, directores de equipos y expertos varios aceptan el slogan igual que en tiempos recientes con Indurain. “No hay duda, es superior”, dicen resignados.
“No soy un animal, soy un competidor, a veces paciente y a veces agresivo. Tácticamente soy bastante inteligente para saber atacar de forma selectiva y en el momento oportuno. Trabajo para ganar y el Tour es mi vida”, comentó.
“No me gusta que me llamen caníbal como a Merckx, sólo quiero ganar. Tampoco me gusta regalar etapas porque antes las regalaba y después algunos no se portaban bien conmigo”, explicó el día que ganó este año en el Grand Bornand.
En 1995 se fraguó el mito, cuando Armstrong tuvo que hacer frente a un avanzado cáncer testicular con metástasis en pulmones y cerebro, y someterse a un duro tratamiento de quimioterapia. Sin duda, superar el cáncer fue su mayor triunfo personal. Su boda, su regreso en 1998 y sus primeras victorias ese mismo año despertaron simpatía y admiración.
Su primer gran triunfo llegó en el Tour de Francia de 1999. Tanta hazaña después de su grave enfermedad era difícil de creer y pronto surgieron las voces, desde la prensa francesa, que lo acusaban de posible doping. “Me da igual lo que piensen de mí los periodistas o los que escriben libros. Yo lo que quiero es ganar y llegar a París con la camiseta amarilla”, dijo molesto cuando le preguntaron por las sospechas.
En el 2000, Armstrong arrasó en el Tour, en el que vistió de amarillo desde la décima etapa y sacó más de seis minutos al alemán Jan Ullrich, pero no pudo coronar su sueño olímpico y tuvo que conformarse con el bronce en Sydney.
En el 2001 inscribió su nombre en el club de los 3 Tours junto a su compatriota Greg Lemond, el belga Philip Thys y el francés Louison Bobet. En el 2002 volvió a exhibirse con autoridad y no se mostró obsesionado con el quinto Tour. Incluso admitió que se consideraba un corredor “un escalón por debajo de Indurain”, pero su objetivo ya estaba marcado: volver en el 2003 para ponerse en la primera página de los grandes mitos de “su carrera”.
Armstrong hizo un breve repaso de sus éxitos en la carrera francesa. “En 1999 fue una sorpresa y entonces no me veía ganado un segundo Tour y menos un sexto. Ahora tengo mucha experiencia, he vivido momentos muy duros, pero todo valió la pena.”
El líder del equipo US Postal se planteó el futuro con dudas sobre su continuidad en la bicicleta como profesional. “Aún no he decidido nada y quiero ir a casa, relajarme y decidir en los dos próximos meses”, resaltó. “Lo que pasa –continuó– es que no me imagino vivir sin el Tour. Si vuelvo será en perfectas condiciones físicas y mentales para ganar. Puedo afrontar otros objetivos, pero tengo 33 años y el tiempo pasa.”
Jean-Marie Leblanc, director del Tour de Francia, declaró que la carrera todavía es “más grande” que Armstrong. “Las números dicen que sí, que Armstrong es el ciclista más grande de la historia de la carrera. Ha ganado etapas de todas las clases, pero no es invencible. El Tour es más grande que Armstrong”, declaró Leblanc.
El director de la carrera dio su opinión sobre la superioridad del corredor en los últimos años. “Excepto el año pasado, nunca mostró ningún signo de debilidad. Su reinado se puede explicar tanto por su fuerza individual y la de su equipo como por la debilidad de la oposición. Un buen número de rivales no han cumplido con las expectativas, pero tenemos la confirmación de ciclistas como Ivan Basso o Andreas Kloeden”, agregó.
“Ha dado a otros ciclistas una lección de profesionalidad, de preparación y atención. Con él, el tiempo del ciclismo aficionado ha pasado.”
Con su nombre en la leyenda del Tour, Armstrong no sabe si volverá en el 2005. Las fuerzas se van debilitando, pero su ambición sólo la concibe para ganar. Ya alcanzó Marte. ¿Y ahora?