FúTBOL › BOCA LE GANO A RACING CON DOS GOLES DE PALERMO
Le pega de punta
La victoria le permite al equipo de Brindisi, un conjunto que de a ratos rinde bien y de a ratos mal, alcanzar el liderazgo del Apertura compartido con Vélez y River. En el cuadro de Fillol se quejaron por el segundo gol del delantero boquense, por una presunta falta del goleador, dentro de un partido que fue mediocre y que pudo haber sido un empate. A Racing, la pérdida del invicto le cayó mal, pero ya está pensando en River.
Por Juan Jose Panno
Martín Palermo es un jugador fenomenal, pero es también un fenomenal tronco. Es capaz de jugar sutilmente de cabeza como un brasileño en la playa y de pegarle de puntín como un esquimal en apuros; es capaz de pasarse un largo rato fuera de onda y de llegar en los momentos justos para definir un partido; es capaz de ensayar una chilena espectacular y de caerse ridículamente después de un vuelo que desafía toda la lógica; es capaz de sudar a mares poniendo coraje y lagunear sin chances de pescar nada; es capaz de una asistencia para demoler psicológicamente a un rival y da la sensación de necesitar él mismo urgente asistencia psicológica.
Boca, como Palermo, es un equipo raro, que no se sabe cómo juega ni a qué juega y que, para decirlo con más precisión, puede rendir de a ratos muy bien y de a ratos horriblemente mal; que da la imagen de estar merecidamente en la punta del campeonato y que obliga a preguntar qué es lo que está pasando con el fútbol local que un equipo como éste no pelea en los últimos puestos.
Si se permite la exageración, Boca, como Palermo, es tanto un equipo fenomenal como una fenomenal banda. Sus hinchas, que adoran a Palermo, se pusieron muy felices con que haya sido él, justamente, el autor de los goles que le dieron la victoria ante Racing y no se detuvieron demasiado a analizar, al menos en caliente, los altibajos del ídolo ni los del equipo. Boca, que tuvo alguna de buen juego con Guglielminpietro y Ledesma, ganó sin lujos, sin que le sobrara nada, en un partido que bien pudo terminar empatado, pero ganó legítimamente a menos que se entienda que, en el cabezazo del segundo gol, Palermo se colgó de Cristian Fernández y le cometió foul. La jugada fue discutida por los jugadores de Racing, aunque sin demasiada convicción.
En realidad, a esa altura, cumplido el primer cuarto de hora del segundo tiempo, los jugadores de ambos equipos estaban cansados de reclamarle al árbitro por foules cometidos y tarjetas amarillas no sacadas. Palermo se anotó dos veces en la red con un promedio excelente porque tiró cinco o seis veces, a lo sumo, al arco de Lucchetti. La primera fue gol apenas empezado el partido arrojándose hacia adelante para conectar de zurda; después vinieron un par de remates a cualquier lado, un cabezazo débil y aquel cabezazo de pique al suelo que sorprendió a Lucchetti.
Racing no es más ni menos que Boca. Corre, mete, lucha, de a ratitos toca correctamente, pero no tiene demasiadas variantes ofensivas. Ayer, al menos, pareció limitar todas sus posibilidades ofensivas a lo que le saliera al hábil y generoso Lisandro López, que las corrió todas, intentó siempre y de a ratos se las arregló solo para complicar a todo el fondo de Boca. López fue el autor del transitorio empate de Racing en una jugada clásica de esas que le duelen mucho a Boca: doble cabezazo en el área. Primero la tocó Cristian Fernández y debajo del arco López le cambió el palo a Abbondanzieri. Todo había nacido en un tiro de esquina forzado por el mismo López con un remate cruzado que el arquero de Boca había desviado con gran esfuerzo.
En los últimos quince minutos de un mediocre partido, el cuadro de Fillol apretó a Boca contra su arco y le puso mucha presión, pero fue pura cáscara porque objetivamente no logró crear ninguna situación seria de riesgo. De contra, el cuadro de Brindisi pudo liquidar el encuentro en ese mismo lapso, pero Cangele terminó demasiado solo, envuelto en las telarañas de su gambeta.
Palermo volvió al gol y Boca llegó a la punta. Desde los números todo cierra, pero todavía falta mucho para que se termine de armar el buen equipo con el que sueña Brindisi.