FúTBOL › TRAS LAS CONJETURAS DURANTE LA CONVOCATORIA, YA ESTAN LOS NOMBRES: HAY QUE ELEGIR EL EQUIPO
Línea por línea, la Selección elegida
EL ARQUERO.
Uno que la agarre
Por Gustavo Veiga
Una sensación amenaza recorrernos el cuerpo desde el primer partido. Es como la gota de transpiración que surca la frente en estado de neurosis o pavura. No tenemos un arquero convincente, tributario de la dimensión que supieron ganarse las señeras figuras del puesto: Amadeo, Gatti y Fillol. Los tres que convocó Marcelo Bielsa parecen párvulos del arco al lado de aquéllos. Están todavía sujetos a examen, como si aún les restara dar alguna materia en su carrera hacia la arqueridad (condición que denota cierta madurez, mencionada por Juan Sasturain en El día del arquero, allá por 1986).
Germán Burgos jugó más y, por ende, tuvo más chances para lucirse y consolidarse. Pero se le discute la titularidad. Acaso porque su perfil de tipo imprevisible, arriesgado y no del todo equilibrado debajo de los tres palos le patean en contra. Su rendimiento bien podría asemejarse a las líneas sinuosas que dibuja un electrocardiograma. Arriba, abajo, arriba, abajo. Se brotó el día que le pegó una trompada a un delantero del Espanyol de Barcelona en el área chica, cuando jugaba para el Mallorca. Como alternó buenas y malas en los clubes donde atajó. En cambio, sus desempeños más recientes en la Selección casi no han tenido fisuras. Es un arquero que, por sí solo, puede ganar partidos. Como ocurrió contra Perú por las eliminatorias, cuando al equipo lo dirigía Daniel Passarella. Aunque sus súbitos cortocircuitos le restan puntos si hay que definirse por su estilo de arquero-jugador.
Pablo Cavallero es el más sobrio. Está respaldado por las estadísticas sin goles de sus esporádicas apariciones, pero posee un perfil demasiado bajo para el puesto. En la era de los arqueros que hacen goles (Chilavert, Saja, Nacho González) pasa inadvertido. Quizás en esa condición residan su flaqueza y su mejor virtud. Se trata del revés de la moneda, si se lo compara con Burgos, su principal competidor. No es devoto de la espectacularidad, ni de un arrojo a prueba de balas. Por su continuidad y regularidad en un fútbol de alto nivel, merecía integrar el plantel. Que no equivale a decir que el titular sea él.
Roberto Bonano está a mitad de camino entre el “Mono” Burgos y Cavallero. No es una mezcla de los dos, pero se les parece bastante en ciertas características. Con el arquero del Atlético Madrid comparte la temeridad y sus ingenuidades. Recuérdese que fue el único arquero en el fútbol argentino al que le cobraron la regla de los siete segundos (originó un tiro libre para Unión que convirtió Tilger contra River). Como Cavallero, se aproxima al perfil de arquero-atajador que no sobresale en Burgos. Si está en su día, es casi invulnerable. Pero también tiene baches –sobre todo en los centros– que lo tornan poco confiable. Hoy aparece como la tercera alternativa, pero...
En el Mundial se debe tomar en cuenta un ingrediente extra. La definición por penales que puede suceder a un partido desde los cuartos de final en adelante. En este rubro, no contamos con un avezado especialista, como Goycochea en el Mundial de Italia o Carlos Roa en Francia ‘98. Bonano tiene una ligera ventaja sobre sus colegas, pero no es el colombiano Córdoba, ni siquiera su ex compañero de Central, Hernán Castellano, dos expertos en adivinar a qué palo va la pelota.
De todos modos, con sus pros y sus contras, Burgos se nos antoja el hombre más indicado para el arco. Porque lo peor sería apelar a aquello de “va un gol cada uno”, como en los potreros. Durante un Mundial hay que respaldar al titular y cruzar los dedos.
LOS DEFENSORES.
La vieja línea dura
Por P.V.
Hace un tiempo, cuando todavía era entrenador, Jorge Valdano hizo explícita una idea que ya era popular en el inconsciente menottista. ¿Para qué poner recuperadores de pelota si la vamos a tener nosotros todo el tiempo? Ideal utópico del fútbol –jugar sin la molestia del rival– si pudiera alcanzarse, el entrenador se preguntaría a continuación para qué poner defensores... Esa es una pregunta que, en una Selección de vocación ofensiva, independientemente del estilo, no resultaría ilógica. Del medio para atrás, Bielsa tiene más de un problema resuelto.
La defensa de la Selección Argentina es una ecuación que el entrenador ya resolvió, pese a la aparente complejidad de su grado. Como en un ejercicio matemático formal pero sencillo, las incógnitas fueron despejadas casi de inmediato, y desde hace rato no engruesan las preocupaciones más inmediatas del técnico, que abrevan en otras líneas que se analizan aquí al lado.
El sueño lo perdió Bielsa cuando Nelson Vivas, uno de sus jugadores-emblema, sufrió una inapelable rotura de ligamentos. Hasta ese momento, en marzo, la formación de la zaga era una fija. La obligación de tachar al ex marcador de Quilmes y Boca de la lista fastidió a Bielsa tanto por la ausencia que provocaba como por el quiebre de la solidez estructural que seguía a continuación.
En el caso de Bielsa, la línea de tres en el fondo resultaba sello de autor. Esporádicamente probó con cuatro, pero la tradición que venía desde Passarella en Francia 1998 sumada al calce de los intérpretes -prácticamente los mismos que el Kaiser llevó a L’Etrat– facilitaron la adopción.
Pero Vivas –una debilidad de Passarella y una seguridad de Bielsa– no estará y el entrenador hizo un par de pruebas para confirmar lo que ya sabía: que Mauricio Pochettino, pensado como alternativa líbera de Roberto Ayala, tenía que correrse, como el país, a la derecha. Entrado en años y en mañas, Chamot no lo conforma como para darle la titularidad, aunque sí para entrar en el plantel, lo que no logró su último berretín, Facundito Quiroga.
Con Pochettino las dudas no están ciento por ciento despejadas. ¿Que pasará en los cierres? Ayala es una fija en el fondo, especialmente si aprendió la lección Bergkamp, tomada en Marsella. De alto es difícil que pierda, aunque en algunos partidos su cabeza funcionó mejor en ataque que en rechazo, lo que puede ser contraproducente contra un equipo como Inglaterra, por ejemplo. Pero, ¿resiste la duplicación de tareas?
Por fortuna, a la izquierda de su televisor Bielsa respira tranquilo. Fuimos varios los que, viendo el Mundial Sub-20 de Malasia, hace cinco años, supimos interiormente con satisfacción que la Argentina ya tenía un seis solvente y categórico para Japón. Entre sus varios atributos, Walter Samuel puede vanagloriarse de uno fundamental: nunca defraudó. De arriba tanto como de abajo, un cacho más por personalidad que por técnica.
Samuel es de esos defensores que ganan por fiereza, la característica central de este equipo argentino que primero asusta y después convence con eficacia antes que con belleza. Frente a nigerianos y suecos, ése será un recurso extremadamente útil.
Como línea de cierre, Pochettino-Ayala-Samuel no resiste discusión, en el muestreo de lo posible. A la dudosa alternativa Chamot sólo puede sumarse la de Placente para la izquierda. Es cierto, tampoco hay mucho más. ¿Será que Bielsa se ha planteado seriamente para qué poner defensores?
Los del medio
Todo bajo control
Por Juan José Panno
En la mitad de la cancha no hay dudas: van a jugar, siempre y cuando no pase nada raro, Zanetti, Simeone, Sorín y Verón. Las posiciones que ocuparán también son conocidas: Zanetti y Sorín serán, como se los llama en España, carrileros; Simeone se parará delante de la línea de fondo y Verón se moverá suelto, de enganche, unos cuantos metros más arriba. La alternativa de que Verón juegue en el lugar de Simeone y Aimar en el de Verón se cruzó alguna vez por la cabeza de Marcelo Bielsa, pero a esta altura habría que desecharla, al menos en el partido inaugural. En caso de incendio, en una de esas al entrenador se le da por romper el vidrio y recurre a Aimar, pero por ahora no hay chispas a la vista.
Zanetti se va a desplazar por la derecha cubriendo el tramo que va de la entrada al área propia hasta la entrada al área rival. Casi 70 metros de un recorrido que conoce palmo a palmo. En caso de embotellamiento se las ingeniará para encontrar una salida alternativa y en situaciones propicias se lanzará en diagonal por rutas conocidas hasta el punto terminal del arco contrario o la asistencia a un compañero. Hace poco, en un reportaje publicado en La Nación, César Luis Menotti señaló criteriosamente que una de las diferencias entre esta selección y las otras es que en ninguna de las otras hay jugadores capaces de llegar en zig zag limpiando rivales, tal como lo puede hacer, por ejemplo, Zanetti. Es así. Si Zanetti está en vena puede desequilibrar por sí mismo arrastrando rivales hasta generar el espacio para la llegada libre de sus compañeros de ataque. Ha demostrado esta virtud en muchísimas ocasiones. Si, por el contrario, la gambeta no sale y se encapricha y en lugar de tocar a tiempo insiste en atravesar rivales (como ha sucedido alguna vez), no será buen asunto. Si las circunstancias del partido lo justifican sabrá cómo hacer para correrse al interior, pararse de cuatro y colaborar con Pochettino en la contención de los rivales que eventualmente ataquen por ese costado. Cuando se juega con tres en el fondo se suele pasar a cuatro cuando baja uno de los carrileros, o a cinco, cuando bajan los dos. Zanetti no tendrá problemas porque, después de todo, su puesto original es el de lateral y no el de volante. Algo parecido ocurre con Sorín, que se moverá por la franja izquierda. Sorín, que llega al Mundial en las condiciones anímicas ideales, está buscando en Japón la puesta a punto. El orgullo y el amor propio que lo caracterizan disimularán que llega físicamente desgastado, jugando tremendas finales con el Cruzeiro de Brasil con un pie en el avión. Bielsa, que lo tiene entre algodones, confía en la inteligencia, la entrega y la calidad técnica de Sorín, un joven experimentado, uno de los titulares indiscutibles del equipo. Sorín es uno de los jugadores más funcionales. Se lo puede descubrir en su área sacando la pelota de la raya y medio minuto después tirando un centro atrás desde la raya de fondo rival después de un desborde o apareciendo en situación de gol. No siempre prolijo, no siempre lujoso; pero con variados recursos técnicos y con una polenta propia de un caudillo como Simeone.
Este equipo nacional podrá jugar bien, regular o mal, pero no se entregará nunca, no bajará los brazos en ninguna circunstancia porque así es la línea que se vuelca desde el fondo de la historia y que tiene a Simeone como circunstancial abanderado. Parado unos metros delante de la línea de fondo, Simeone marca, recupera, grita, ordena (a veces embarulla) y de vez en cuando se da el lujo de pasar al ataque.
Queda Verón, el refinado, el más técnico de todos, el de la mejor pegada, el que puede sorprender con un remate de media distancia, un tiro libre o un pase en profundidad, el que mejor maneja los espacios, el más capacitado para salir de la espiral vertiginosa en la que a veces cae el cuadro. Verón carga con la responsabilidad de ser el único armador de esta selección y asume muy bien el rol porque a su calidad le ha agregado años de experiencia en Italia e Inglaterra, en relación con el último Mundial.El rendimiento del medio juego de la selección argentina, por no decir del equipo todo, dependerá de la magia de Verón.
LOS DELANTEROS
Todos los extremos son buenos
Por Juan Sasturain
Uno no sabe si hablar de delanteros, de wines, de centrodelanteros, de extremos, de puntas por afuera o por adentro. Uno no sabe cómo llamar a lo que ve, y entonces adhiere a lo que el seleccionador nombra, se allana a sus categorías aunque no sepa decir con claridad –por ejemplo– de qué juegan el Kily o Gustavo López, cuando juegan. Lo indudable es que siempre los delanteros son el lugar de una polémica especial porque todos queremos que el equipo ataque, que el técnico no sea miserable, que haya lugar para los habilidosos y no para los burros, en fin... Por eso, tal vez, es donde más nos apasionamos.
De los que lleva Bielsa, hay cuatro que todos queríamos y en los que coincidimos: Bati y Crespo; Orteguita y Caniggia. Con paradoja o sin ella, seguramente no los veremos sino de a pares: Bati o Crespo, Ortega o Caniggia. Después está, modelo terminado, el irrenunciable “Piojo” López, ese tipo de jugador que, como el Almirante Nelson Vivas, sólo los seleccionadores –primero Passarella y después Bielsa– los han sabido ver en toda su dimensión contra la opinión descreída de la mayoría (nosotros incluidos). Y finalmente, los otros “extremos” de Bielsa, el Kily y Gustavito, son delanteros de mentira, tipos que “hacen las veces de”, transitan por los costados con las piernas al derecho o invertidas como el del Celta –un zurdo por derecha– juegan habitualmente bien de algo que no podríamos explicarles a nuestros padres futboleros. En fin, es lo que hay.
En principio, hay que diferenciar qué haría uno de lo que Bielsa tiene en su indudable cabezota. Lo más probable es que juegue uno por adentro -Batistuta o Crespo (nos es indiferente, aunque pondríamos de salida al Bati) y uno y medio o dos medios por afuera, con el Kily González clavado: Ortega por derecha y el Kily del otro lado; o el Piojo y el Kily; o Caniggia y el Kily. Como el Pájaro no está bien, es el que menos posibilidades tiene de arrancar jugando. Una lástima, pero eso es lo que se ve como posibilidad. Parecería que Bati y el Piojo son más aptos para jugar con espacios amplios –con el resultado a favor o simplemente parados de contra– mientras Orteguita y Crespo serían algo más finos en espacios reducidos o ante rivales que esperan abroquelados. En realidad, pondríamos a Ortega siempre.
Claro que, si fuera por uno, tampoco debería faltar nunca Aimar, no haciendo turno y banco como suplente de Verón sino como otro enganche, con llegada, como ha estado jugando últimamente tanto en la Selección cuando le tocó como en el Valencia. Pero es muy difícil que Bielsa saque al Kily –que tan bien le (nos) rinde– para optar en esa zona por las variantes creativas que ofrece Pablito. Precisamente, lo que uno quiere son variantes. Si el ataque está formado por el Piojo, Batistuta y Kily –y es probable que así sea en algún momento–, las posibilidades de “inventar” ofensivamente son mucho menores que con Ortega, Bati o Crespo y Aimar. Por eso, son éstas las opciones que más nos seducen.
Sin embargo, todos se la bancan. Bienvenido sea Gustavito López tirando centros con la pierna cambiada para que cualquiera cabecee en el área, y nadie gritaría más que nosotros un gol del Piojo López pegándole de primera cuando hubiera debido pasarla... Pero es gol, y los goles no se discuten ni se merecen. Se hacen. Y todos los que están han demostrado que los saben hacer.