Lun 21.02.2005
libero

FúTBOL › APUESTAS DISIMILES DE VEIRA Y BENITEZ

Los chicos fueron más grandes

Por Facundo Martinez

“Juventud... Divino... Tesoro...”, gritaba Luca Prodan con voz ronca y enojosa en unos de los pasajes de la canción “Los Viejos Vinagres”. Esas tres palabras, como si se tratara de una presencia fantasmal, sobrevolaron ayer el aire del Nuevo Gasómetro. Habrá escuchado bien el exhorto, tras la tremenda caída sin atenuantes, el entrenador Jorge Benítez, quien, a todas luces, mientras es tironeado por una parte del pasado y otra del futuro de Boca, parece comenzar a desgarrarse sin encontrar equilibrios. Una buena lección le dio ayer Héctor Veira, que apostó a los juveniles sin tanta enmienda y terminó pasándole el trapo a la experiencia boquense, sacándole brillo al porvenir, a ese San Lorenzo que asoma y entusiasma.
En esa decisión, que es sin dudas de fondo, San Lorenzo sacó la primera ventaja, aquella que a la larga le terminó valiendo el triunfo. Con más años que fútbol en la cancha, Boca no tuvo prácticamente chances de imponer su tan mentada experiencia. Porque –¡atención Benítez!– para llegar a una pelota no alcanza con la chapa de los éxitos, ni con la pura guapeza. Sin fútbol, más temprano que tarde, se acaban todos los sueños. ¿No era que Benítez iba a utilizar a los juveniles en el torneo local? Finalmente no. Para enfrentar a San Lorenzo, el entrenador apostó a lo que creyó seguro, y se equivocó feo. Boca fue un desconcierto total, falló en todas sus líneas y, para peor, dejó una imagen tan confusa que, para recomponerla, pareciera necesario dejar correr mucha agua debajo del puente, una buena limpieza.
Pablo Zabaleta, Walter García, Jonathan Botinelli, Pablo Barrientos, Hernán Peirone, todos surgidos en las divisiones inferiores sanlorencistas, formaron parte del equipo que imaginó Veira para forjar la hazaña frente a Boca. La dirección de apuesta es también clara. Porque mientras estos muchachos fueron de menor a mayor, agrandándose en la cancha como si se tratara de un sueño que se les volvía realidad, Martín Palermo, Guillermo Barros Schelotto, Cristian Traverso, Andrés Guglielminpietro, Rolando Schiavi, Aníbal Matellán, Diego Cagna y Raúl Cascini fueron cayendo con estrépito, sufriendo la impotencia de las piernas semifundidas, aturdidos por el ole, ole, ole y ole que bajaba de las tribunas y plateas del Nuevo Gasómetro, mientras corrían sin ton ni son detrás de la pelota. Música para el Bambino, y premio.
En cambio, Benítez se llevó un buen golpe que quizá lo ayude a despertarse para poder decirles no a las presiones de los jugadores que, es lógico, quieren jugar siempre, aunque ya no puedan hacerlo como antes. Benítez tiene que encontrar el equilibrio entre el pasado y el futuro. No es tarea fácil sin el apoyo de los jugadores, sin autocrítica. Antes del arranque del torneo, el DT imaginaba un equipo que mezclara la experiencia de siempre con la juventud y las ganas de los que se vienen. No hubo nada de eso ayer, y no hubo nada.

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