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“Por eso yo te quiero dar

Boca, mi corazón...

yo te sigo a todas partes

gracias por salir campeón...”

Iban un poco más de diez minutos del segundo tiempo, el juego estaba interrumpido porque le habían pegado un viandazo a Gago y los de la segunda bandeja de Casa Amarilla asumieron el protagonismo con el canto que encontró respuesta en cada rinconcito de la Bombonera. Enseguida, Palacio recibió de Insúa, clavó el segundo gol y definitivamente encendió la mecha de un espectacular festejo que terminaría una hora más tarde con los fuegos artificiales que prepararon los dirigentes y la celebración auténtica de los jugadores y los hinchas en un tono jocoso y festivo con destinatario casi exclusivo: River, que lo mira por TV.

La primera vuelta olímpica de la tarde la habían sacado sorpresivamente de un freezer a eso de las cuatro. Un poco antes de lo que muchos esperaban –la Doce no había llegado todavía, había huecos en las tribunas–, los futbolistas salieron a la cancha y sin decir “vuelta va” empezaron a caminar en torno del campo de juego. Despacito, despacito, rompieron un poco el hielo cuando saludaron al público que pidió que se aplaudieran los goles de Palermo que se suponía iban a venir. Pero no llegaron. El grandote número 9 de Boca (que tenía la posibilidad de consagrarse goleador del Clausura, para lo cual debía marcar un par de tantos) estuvo cerca muchas veces, pero se quedó con las ganas.

La vez que estuvo más cerca fue a los 24 minutos, cuando el mejor jugador de los locales, Gago, lo dejó cara a cara con el arquero de Olimpo. Palermo miró, apuntó, pero se olvidó de su naturaleza y en lugar de disparar a lo loco intentó una pisadita a lo Insúa y Cambiasso se quedó con la pelota. Poco antes había bajado un centro de Insúa y lo dejó solo a Silvestre para que conectara una palomita. Y como las asistencias no se computan como gol, ni medio gol, ni nada, el delantero tuvo que seguir remando. Los compañeros pusieron la mejor voluntad y le tiraron centros desde atrás, desde la derecha y desde la izquierda. Palermo casi emboca un par de voleas, una tijera y dos cabezazos, pero los casi goles tampoco se cuentan y entonces el goleador del torneo terminó siendo el uruguayo Vargas, de Gimnasia y Esgrima La Plata.

Sobre la mitad del segundo tiempo empezaron los cambios, el partido pasó a un tercer plano y lo más interesante estuvo en las tribunas, que imprevistamente saludaron a Basile (ver aparte) en el medio del variado repertorio de cantos que desplegaban en continuado.

El cierre se coloreó con la loca ronda de los jugadores en la mitad de la cancha; la carrera hacia las tribunas laterales con el clásico avioncito; la entrega de medallas uno por uno (los más aplaudidos fueron Guillermo Barros Schelotto, Gago, Insúa, Palacio y Palermo); los fuegos artificiales y la satisfacción general por un festejo merecido, justo, ganado en buena ley.

BOCA-2 Abbondanzieri -6 Calvo -5 Silvestre -6 Díaz -6 Krupoviesa -5 Battaglia -6 Gago -8 Bilos -5 Insúa -6 Palacio -6 Palermo -6- DT: Basile

OLIMPO-0 Cambiasso -6 Solana -5 Pinto -4 Lucas -5 Fernández -5 Costela -4 Wagner -5 Méndez -6 García -4 Ramírez- 5 Maggiolo -4- DT: Labruna

Estadio: Boca.
Arbitro: Juan Pablo Pompei.
Goles: 18m Silvestre (B), 59m Palacio (B).
Cambios: 53m Savoia (4) por García (O); 60m Asencio (5) por Costela (O); 67m Guillermo Barros Schelotto por Palacio (B); 70m Cardozo por Bilos (B); 77m Marino por Insúa (B) y Blanco por Maggiolo (0).