El “topetazo-efecto” del africano Zidane al “insulto-causa” del mussoliniano Materazzi, la aparente mani pulite de la Justicia deportiva italiana desbarrancando de categorías a Juventus, Fiorentina y Lazio, y quitándole puntos al Milan –quizá por lobby de Berlusconi, quizá porque la cosa no daba para más–, y los desvelos por los alargues y los penales para los definiciones quedaron como remezones de la Copa del Mundo de Alemania, a la manera de novelones berretas del primer mundo, sin mayor preocupación por intentar, de parte de quienes sponsorean todo, por nada que tenga que ver con la posibilidad de que en el futuro los torneos sean menos olvidables.

Pero los culebrones vernáculos de pretemporada no le fueron muy en zaga. Que Belluschi a River o a Boca, que reuniones Aguilar-López y fechas que se vencen para cumplir compromisos que no se cumplen. Que Abbondanzieri a Getafe y Boca buscando a Bobadilla o a Oscar Córdoba para reemplazarlo, mientras Medrán se va a préstamo a Talleres, todo aunque ni el Tano Roma ni el Loco Gatti sigan en actividad. Mientras tanto, el sedicente contestatario pero nunca transgresor representante de Vélez ante el Comité Ejecutivo de la AFA, Raúl Gámez, parece que firmó pero no firmó el contrato cuyas cláusulas conoce pero no conoce, y que el empresario petrolero ruso parece haber acordado con Julio Grondona y la comparsa de levantamanos, por el cual la Selección Nacional jugará una serie de partidos desde el mes próximo hasta vaya a saber cuándo, siempre y cuando le sea aceptado al susodicho súbdito de Vladimir Putin dormir pared de por medio con el futuro técnico de la Selección en las concentraciones, libre acceso a los vestuarios, un lugar en el banco de suplentes durante los partidos y la potestad de elegir una determinada cantidad de jugadores, entre otros privilegios.

Por supuesto, todo a espaldas de la gente...