Lunes, 17 de julio de 2006 | Hoy
CONTRATAPA
Por Gustavo Veiga
Más que un símbolo comercial, las tres tiras de Adidas podrían ser las que sirven para estrangular los derechos laborales de los trabajadores que producen sus camisetas y pelotas de fútbol, vendidas de a millones. Uno de los principales sponsors del Mundial, y socio estratégico de la AFA, apostó al torneo en Alemania para posicionarse mejor en su intento por desbancar a Nike del liderazgo en artículos deportivos. Pero semejante propósito, que según su presidente Herbert Hainer le permitirá a la multinacional vender productos por 1200 millones de euros en el 2006, no es gratis para su reputación empresaria. Hacia el corazón de su emporio industrial en Herzogenaurach, hoy sólo reducido a los despachos de su directorio, las oficinas de venta, el predio donde se alojó la Selección Argentina y un local de rebajas, llegan denuncias desde varios puntos del planeta. Sobre todo de El Salvador, el pequeño país de América Central adonde la compañía desvió su producción para abaratar costos. En 1993, hace ya trece años, dejó de funcionar su última fábrica en tierra alemana. La decisión tuvo un precio: Adidas jugó con la salud, las condiciones de trabajo y las indemnizaciones impagas de cientos de empleados de firmas subsidiarias a las que les encarga su producción. Mientras cada uno de ellos gana el equivalente a un par de botines de fútbol por quincena, a Oliver Kahn, el arquero que ni siquiera fue titular en el seleccionado local, le paga un millón de dólares adicional para que vista con exclusividad sus prendas.
En los días previos al Mundial, dos hechos no demasiado difundidos por los medios alemanes colocaron en una posición incómoda a la multinacional. Por un lado, su asamblea de accionistas fue alterada por la presencia de cuatro activistas de la campaña Ropa Limpia, quienes participaron de ella gracias a que les cedieron su lugar algunos accionistas críticos. Cuando llegó el momento de votar para eximir de responsabilidades al directorio por las condiciones laborales en naciones como El Salvador e Indonesia, los militantes que pregonan el slogan “Juego limpio en todos los campos”, como réplica al que levanta la FIFA, lo hicieron en contra.
El otro episodio fue la visita que efectuó a Alemania una trabajadora despedida de “Hermosa”, la compañía subsidiaria que fabrica indumentaria para Adidas en El Salvador, con el objetivo de sumarse a la campaña Ropa Limpia. Estela Ramírez, quien fue dejada cesante por intentar fundar un sindicato, forzó un encuentro para que la recibiera Frank Henke, el director de Asuntos Sociales de la multinacional. La reunión se llevó a cabo en Nuremberg y ambos concurrieron a ella con su propio traductor. Sussane Greiling, una docente alemana que asistió a Ramírez durante el encuentro, comentó a Líbero: “El se mostró muy cínico. Le dijo que hubiera sido mejor que ella y sus compañeras colaboraran con la política de Adidas, que siempre le ha exigido al gobierno salvadoreño la promulgación de leyes para respetar los derechos de los trabajadores. Pero la compañía jamás ha comunicado cuál es su política. Entonces, digo yo, ¿cómo van los empleados a colaborar con ella?”. Y precisó que “Henke vino a la reunión con su propia traductora porque no confió en mi traducción”.
Al mes siguiente del encuentro entre Ramírez y el representante de Adidas, la tendencia a multiplicar las ganancias con motivo del Mundial ya era un objetivo cumplido para la compañía. El 28 de junio, Hainer formulaba declaraciones en el conservador periódico de noticias y negocios Handelsblatt, donde reconoció el gigantesco éxito de la empresa gracias al torneo. Desde Berlín afirmó: “Hemos superado las metas que nos fijamos para el Mundial. En total, se venderán zapatos y camisetas por 1200 millones de euros”. El presidente del directorio también abundó en detalles sobre las perspectivas de Adidas para el futuro y anticipó que el 2007, sin competiciones importantes a la vista, dejará ganancias iguales o mayores a las de este año. ¿Cuáles son las razones? Podría hablarse de marketing estratégico.
Los últimos datos oficiales de la empresa que se conocen datan del 2005, donde alcanzó un volumen de ventas por 6064 millones de euros y una ganancia neta de 390 millones. Los militantes de Ropa Limpia sostienen que los integrantes del directorio de la multinacional se vanagloriaban por entonces de haber aumentado sus propios honorarios en un 89 por ciento. Mientras tanto, según la campaña de denuncia contra Adidas, en El Salvador, una empleada como Ramírez gana, en el mejor de los casos, 150 dólares por quincena. Greiling, quien viajó varias veces a ese país por sus compromisos con organizaciones de Solidaridad, sostiene que “con ese dinero las trabajadoras no pueden vivir, ni alimentar a sus hijos, por un trabajo que, a veces, les exige 14 horas diarias”.
Cuando estuvo en Nuremberg, la salvadoreña reveló que en Hermosa les exigían que durmieran debajo de sus máquinas, no más de cuatro horas, para de ese modo seguir trabajando después. Ella intentaba que se difundieran condiciones laborales muy próximas a la esclavitud cuando la despidieron. Estela cumplía su labor en una gran barraca, con techos que se recalentaban y pocos ventiladores, donde ella y sus compañeras quedaban al borde de la deshidratación, sin que les permitieran ir al baño las veces indispensables, y sin siquiera poder salir de ese lugar cuando les dolía la cabeza.
Maik Pflaum, un militante alemán de la campaña Ropa Limpia, recuerda que “Adidas mantuvo su producción en la planta de Hermosa desde el 2000 hasta mayo del 2005, cuando se cerró porque los trabajadores habían fundado un sindicato en abril del mismo año. Desde entonces no pudieron cobrar una deuda enorme de salarios, indemnizaciones y la empresa, además, no pagó cuotas del seguro social y del fondo de pensiones. Hasta sabemos que existe una lista negra y no encuentran otro puesto”. El director de Asuntos Sociales de la compañía que se reunió con Ramírez, negó que Adidas operara con Hermosa más allá del 2002 y que, por esa razón, no iba a pagar un centavo de las sumas que reclaman los despedidos. Pflaum refuta a Henke: “No puede ser verdad porque hasta mayo del 2004 la compañía les explicó a sus accionistas críticos que organizaba talleres laborales para los trabajadores de Hermosa. Adidas ignora hasta su propio código de conducta”.
Como fuere, aun antes de que finalizara el Mundial, Hainer confesó que la empresa de las tres tiras había sido una de las ganadoras del torneo. A confesión de suculentas ganancias, relevo de pruebas. Aunque sería apropiado que Adidas también reconozca sus deudas.
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