Hace apenas veinte días, el domingo 12 de agosto, Boca perdió con Argentinos, quedó casi en el fondo de la tabla y se dijo, entre otras cosas, que Palermo es un ex jugador, que la defensa sin el Cata Díaz es un flan, que Caranta es menos de lo que parecía, que Palacio se volvió lenteja, que Banega se agrandó un poquito con el Mundial, que los jugadores tienen la cabeza en Japón y por eso no arriesgan, que Russo perdió el rumbo y que va a ser necesario que los dirigentes se pongan las pilas para que vuelva Riquelme porque si no no hay ninguna posibilidad de pelear por el campeonato.

Ayer Boca trepó a la punta en soledad y se dirá que fue porque le ganó muy bien a Huracán, porque Caranta mostró seguridad, Banega hizo todo bien, Palacio fue un avión en competencia despareja contra defensores carretas, Palermo mostró que su olfato goleador está intacto y por eso reventó dos veces el travesaño y Russo se ve que la tiene clarita.

¿Qué cambió en 20 días? ¿Qué fue lo que produjo esa gran transformación? La respuesta es sencilla: se le dieron los resultados. Cuatro victorias consecutivas: ante San Martín de San Juan, con un poco de suerte en una tarde negra; ante Gimnasia, con un penal dudoso, pero mostrando un poco más de fútbol; ante Independiente jugando muy bien y ayer, demostrando una clara superioridad sobre Huracán, con independencia de lo mucho que tardó en concretarla en la red. Son prácticamente los mismos jugadores (salió Cardozo, entró Dátolo, alternó un poco Gracián, jugó un ratito Paletta), el mismo esquema de juego, la misma vocación ofensiva e idénticas fragilidades defensivas que sus rivales de turno no supieron aprovechar.

Es que los análisis superficiales que se hacen con la chapa puesta no suelen tomar en cuenta cuestiones básicas como que la pelota pica, que el azar pesa, que Basile tiene bastante razón cuando habla de cómo se levantan los jugadores y que en este fútbol de entrecasa los vaivenes son cosa de todos los días. El sabio Adolfo Pedernera decía –en otros tiempos– que en el fútbol se sube como una palmera y se baja como un coco. Hoy es distinto: se sube y se baja a la misma velocidad.

El partido de ayer pudo tener otro destino muy distinto si Sánchez Pre-tte hubiera concretado una de las dos ocasiones muy claras que tuvo en el arranque del partido. Y del mismo modo pudo ser goleada de Boca si Palermo no hubiera chocado dos veces contra el travesaño Palacio, con un poco más de puntería, hubiera concretado alguna de las claras.

En definitiva, Boca ganó bien, merecidamente, porque pasada la sorpresa inicial asumió el protagonismo del juego, hizo que casi todo se desarrollara en las cercanías de Barovero y tuvo muchas más situaciones de gol. No las concretó por algunos de los factores ya enunciados y porque el arquero visitante respondió muy bien en casi todas las oportunidades en que le tocó intervenir. Huracán cumplió una actuación digna, tuvo la intención de jugar de igual a igual, trató con mucho respeto la pelota y ya sobre la mitad del segundo tiempo empezó a pensar seriamente en sostener el invicto y olvidarse de Caranta. Por eso armó una línea de cuatro. No se le dio porque Palacio recibió un buen pase de Battaglia y en el área Barovero le tiró el cuerpo encima. Penal, dijo Javier Collado. Gol, dijo Ledesma. Boca, único puntero, el mejor equipo del campeonato dijeron los comentaristas. Lo de Argentinos quedó atrás. Fue hace 20 días: una eternidad.

Estadio: Boca.

Arbitro: Javier Collado.

Goles: 77mm Ledesma (B), de penal.

Cambios: 58m Puertas por Poggi (H), 62m A.González por Urribarri (B), 65m Gracián por Dátolo (B), 69m A.Sánchez por Coyette (H), 78m Barijho por Zarif (H), 80m Cahais por Battaglia (B).