Ante poco más de 3 mil espectadores y un calor bochornoso, Arsenal de Sarandí demolió 4-1 a Rosario Central, que lució impresentable en su sector defensivo. Si el conjunto del sur continúa jugando de la manera en que lo hizo ayer, atravesará exitosamente su primera experiencia en Primera. Por el otro lado, si el conjunto dirigido por César Menotti no modifica su sistema de marca en línea, que ante la mínima astucia y precisión rival invita a todos a quedar mano a mano con su arquero, su permanencia en la máxima categoría peligrará muy seriamente.
Central tuvo un arranque de torneo verdaderamente prometedor, con triunfos rutilantes, muchos goles y bastante equilibrio táctico; y de pronto, sin escalas, registró una caída vertical. Cuando parecía que Menotti se había curado de su empecinamiento por implementar el achique compulsivo, volvió sobre sus pasos de manera absolutamente innecesaria. Su línea de cuatro no estuvo coordinada a la hora de salir en bloque hasta la mitad de la cancha.
El equipo rosarino tuvo incluso el monopolio de la pelota en el primer tiempo, pero sin hacer ningún daño en la zona de definición y Arsenal hizo casi a la perfección lo que suele intentar siempre: esperar, presionar y, ni bien se consigue el balón, salir disparado con mucha gente y tanta más inteligencia al arco contrario.
Silvio González abrió el marcador con un zurdazo bajo al palo izquierdo de Castellano y luego Piersimone amplió con un remate también de zurda luego de un caño de González y de otra grave falla defensiva.
Central descontó mediante un cabezazo de Luciano Figueroa, gracias a una muy mala salida del arquero Limia, pero Arsenal, con astucia, no dejó reaccionar al equipo visitante y casi de inmediato volvió a marcar por intermedio de Andrizzi, con un zurdazo de 30 metros ante otro achique fallido de la zaga visitante. Fue Piersimone el que cerró la cuenta luego de una buena jugada de González.
Después Arsenal celebró a rabiar y César Menotti atendió en los vestuarios solamente a los periodistas rosarinos, ya que imaginaba la andanada que se le venía encima...