FúTBOL › LA GERENCIADORA BLANQUICELESTE HACE AGUA POR TODOS LADOS
Racing, sin caja chica
Los tiempos del monumental Mostaza Merlo y el campeonato después de 35 años ya parecen lejanos. Fernando Marín comanda (?) una
institución para la que el gerenciamiento trajo una nueva incertidumbre. Y no es de ahora, claro.
Por Gustavo Veiga
El efecto balsámico que causó el título conseguido por Racing después de 35 años de sequía se disipó hace tiempo. Blanquiceleste S.A. está en problemas. Hace unos días, su gerente administrativo rogó que Lanús no le cobrara una vieja deuda de 5.800 pesos, porque no tenían dinero “ni para pagar la luz”. El episodio, cuyo origen se remonta al año pasado, es apenas una muestra gratis de las dificultades que atraviesan el empresario Fernando Marín y su tambaleante proyecto de gerenciamiento. Acaso porque intuye un penoso desenlace, el ex presidente Juan De Stéfano, acaba de aventurar: “Seguro que en cualquier momento se vende el club y pasará a manos de alguna persona en el exterior. Es información que yo tengo...”. Y el abogado Miguel D’Aquila, uno de los racinguistas que continúa insistiendo con el levantamiento de la quiebra, volvió a cargar contra Marín: “No puede ser que él no tenga una garantía si el negocio le sale mal”. Mientras tanto, antes de fin de mes podrían conocerse novedades en la causa por administración y quiebra fraudulenta que investigó un juez de Lomas de Zamora y que ahora está en manos de la Cámara de Apelaciones. El Tribunal debe pronunciarse sobre si serán sometidos o no a juicio oral, los tres últimos ex presidentes: De Stéfano, Osvaldo Otero y Daniel Lalín. Ellos, junto a un numeroso grupo de ex directivos, siguen procesados en una causa que comenzó el 15 de mayo de 1999, cuando se presentaron ante una Unidad Funcional de Instrucción, los abogados Rodolfo César Molina y Oscar Ricardo Cribari, ambos ligados al sector de la hinchada denominado Racing Stones.
El jueves de la semana pasada, De Stéfano le confió a Líbero: “Gente del exterior habló con él (por Marín) para quedarse con el club. Además, lo de Ardiles puede venir un poco por eso. Porque si no, es inexplicable. No le puedo decir más nada...”. El hombre de negocios que constituyó Blanquiceleste S.A. con un capital inicial de 12.000 pesos, atraviesa una delicada situación económico-financiera, pero difícilmente deje trascender lo que ocurre. Ya pensaba así hace casi una década. El 7 de enero de 1993, afirmó en la revista GENTE: “Lo que gana o pierde un empresario, no tiene por qué trascender. No me voy a poner a dramatizar”. Tal vez, por esa razón, jamás respondió al pedido de entrevista que este medio le formuló en 2001 a través del área de prensa de la gerenciadora. Aquellos eran tiempos más dulces y no tendría nada relevante para informar.
En la AFA, a Marín le cubren las espaldas con discreción. “Con Racing está todo bien”, informó uno de los abogados que asesora a Julio Grondona. En rigor, poco o nada se sabe del crédito verificado que tenía la asociación en la quiebra del club que, en un principio, le posibilitaba a Blanquiceleste pagar 2.343.923,30 pesos en diez cómodas cuotas. La primera, vencía el 1 de diciembre de 2001. Pero el emprendimiento comercial que culminó con un gran éxito deportivo el 27 de diciembre del año pasado, comenzó a hacer agua por debajo de la línea de flotación. Hace tiempo que Reinaldo Merlo, quizá el único director técnico del mundo que recibió en vida el tributo de una escultura propia gracias a aquel campeonato, tuvo que abandonar la cubierta. Apareció Osvaldo Ardiles en su lugar y se reforzaron las desconfianzas. Entre ellas, la que abona De Stéfano con su hipótesis de la venta del contrato que les permitió a Marín y sus socios administrar hasta hoy el fútbol de Racing. Donde no parece haber suspicacias es en los expedientes. Y en la AFA se abrió uno entre tantos, el 19 de diciembre de 2001, que lleva el número 28.479 y por el cual se condenó a la Academia, es decir Blanquiceleste S.A., a pagarle a Lanús el equivalente a 1.530 entradas generales y 52 menores. O sea, unos 5.800 pesos por un importe de la recaudación mal rendida el 16 de diciembre pasado, cuando Racing derrotó a su rival por 2 a 0, unos días antes de salir campeón.
Como la gerenciadora se resistió a desembolsar ese monto durante meses, los dirigentes de Lanús esperaron la oportunidad de cobrarse la cuenta. Ese día llegó y fue el domingo 6 de este mes. En la cancha, el equipo de Osvaldo “Chiche” Sosa ganó 2 a 1 y, en las boleterías, Racing también perdió porque el local le retuvo la vieja deuda. Ahí comenzaron las discusiones que derivaron en el pedido de Blanquiceleste. “Manden la plata, que nosotros se la cambiamos por dos cheques. No tenemos ni para pagar la luz”, se escuchó suplicar.
No corren días apacibles para quienes son o han sido dirigentes de fútbol. Además de los procesamientos que recibieron dos pesos pesados como Julio Grondona y Mauricio Macri en la causa de los sistemas de seguridad, continúan en la misma situación los tres últimos ex presidentes de Racing: Juan De Stéfano, Osvaldo Otero y Daniel Lalín. En un expediente que instruyó el juez Tomás Bravo de Lomas de Zamora y que ahora está en manos de la Sala 1, de la Cámara de Apelaciones, podría haber novedades en los próximos días. Este tribunal trata de resolver los recursos que interpusieron los implicados, entre quienes se encuentran muchos de los hombres que acompañaron a Otero en su gestión y, además, Daniel Sánchez, aquel que hizo aparecer en la contabilidad de Racing “una deuda con Marcela Bradich, por la suma de $ 1.120.900, con vencimiento el 30 de noviembre de 1994”, o sea, su esposa. La mujer se habría prestado a aportar su nombre en reemplazo de Alfredo Yabrán, el empresario telepostal que se suicidó en Entre Ríos el 20 de mayo de 1998 y que adquirió el pase de Fernando “Teté” Quiroz para tener una gentileza con De Stéfano, su ex empleado en el poderoso holding que controlaba.
Según el doctor Rolando Cunto, el letrado del ex presidente y dirigente justicialista de Avellaneda, la carátula original del juicio que ya lleva tres años sin definirse, no se modificó: es por administración y quiebra fraudulenta. “Yo pedí los sobreseimientos de Juan y su hijo Adrián, pero el juez no los tomó en cuenta”, comentó. Por ese motivo, la Sala 1 debe resolver los pedidos de nulidad para determinar si todos los acusados pasan o no a la instancia de juicio oral. Como son demasiados, ese trámite continúa demorado.
Del expediente se infiere que a De Stéfano lo complicó la auditoría realizada por la contadora Irma Bossoni, a Otero lo perjudicaron los dichos del ex síndico del club Francisco Pérez Díaz –aquel que disparó la ejecución de la quiebra cuando reclamó el pago de honorarios– y a Lalín se lo responsabilizó de hechos más generales, pero no menos graves, como se desprende de la etapa de instrucción: “Se tiene ‘prima facie’ por legalmente acreditada la continuidad de la administración fraudulenta de tres comisiones directivas que dieron origen a una quiebra fraudulenta, de la que se puede efectuar una clasificación de conductas reprochables referidas al activo y al pasivo”.
En este marco, con los últimos ex presidentes en una delicada situación judicial, con el proyecto de Blanquiceleste S.A. en declive –la reciente adquisición del sistema de seguridad para el estadio de Avellaneda significó un gasto que también condicionó sus finanzas– y el equipo convertido en una mueca de lo que era en tiempos de “Mostaza” Merlo, laAcademia hace la plancha en un mar inestable. Pese a todo, parecen demasiado lejanas aquellas palabras de la ex síndico Liliana Ripoll: “Racing está extinguido. Dejó de existir como asociación civil”.
El problema, ahora, estaría reducido a Fernando Marín, el mismo que aportó 4.080 pesos de sus bolsillos cuando se creó Blanquiceleste, el 20 de julio de 2000. Aquel que comparte oficinas con el socio de Julio Grondona, el ex distribuidor de Acindar, Rogelio Riganti, quien, por otra parte, es también su socio. Aunque claro, en Legalité, la empresa de marketing y sponsorship de la Asociación Argentina de Tenis que ambos controlan, Marín se dedica a negocios menos expuestos a las investigaciones de la prensa.