Dice el tango “Malevaje”, de Enrique Santos Discépolo: “Decí, por Dios, ¿qué me has dao, que estoy tan cambiao, no sé más quién soy? El malevaje extrañao, me mira sin comprender, me ve perdiendo el cartel de guapo que ayer brillaba en la acción”.

Y dice también “Malevaje” (o hará que rebautizarlo Repechaje o Está mal que baje): “Ayer, de miedo a matar, en vez de pelear, me puse a correr. Me vi a la sombra o finao, pensé en no verte y temblé. ¡Si yo, que nunca aflojé, de noche angustiao, me encierro a yorar”.

Parece escrito a propósito del momento que vive este irreconocible River tan acostumbrado a pelear (y ganar) campeonatos, y que hoy anda por el hondo bajo fondo, rodando como bolita.

River y Jota Jota López, continuando con las figuras tangueras, no saben qué trole hay que tomar para seguir. Ayer, el director técnico llenó la cancha de mediocampistas en el primer tiempo, presionado por Daniel Passarella, quien entendió que había llegado la hora de meter mano y por eso puso a Lanzini y a Buonanotte. Y como la cosa no funcionó al punto que el equipo no tuvo la pelota, no ganó la lucha del medio y sólo produjo una situación de gol clara en los 45 minutos iniciales, en el segundo tiempo cambió todo y llenó la cancha de delanteros.

El equipo local jugó tan mal en el primer tiempo como en el segundo, y dejó una impresión muy pobre, que pudo haber sido mucho peor si no hubiesen llegado en los últimos minutos el gol del empate marcado por Caruso y un tiro de Pavone que se reventó contra un poste.

Lo pudo ganar River en ese último tramo en el que se produjo lo mejor de lo suyo, porque Colón se replegó demasiado y creyó que podría conservar la ventaja acumulando mucha gente en el fondo. Pero lo pudo perder en medio de su desesperación porque, en la jugada previa al empate, hubo un contraataque del cuadro visitante y uno de los cuatro que llegaban libres le dejó la pelota en el pecho a Ferrero.

Colón –que, como se sabe, rinde más fuera del Cementerio de los Elefantes– jugó el partido sin demasiadas presiones y se aprovechó de los nervios, la impotencia y la desesperación del rival, para distribuir mejor a su gente en el terreno y tocar con calma.

Además, el equipo santafesino tiene a Esteban Fuertes, quien a los 38 años sigue dando lecciones de potencia física combinada con talento. El gol fue una joyita: recibió de Damián Díaz, le metió un caño hermoso a Román y cruzó el remate sobre la salida de Carrizo. La otra jugada que dejó grabada para la historia de este partido fue un sombrero a Lamela en su propia área, complementado con un enganche para hacer pasar al volante de River y un toque sutil a un compañero.

Cuando Fuertes hizo el gol, juntó las manos pidiéndoles perdón a los hinchas de River. En realidad, los hinchas de River quieren que los que pidan perdón sean otros. Lo salvan a Almeyda por lo que pone, por lo que se entrega, aun lesionado, pero tienen reproches para repartir. Sin embargo, ayer alentaron con todo desde el primero hasta el último minuto.

La gran incógnita que plantea este campeonato no está arriba, en una pelea limitada a Vélez, Godoy Cruz y Lanús. Tampoco está en el descenso, con Quilmes ya prácticamente descendido, y con Huracán y Gimnasia peleando palmo a palmo para zafar. Lo que más importa a la mayoría del mundo futbolero (con los hinchas de River y los de Boca en primera fila) es saber si River va a jugar o no la Promoción. El de ayer era, teóricamente, el partido más sencillo de los que le faltaban. Pero el peor rival de River, dice Perogrullo, es River mismo.

Estadio: River.

Arbitro: Carlos Maglio.

Goles: 57m, Fuertes (C); 81m, Caruso (R).

Cambios: 46m, Pavone (6) (R) por Buonanotte y Funes Mori (4) por Lanzini; 63m, Quiroga (C) por Candia; 72m, Pereyra (R) por Ferrari; 73m, Graciani (C) por Luque; 90m, Lessman (C) por Fuertes.