FúTBOL › EL NEGOCIO DE LA PROVISION DE BALONES PARA LOS TORNEOS DE AFA 2003
Cuestión de pelotas
Hasta diciembre del 2002, la brasileña Penalty proveía las pelotas para los torneos de AFA. Pero los tiempos (y el cambio) han variado y a partir de ahora será Signia –la empresa creada en 1999 por Torneos y Competencias y Gatic– la que pondrá el útil en el campo. Entretelones y peligro de pinchaduras.
Por Gustavo Veiga
El negocio es circular como los sábados de Nicolás “Pipo” Mancera o las formas concéntricas de un espiral. Cambia de dueños, aunque no demasiado. Hasta el 31 de diciembre pasado estaba en manos de la brasileña Penalty y ahora será asunto de Signia, la marca creada por Torneos y Competencias y Gatic a mediados de 1999. Poco representa –100 mil dólares– si medimos el volumen de dinero que mueve el fútbol. Sin embargo, la FIFA a escala planetaria y la AFA en el medio local se verían en figurillas ante la falta de stock o condiciones poco confiables del vital elemento, tan circular como el comercio que alimenta. A once días de que se reanuden los campeonatos oficiales –el 1º de febrero comienza la Primera B Nacional–, todo es oficial menos la pelota. No se conoce aún con cuál se jugará. Sí se sabe que la estarían fabricando en una planta de Coronel Suárez, del grupo Gatic, que agravó las dificultades que arrastraba desde su ruptura con Adidas (ya no tiene la licencia para elaborar sus productos en la Argentina). Pero además, como consecuencia de la salida de Penalty, la AFA se vio impulsada a buscar soluciones en nuestro territorio y delegó la parte subsidiaria del negocio en el polo industrial cordobés de Bell Ville. Allí se fabricarían 100 mil pelotas de menor valor para vender en hipermercados y shoppings con la anuencia de la asociación que preside Julio Grondona. Allí también se patentó en 1931 el primer balón de fútbol sin tiento, con costura invisible y un sistema de válvula para inflarlo que tuvo su bautismo en el Mundial de 1934 disputado en Italia. Curiosamente, y luego de que España, Francia, Brasil, Colombia y el país que gobernaba Benito Mussolini adoptaran la pelota nacional, aquí comenzó a utilizarse en 1937. La AFA repite la historia en un saludable gesto tardío que hoy es posible debido a la devaluación y a la insistencia de los industriales y artesanos cordobeses por ganar un mercado que las multinacionales no ocupan porque les resulta poco redituable.
En el invierno del 2002, una delegación de la Cámara Argentina de Fabricantes de Balones Deportivos (Cafaba) visitó la AFA para entrevistarse con Julio Grondona y ofrecerle la posibilidad de elaborar la pelota oficial para los torneos que organiza. Por entonces, finalizaba el contrato con Penalty, que luego sería prorrogado por seis meses más. Fernando Fuglini, el presidente de Cafaba recuerda que el máximo dirigente del fútbol argentino se preguntó: “¿Por qué tenemos que seguir comprándole a Brasil?”. Y enseguida demandó de sus interlocutores de Bell Ville una respuesta: “¿Se pueden hacer estas pelotas en la Argentina?”.
Lejos habían quedado en el tiempo algunos chisporroteos entre el secretario de la Pequeña y Mediana Empresa durante el gobierno de la Alianza, el ingeniero Enrique Martínez, y los dirigentes de nuestro fútbol. El ex funcionario sostenía: “La AFA y Torneos y Competencias hacen enormes negocios con la pasión popular. ¿Por qué entonces no habrían de tomar un compromiso absolutamente marginal, en un área que les significa muy poco? ¿Por qué no limitan en todos sus torneos el uso de implementos deportivos sólo a proveedores nacionales? Sería importante que la AFA y TyC digan: ‘Nosotros solamente organizamos eventos que tengan pelotas nacionales...’”. La invocación no dio resultado. Corría el año 2000 y la avalancha de balones provenientes de Pakistán, Singapur, China y Brasil inundaba el mercado. La baja en los aranceles de importación implementada por el ex ministro de Economía, y ahora evanescente Domingo Cavallo, tornaba casi imposible la intención de Martínez.
Pero aquel encuentro entre Grondona y los representantes de Cafaba entreabrió una puerta. La misma que la industria de Bell Ville, con sus once fábricas, aprovechó para llegar hasta el despacho donde se cocinan los principales asuntos del fútbol nacional y ensayar su respuesta afirmativa, no ajena a cierta desconfianza. “Le dijimos que sí y el 1º de noviembre de 2002 cumplimos con todo. Fuimos los únicos que presentamos una pelota a esa prueba que convocó la AFA. Después nos enteramos por ahí de que la FIFA rechazó el balón. Falso. Entonces volvimos a ver a Grondonacon el periodista Elio Rossi –nació en Bell Ville y quiso darnos una mano– y nos enteramos de que la FIFA exigía el pago de 5800 dólares para hacerle un examen a nuestra pelota en Zurich”, recuerda Fuglini.
“Don Julio, no tenemos un peso...”, le confesaron al presidente de la AFA los miembros de Cafaba. La conclusión era obvia. El dólar se había disparado y los 5800 en divisas eran casi 21 mil pesos. Pero, como si ese canon fuera poco, los industriales del balón cosido a mano se enteraron de un dato desalentador. “La FIFA cobra como un dólar con cincuenta por cada pelota en concepto de royalty”, escucharon sin margen para suponer un malentendido. Sacaron cuentas y el negocio se les iba de las manos. Entonces idearon una salida que tampoco prosperó. Se pusieron en contacto con Gustavo Mascardi, un ávido buceador de oportunidades. Según Fuglini, “el proyecto lo entusiasmó, pero en esa época tuvo problemas con algunos jugadores que dejó de representar” y el propósito se diluyó.
La pelota que habían presentado los fabricantes de Bell Ville hubiera tenido un costo de 10 dólares, un valor sensiblemente menor al que -señalan– mantienen hoy en el mercado los balones de Penalty. “Se iba a hacer con poliuretano argentino”, precisó el presidente de Cafaba. Pero no hubo caso. Era el turno de Signia, la marca que controla Gatic, cuya situación financiera es muy delicada. La firma de la familia Bakchellian se habría comprometido a tener una pelota de condiciones adecuadas para el retorno del fútbol en febrero. La estarían elaborando en una planta de Coronel Suárez, al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, la misma en la que se fabricó la pelota con que se jugó el Mundial ‘78. En la AFA necesitan entre 8 y 9 mil para afrontar el año deportivo y esa cantidad debe ser entregada en forma gratuita como parte del contrato. Esta disposición resultaba onerosa para los industriales de Córdoba a quienes, por último, se les terminó otorgando de palabra la producción de un balón de menor calidad que se llamará Jet y se destinará a la venta en locales comerciales. Un balón que ni siquiera es una réplica de la pelota oficial y que ya recibió en sus oficinas Punto Gol, el licenciatario de los productos AFA.
Ahora resta cerrar el negocio y firmar el contrato. En Cafaba, por si acaso, están preparados para reemplazar a Gatic por si ocurre algún imprevisto. Francisco Lamolina, el ex árbitro de fútbol y representante de Penalty en la Argentina, dudó de que en Bell Ville pueda fabricarse una pelota oficial y agregó con cierta diplomacia: “La AFA creyó que Signia era la salida”. En otro orden, se menciona a Lamolina como candidato a ocupar la dirección de la Escuela de Arbitros de la AFA, una función que le resulta “más que atractiva” y no considera incompatible con sus antecedentes como proveedor oficial de la asociación.
En agosto de 1997, la empresa Cambucci SA –con sede en Brasil– había firmado el convenio original con la AFA, que se extendió hasta diciembre pasado. Ese contrato firmado por Grondona y el director presidente de la compañía, Roberto Estefano, le reportó a la asociación 2 millones de dólares pagaderos en sumas escalonadas de 500 mil al 1º de septiembre de 1997, 1º de septiembre de 1998 y 1º de septiembre del ‘99, respectivamente, más cuotas de 15 mil dólares que completaron el dinero pactado. Además, Cambucci o Penalty estaban obligadas a ceder, sin costo alguno, 4 mil pelotas por año. Como se observa, las condiciones de ese acuerdo hoy son irrepetibles. Ni Gatic ni Cafaba, juntas o por separado, podrían acercarse a las ventajas de aquella operación hija de la convertibilidad y de una nación que importaba indiscriminadamente pelotas producidas por menores de edad en países asiáticos que garantizan mano de obra esclava. La multinacional estadounidense Nike ha sido una de las beneficiarias de semejante trabajo infantil, según denuncias ampliamente difundidas hasta en su propio país.
Esta vez, las ventajas son otras. Es el turno de los costureros de Bell Ville, de las once fábricas dispuestas a elaborar 3 mil pelotas por mes cada una en esa ciudad de Córdoba, de los trabajadores de Gatic acuciadospor la comprometida situación financiera de la empresa que fue socia de Adidas y que ya no lo es. Aunque con cierta incertidumbre, y la queja que se adivina de algún jugador quisquilloso que rezongará porque estaba habituado a patear otros cueros, la pelota con que se jugarán los campeonatos de la AFA será made in Argentina.
Una decisión saludable que no repara el pasado, pero puede remediar el futuro.