La juventud, la unidad y el espíritu de sacrificio son las principales virtudes del rival de San Lorenzo en la final de la Copa Libertadores, Nacional de Paraguay, un modesto equipo que sorprendió a todo el continente tras llegar a su primera final de Copa Libertadores en su sexta participación, y que aspira a ser el segundo club guaraní en alzar la Copa más importante de Sudamérica, después de que Olimpia lo hiciera en las ediciones de 1979, 1990 y 2002. Conducido por el joven técnico Gustavo Morínigo, de 37 años, el equipo Tricolor llega a la final de la Copa Libertadores sin estrellas rutilantes, pero con un plantel que no ahorra entrega y humildad en la cancha.

Su entrenador y principal conductor, Morínigo, fue un acierto del presidente del club, Robert Harrison, que en 2012 decidió contratar a un entrenador apenas tres años menor que él. Ex futbolista de la selección albirroja y de paso por Argentinos en 2005, Morínigo había cerrado apenas un año antes su carrera en Nacional tras pasar por Guaraní, Libertad, Cerro Porteño y Deportivo Cali, antes de convertirse en técnico. En los últimos días, el entrenador se destacó por su táctica de motivación para su plantel al colgar la tapa de un diario deportivo argentino que consignó, tras el pase de San Lorenzo a la final, que “La Copa está servida”.

El equipo de Asunción, al que se lo conoce como La Academia y que en estos días es orgullo de todo Paraguay, cuenta de todas maneras con piezas importantes en cada línea. El arquero argentino nacionalizado paraguayo Ignacio Don es el baluarte de una defensa que, como es ya habitual en los equipos paraguayos, se destaca por su solidez. Silvio Torales –con tres goles en la Copa– y Marcos Riveros son las principales armas en la mitad de la cancha, mientras que el juvenil Brian Montenegro es quien aporta el desequilibrio en las defensas rivales, además de Derlis Orué y Fredy Bareiro, uno de los jugadores de mayor experiencia en el equipo.

Pese a que el club nunca había llegado tan lejos en una Copa Libertadores, ninguno de los jugadores del equipo de Morínigo se acerca aún a la dimensión que tuvo el legendario Arsenio Erico con la camiseta de Nacional. El “Saltarín Rojo”, el “Paraguayo de Oro”, el “Hombre de Mimbre” o simplemente el “Hombre de Goma”, como lo apodaban a Erico, brilló especialmente en Independiente, donde convirtió casi 300 goles en las décadas del 30 y del ’40, consagrándose como uno de los más importantes anotadores del siglo XX y que, al día de hoy, sigue siendo el goleador histórico del fútbol argentino. Sin embargo, Erico también dejó una huella imborrable en Nacional, donde tuvo tres etapas como jugador, entre 1930 y 1949, y al que luego dirigió en los años ’50.

Por estos días, Nacional es un fenómeno popular en Paraguay, donde las hinchadas de Cerro Porteño y Olimpia rebasan a la de cualquier otro club del país, o a la suma de todos ellos. El Tricolor es visto hoy con simpatía y admiración por su exitosa campaña y llegó a convocar a 25 mil personas en el último partido de semifinales con el uruguayo Defensor Sporting, algo inédito para el club.

“Recibo mensajes de todas partes, de todos los clubes, de todos los presidentes y quiero aprovechar para agradecer a todo el pueblo paraguayo, porque nos halagan con su presencia y eso significa un gran apoyo para nosotros”, comentó en las últimas horas el presidente Harrison. El dirigente es otra pieza fundamental en el engranaje institucional de Nacional. Asumió el cargo de presidente en 2006, a sus 32 años, y basa su gestión en el principio de un liderazgo fuerte aprendido de su padre, Oscar Harrison, también destacado dirigente del fútbol paraguayo.