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Lunes, 31 de diciembre de 2007

CONTRATAPA › EDUARDO GALEANO Y SU VISION DEL FUTBOL ACTUAL

“No se puede sacrificar la fantasía porque si no se acaba el negocio”

 Por Nacho Levy

¡Qué chico le quedaría el fútbol a sol y sombra, si se sacrificara la fantasía, a la boca del tiempo que supo encender la memoria del fuego y revelar las fotos veladas de la historia latinoamericana, que sigue escribiéndose en buena parte con las patas arriba! Qué apretado le quedaría el fútbol a Eduardo Galeano, si de verdad pudiera reducírselo a un negocio, si en realidad existiera la violencia, la droga y el racismo del fútbol, y no de los mismos que lo explotan para vender productos pintados en su vidriera, en una parodia similar a la de quienes “velan por la paz mundial, siendo los principales productores de armas”, y esos otros, o esos mismos, que “le adjudican a la naturaleza los crímenes que cometen, llamándolos catástrofes naturales”. Será quizá monitor o pantalla el juego tomado de rehén, pero difícilmente productor ejecutivo de las miserias que posee la sociedad que lo ha incubado.

Galeano suele escribir de fútbol, o desde el fútbol, con la misma birome social que escribe todo lo demás. ¿Cuánto de esos “nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”, tendrán los miles de pibes vomitados año tras año por la ruta del fútbol profesional? ¿Al costo de cuántos “náufragos de la globalización” es posible hablar de transferencias tan multimillonarias como sus gestores?

–Usted suele preguntarse qué poder tendría la soga si no encontrara pescuezo. ¿Qué debería hacer el fútbol para sacar el pescuezo de la soga, en esta cultura de la impotencia?

–Difícil. Quizá la salvación del fútbol esté fuera del ámbito profesional, que funciona como un cadalso. El fútbol se puede recuperar desarrollándolo en los muchos lugares donde se juega por las ganas, nomás, por el placer de jugar y no por el deber de ganar.

–¿Cómo le cae eso de ponerle precio a los jugadores de fútbol?

–Los jugadores tienen todo el derecho de ganarse la vida haciendo lo que más les gusta. Cuando el deporte es un trabajo, el pie de obra exige que le paguen, y con toda razón. Lo que me cae mal es confundir valor y precio. “Ahora cualquier negocio//confunde valor y precio”, escribió mi maestro Antonio Machado.

–¿Es prostitución infantil hipotecar por el fútbol la vida de un chico de doce años, que quizás habría sido un gran pintor?

–Yo estoy en contra del trabajo infantil, en el fútbol y en todo lo demás.

–Todos los textos sobre mundiales que hay en El fútbol a sol y sombra empiezan con un contexto mundial. ¿La Copa del Mundo sigue siendo una anestesia?

–Nunca dije eso. Tengo muy mala opinión del fútbol reducido a negocio, pero me veo todos los partidos, del primero al último, en todas las Copas del Mundo, y eso no me impide estar despierto.

Con la misma ferocidad que ataca al negocio y señala la explotación, defiende la concepción del fútbol que lleva adentro semillas de inclusión, aun en campos cercados por los terratenientes de siempre. “Rara vez el hincha dice ‘Hoy juega mi club’. Más bien dice ‘Hoy jugamos nosotros’”, se lee en su descripción del hincha. Y a pesar de tanto esfuerzo empeñado por acrecentar la violencia y la alienación de cada tribuna, ahí sigue estando, sobre esos alambrados que pretenden dividir lo indivisible, una y mil veces, la cara del Che. Ahí, flameando, como esa bandera de Platense, que une a los colores de Irak, Irán, el Líbano y Cuba.

–¿Por qué, entre tantos luchadores, es la cara del Che la elegida en banderas de Boca, de Livorno, o de cualquier equipo africano?

–El Che es un nacedor. No se puede evitar que siga naciendo. Fidel sobrevivió a diez presidentes de los Estados Unidos y a más de seiscientos atentados, pero morirá de su muerte, cuando le llegue la hora. Fidel es tan mortal como vos y como yo. Pero no se desplomará como Miami sueña. Eso no. Ponele la firma.

–¿Qué deberían aprender de Cuba todos los demás?

–Un sentido de la dignidad que es poco frecuente en este mundo de agachados, y un sentido de la solidaridad insólito en este mundo de egoístas. Y también aprender que hay cosas que no funcionan, como el partido único, por ejemplo. El partido único no me parece bien ni en Cuba ni en los Estados Unidos, donde también hay partido único, disfrazado de dos.

–¿Cuántos casos conoce de hombres que hayan enfrentado a la ley que prohíbe desde la FIFA las proclamas sociales de parte de los jugadores?

–Muy pocos. El más notorio de los rebeldes en toda la historia del fútbol fue Diego Armando Maradona, y eso es lo mejor que se puede decir de él.

–¿Sirve la campaña Fair Play de la FIFA, o “rasca donde no pica”?

–Preguntale a Ricardo Teixeira, campeón del juego limpio. Este presidente eterno del fútbol brasileño es uno de los monarcas de la FIFA. El Senado brasileño lo acusó de un chorro de delitos y exigió que fuera procesado. Ahí está, libre y más poderoso que nunca. Recibió la Copa América con su mejor cara. El fútbol profesional otorga garantía de impunidad. Si lo sabrá Silvio Berlusconi.

–¿Se puede soñar con una transformación, mientras la Confederación Sudamericana esté en manos de un dirigente que no considera personas a los indios?

–Ese es Leoz, el paraguayo. Otro inmortal.

–¿Le sorprendió que la CSF le haya otorgado la sede de la Copa América 2007 a la Venezuela de Chávez?

–¿Por qué no? Y Venezuela lo hizo de lo más bien.

–¿Sabor a qué le dejó esa Copa América?

–Me dolió y me dio placer, como siempre pasa, en el fútbol y en este asunto de vivir. Te confieso que me dejó preocupado lo que está pasando con Brasil en la era Dunga. Cada vez me cuesta más reconocerlo. Se está europeando demasiado.

–¿Cuánto halagó y cuánto pudo haber insultado a Abreu, después del penal que le picó a Brasil?

–No creo en los penales. Son un mal necesario, supongo, pero poco o nada dicen sobre la calidad de quien patea. Quizá sirvan para valorar a los arqueros.

–¿Qué hace que, aun en las mismas condiciones que vivían cuando usted escribió Las venas abiertas de América latina, los mineros potosinos vayan a la cancha a recibir con dinamita al Real Potosí?

–La alegría, supongo. Se identifican con el cuadro, como nos pasa a todos los que no somos marcianos: jugamos todos cuando el equipo nuestro sale a la cancha.

–Con el peso de su nombre en su país, ¿no cree que aceptarían una propuesta de implementar la tarjeta verde, que destaca las nobles acciones en el fútbol finlandés?

–Sería lindo, pero no te creas. A mí no me hacen el menor caso. Llevo años peleando por las ciclovías, por ponerte un ejemplo, pero seguimos confundiendo las ciudades con garajes.

–¿Cómo se evita que un político acaudalado y neoliberal utilice al club más popular de un país para su campaña electoral?

–El fútbol profesional es una fuente de dinero, pero sobre todo es una fuente de prestigio político. Quizás en Buenos Aires se está repitiendo la historia de Berlusconi, que inició sus victoriosas campañas anunciando: “Voy a hacer con Italia lo que hice con el Milan”.

–¿Qué jugadores “arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende” y cuáles son “los fueguitos bobos del fútbol, que no alumbran, ni queman”?

–Que los hay, los hay. De los unos y de los otros. Nombres no te voy a dar, porque cada cual elige sus amores y sus odios, que es un asunto personal, pero lo que te puedo decir es que los fueguitos se siguen encendiendo, y no sólo en los potreros. Se cuelan hasta en los mayores estadios del mundo. Ahí tenés la gran paradoja del fútbol profesional: impone la rentabilidad, que implica el exitismo, el fútbol de pura velocidad y fuerza, pero no puede sacrificar la fantasía porque se le acaba el negocio.

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