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Lunes, 27 de diciembre de 2010

BOXEO › LOGRó RESONANTES VICTORIAS CON 35 AñOS

Martínez

Mucho más que Maravilla

 Por Daniel Guiñazú

Resiste la comparación con todos. Con el impresionante año de Lionel Messi en el Barcelona, con el espléndido presente de Emanuel Ginóbili en San Antonio Spurs y con la consagración de Luciana Aymar en el Mundial de hockey de Rosario. Sin embargo, a la hora de las memorias, los balances y los premios, nadie ha reparado en Sergio “Maravilla” Martínez. Ha sido mucho más que el mejor boxeador de 2010. Acaso el deportista argentino que obtuvo las victorias más resonantes a nivel internacional de los últimos doce meses.

Maravilla ganó el título mundial de los medianos del Consejo Mundial de Boxeo. O sea, conquistó la segunda corona más importante del pugilismo luego de la de los pesados, y en la versión de la entidad más importante. No capturó una porción, sino la totalidad de ese título que, casi cuatro décadas atrás, encumbrara a Carlos Monzón. Lo hizo de visitante, en los Estados Unidos, todavía la meca boxística del planeta. Ante rivales de primera línea y con un par de actuaciones soberbias, dignas de lo que Martínez verdaderamente es: un crack dentro de las doce cuerdas y uno de los tres o cuatro mejores boxeadores de la actualidad, peso por peso, kilo por kilo.

El 17 de abril, en Atlantic City, le rompió la cara a Kelly Pavlik, lo venció ampliamente por puntos y se alzó con dos cinturones: el del Consejo y el de la Organización que después desechó. Y el 20 de noviembre, de nuevo en la Perla del Atlántico estadounidense, con un extraordinario golpe de izquierda, noqueó en dos asaltos a su retador Paul Williams y alcanzó lo que, sin dudas, fue el mejor nocaut del boxeo mundial de 2010.

No es Maravilla un pibe que promete sino todo lo contrario. Tiene 35 años, trece temporadas como profesional y, tal vez, no más de tres peleas por delante antes de su retiro. Pero no asume el boxeo con la actitud rutinaria de un veterano, sino con la responsabilidad de un pugilista de alta gama y la frescura de alguien que puede hacer lo que quiera arriba de un cuadrilátero, porque le sobran físico y clase para hacerlo. Un solo dato ayudará a comprender aun mejor la magnitud de su campaña: en los últimos diez años, sólo perdió una pelea. En diciembre de 2009, Paul Williams había sido su vencedor en una decisión que todavía se discute. Once meses después disipó las dudas y se tomó desquite con una definición de manual. Para ver y rever una y mil veces.

Desde que en 2001 hizo las valijas y se afincó en España para rearmar su carrera de la mano del entrenador argentino Gabriel Sarmiento y el manager Rubén Sánchez Atocha, Martínez ha vuelto poco al país. Sólo en un par de ocasiones para visitar a su familia y a un par de amigos de Quilmes, la ciudad donde nació, se crió y se hizo hombre y boxeador. Después pasó su vida entre Madrid y Oxnard, la ciudad del sur del estado de California, donde se radica dos meses antes de cada pelea para llenarse los pulmones de aire fresco y afinar su máquina de combate.

Acaso esa elección le haya demorado o negado el reconocimiento que, sin dudas, mereció como uno de los tres o cuatro grandes nombres deportivos del año que se va. Maravilla no viene mucho, no es usual que hable con los grandes medios que imponen la agenda periodística a no ser que crea tener algo importante para decir y, en general, no es un lobbista de sí mismo. De hecho, luego de su sensacional nocaut ante Williams, no emprendió el regreso inmediatamente. Prefirió quedarse en los Estados Unidos e ir a ver a Las Vegas las peleas de Juan Manuel Márquez y Michael Katsidis y de Amir Khan con Marcos Maidana para buscar allí lo que está necesitando: una superpelea ante Manny Pacquiao o Floyd Mayweather por toda la gloria y los dólares, antes de que, más temprano que tarde, empiecen a caer, inexorables, los cortinados del retiro.

Para el ciudadano de a pie, y para el establishment mediático y publicitario, la figura ligeramente sobradora y pagada de sí mismo de Martínez vende mucho menos que los goles de Messi, los dobles de Ginóbili y los botines rosados de Lucha Aymar. Por eso no ha sido distinguido, como debió haberlo sido. Pero a la hora de sopesar sólo éxitos, méritos y talentos, no hay dudas: en 2010 ha habido muy pocos en el deporte argentino que hayan estado a la par de lo que hizo en el boxeo Sergio “Maravilla” Martínez. Es posible que ninguno.

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