Lunes, 8 de febrero de 2010 | Hoy
BASQUETBOL › PEÑAROL OBTUVO POR SEGUNDA VEZ EN TRES EDICIONES LA LIGA DE LAS AMERICAS
El equipo de Hernández superó en una final espectacular a Halcones de Xalapa y se quedó de manera invicta con el certamen continental más importante a nivel de clubes. Brilló el estadounidense Kyle Lamonte para que el Polideportivo marplatense viviera una fiesta inolvidable.
Por Ariel Greco
Con sufrimiento, sin poder respirar hasta la chicharra final, pero con un enorme corazón y una actuación deslumbrante del estadounidense Kyle Lamonte, Peñarol venció 93-91 a Halcones de Xalapa, en tiempo suplementario, para celebrar por segunda vez en su historia el título de la Liga de las Américas de Básquetbol, el certamen que la FIBA pretende instalar para que se convierta en el equivalente de la Copa Libertadores del fútbol. Recién cuando el último lanzamiento de Gerald Brown pegó en el aro y el rebote quedó suelto, sin que nadie lo pudiera asegurar antes de que se consumiera el último segundo, los más de siete mil hinchas que coparon el Polideportivo marplatense lograron soltar el grito de campeón, ya entrada la madrugada del domingo. Para que un pequeño club de barrio se instale en lo más alto del continente, por segunda ocasión en tres ediciones, esta vez de manera invicta.
“Parecía que no quería ser para nosotros. Lo teníamos relativamente controlado, pero un par de acciones un poco fortuitas nos llevaron a un suplementario”, remarcó Sergio Hernández, su entrenador y técnico de la Selección Argentina. Razón no le falta. Cuando restaba poco más de un minuto, su equipo se imponía por siete puntos. Sin embargo, dos libres fallados por Tato Rodríguez y otro por Lamonte, más un triple afortunado de Víctor Mariscal, determinaron que Halcones forzara la prórroga, luego de dos simples a falta de seis segundos del propio alero de la selección azteca. Allí, con la definida estrategia de todos abiertos para que Lamonte resolviera en el uno contra uno, sin Leo Gutiérrez, afuera por acumulación de faltas, y con un triple inverosímil de Tato, el símbolo del equipo, casi de espaldas cuando se acababa la posesión, Peñarol llegó con vida a los instantes decisivos, cuando el estadounidense, elegido el jugador más valioso del torneo (MVP), terminó de facturar los 39 puntos de su noche consagratoria. Su aporte hizo recordar al de Quincy Waddley, el extranjero que brilló y logró la misma mención en la obtención de la primera edición del certamen.
“Peñarol es un equipo que puede jugar muy bien. Pero una virtud que tiene es que no necesita hacerlo para ganar igual. Puede ganar sin jugar bien”, asegura su entrenador. Anoche lo confirmó en esos últimos minutos, cuando el equipo mexicano, conducido por el “Che” Néstor García, el idolatrado entrenador que le dio a Peñarol su único título de Liga Nacional, aparecía más aplomado y con un mejor juego de conjunto. El “jugar bien” ya lo había demostrado en el primer tiempo, donde llegó a tomar una diferencia de 12 puntos con el interesante aporte de Martín Leiva; en el cuadrangular clasificatorio en Panamá, donde superó de manera consecutiva al campeón anterior, Universo de Brasil, a los mexicanos de Halcones de Córdoba y al local Navieros; y en las dos primeras jornadas en Mar del Plata, al ganarle por 19 a Espartanos de Isla Margarita y por 29 a Quimsa, el otro representante argentino en el Cuadrangular Final del certamen.
Con el triunfo asegurado, fue tiempo para el festejo que se desarrolló en el estadio con el tradicional corte de las redes, que quedaron en manos de Rodríguez y Leiva, y con la entrega del trofeo y las medallas. Más tarde se prolongó por las calles de la ciudad, frente a la municipalidad y el Monumento a San Martín en la Avenida Luro (una especie de Obelisco para los marplatenses). Y terminó en la pequeña sede del club a una cuadra del Hospital Materno Infantil, con el brindis de toda la familia Milrayitas. Obviamente, las dedicatorias para Quilmes no podían faltar, sobre todo porque el tradicional rival de la ciudad está pasando un pésimo momento deportivo y se encuentra último en las posiciones de la Liga Nacional, con un riesgo concreto de descender.
Para Peñarol, la conquista llegó apenas 48 días después del título del Súper Ocho, el primero que el conjunto marplatense pudo celebrar en su casa. Así se sacó la mufa que arrastraba, ya que todas sus anteriores consagraciones habían sido como visitante: Liga Nacional ’93/’94 en General Pico, Liga de las Américas en 2008 en Mexicali y Súper Ocho 2006 en Neuquén. Esta vez, con el apoyo monetario del gobierno provincial, que aprovechó la ocasión para empujar la candidatura de Mar del Plata ante la FIBA para el Preolímpico 2011, los dirigentes de Peñarol, encabezados por su presidente Domingo Robles –Mister Obama, según el carismático Lamonte–, lograron asegurarse la sede del cuadrangular final, en una dura puja con sus pares mexicanos. Luego, en una lucha no menos titánica, los jugadores completaron el combo para darle el bicampeonato continental, algo impensado hace menos de cinco años, cuando el club estuvo cerca de descender al TNA y se salvó casi de milagro en la penúltima jornada contra Libertad en Sunchales, casualmente también dirigido por García en aquel momento.
Pero la historia cambió de manera radical. Después de tocar fondo, Peñarol se refundó y se instaló entre los más poderosos equipos del país. Primero con el actual DT de Quimsa, Carlos Romano, como entrenador y luego con Hernández llegaron las victorias, algunos torneos ganados y la frustración de dos finales de Liga perdidas, en 2007 ante Boca y en 2009 ante Atenas. Claro que el gran verdugo de aquellas derrotas cambió de bando. Leo Gutiérrez, “el Cebador Olímpico” según los hinchas cuando era el rival más odiado, el jugador con más títulos a nivel nacional, ahora defiende a Peñarol. Y si bien no tuvo una gran noche y salió por faltas en el suplementario ante Halcones, ya está instalado en el corazón de los marplatenses, que lo ovacionaron cuando el ala pivote les pedía disculpas por el flojo partido final. “Gracias a Lamonte, que nos regaló este título”, alcanzó a decir Leo, que sumó a sus vitrinas uno de los pocos títulos que le faltaban. Para Rodríguez, Marcos Mata y Alejandro Diez, como para Hernández, significa la segunda medalla en el torneo, ya que son los sobrevivientes de la primera conquista en Mexicali. Y, para Peñarol, significa sentirse el capo del continente, por más que no se olvida sus orígenes en el barrio del Materno...
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