La Comisión de Fórmula 1 discutirá hoy, en un salón del hotel Hilton del aeropuerto de Londres-Heathrow, el futuro de la disciplina e intentará encontrar un remedio al mal que sufre como consecuencia del aplastante dominio esta temporada de Ferrari y Michael Schumacher. Esta reunión en principio sólo debe ser una “base de discusión” para preparar la cita de la Comisión el 12 de diciembre, en la víspera del Consejo Mundial de la Federación Internacional del Automóvil (FIA) en Mónaco. “Si las escuderías no están de acuerdo con las propuestas, pueden rechazarlas, pero entonces deben sugerirnos nuevas ideas”, advertía dos semanas atrás en Japón el presidente de la FIA, Max Mosley. A partir de entonces, el británico y Bernie Ecclestone parecen haber querido acelerar el trámite. Desde el viernes pasado, Mosley se entrevistó con algunos dueños de escuderías para preparar la reunión de hoy y establecer ya algunos puntos de discusión “serios”. Aunque algunas de las proposiciones fueron consideradas insensatas o irrealizables (como la alternancia de pilotos), cuatro de las nueve soluciones sugeridas por el presidente de la FIA podrían tener un eco favorable entre los miembros de la Comisión de Fórmula 1. Así, la idea del lastre (un kilo por punto anotado), considerada antideportiva y contraria a la ética de la F-1, podría abrirse camino. Al igual que la limitación a dos chasis por temporada, un motor por Grand Prix a partir del 2004 y, por supuesto, un nuevo sistema de clasificación, con dos series de 30 minutos el viernes y sábado, sugerencias que probablemente sean aceptadas. Todos tomaron conciencia de la gravedad del problema, tanto en el plano del espectáculo como en los costos. El contexto económico desfavorable, tras un período de euforia, fragilizó al sistema y puso en grandes dificultades a la escuderías más modestas (Prost al comenzar la temporada, luego Arrows y ahora están amenazadas Minardi, Jordan y Sauber). El cuestionamiento de la Fórmula 1 surge cuando los grandes constructores manifiestan cada vez más su intención de implicarse más profundamente en la gestión de la actividad, con la idea de mejorar la distribución de las ganancias, hasta ahora colosales, pero que bien podrían reducirse. Efectivamente, la pobreza del espectáculo provocó una notable disminución de la audiencia, con la consecuencia inmediata de los canales de televisión buscando renegociar sus contratos con cifras inferiores.