Lunes, 2 de febrero de 2015 | Hoy
TENIS › EL NúMERO UNO DEL MUNDO VENCIó A MURRAY Y SE QUEDó CON EL ABIERTO DE AUSTRALIA
El serbio la pasó mal e incluso tuvo que ser atendido por el médico, pero se recuperó a partir del tercer set y terminó arrollando al escocés para festejar su quinto título en Melbourne y llegar a ocho torneos de Grand Slam, el primero como papá.
Por Sebastián Fest
Desde Melbourne
El serbio Novak Djokovic se consagró ayer pentacampeón del Abierto de Australia, un logro inédito en la era profesional del tenis, a costa de un Andy Murray, que perdió una enorme oportunidad de sumar su tercer título de Grand Slam. El número uno del mundo se impuso por 7-6 (7-5), 6-7 (4-7), 6-3, 6-0 al británico, que desde hoy será el cuarto del ranking de la ATP. “Es un honor estar en la lista de campeones junto al señor Roy Emerson, Rod Laver y todas las leyendas”, dijo Djokovic, que en 2016 tendrá como meta igualar los seis títulos de Emerson, todos ganados en la era no profesional del tenis. El serbio sumó su octavo título grande e igualó así a Jimmy Connors, Ivan Lendl y Andre Agassi. Fue, además, su primer título de Grand Slam desde que a fines de 2014 naciera su primer hijo.
“Fue, probablemente, el Grand Slam más consistente de mi carrera, aunque no haya podido ganarlo”, se lamentó Murray, que perdió por quinta vez consecutiva ante el serbio, al que nunca derrotó en cuatro partidos en Australia y con el que cayó 16 de las 24 veces que se midieron. “Voy a volver el año próximo y espero que haya un resultado levemente diferente en la final”, añadió con gesto serio el británico, que perdió su quinta final de Grand Slam en siete que lleva jugadas con Djokovic.
Con el techo semiabierto en una fresca y húmeda jornada de nubes tras una noche de intensa lluvia, ambos plantearon el partido firmemente plantados sobre la línea de base, aunque Murray, de negro, dominaba; y el serbio, de azul, contraatacaba. De tanto en tanto, Djokovic sorprendía tomando la red. Murray jugaba mejor, tenía más pimienta y ángulos en los golpes, pero la cabeza de Djokovic se demostraría superior durante una final de desarrollo por momentos un tanto insólito.
Tras desperdiciar múltiples oportunidades, y en un parcial que incluyó a un Djokovic atendido por el médico tras caer sobre el pulgar derecho, Murray se encontró con un tie break en el que sumó cinco errores. Así perdió un set que debió ganar. El segundo set ofreció una nueva variante de los problemas de Djokovic: se le trababa la pierna derecha, parecía no poder apoyarse con confianza en ella. Murray, que sacó para adelantarse 2–0, entregó el servicio ante ese extraño tenista al que primero le dolía el dedo, luego le temblaba la pierna y al final le ganaba los puntos clave.
“F...!”, gritó Murray tapándose parcialmente la cara con una toalla camino a su silla. Un grito en consonancia con la camiseta negra que Kim Sears, su futura esposa, vestía en la tribuna: “Advertencia para los padres: contenido explícito”. Era una irónica referencia a las críticas que recibió tras los insultos que largó desde las tribunas en la semifinal de su novio con el checo Tomas Berdych, pero la verdad era que la tarde no estaba para bromas.
El británico debió ganar el primer set y lo perdió, debía adelantarse 3-0 en el segundo y en cambio cedió 12 puntos consecutivos para quedar 4-2 abajo. Era su peor momento. Un grupo de seis manifestantes a favor de los refugiados a los que Australia no permite entrar al país frenó el juego con Djokovic sacando 4-3. Dos ingresaron a la cancha y fueron reducidos. Cinco guardaespaldas rodearon de inmediato a cada uno de los jugadores. Pareció una exageración, pero Australia está hipersensibilizada tras el ataque de diciembre a un café de Sydney, que terminó con varios muertos.
Los minutos extra de descanso sirvieron para calmar a Murray, que recuperó parte de su juego, quebró a Djokovic y celebró con un rugido que permitía intuir que seguía ahí. La final era irregular, pero esa inestabilidad le daba cierto atractivo. Así, Murray dispuso de un set point con Djokovic sacando 4-5, pero dejó inexplicablemente un revés en la red. Un rato más tarde, el número uno defendía su saque ante el enésimo error del británico. Djokovic lo celebró gritando y apretando el puño ante un par de banderas serbias. Murray devolvería el grito minutos más tarde y todo desembocaría en un tie break que esta vez, no sin sufrimiento, sí ganaría el británico.
Tres horas de juego y el sube y baja continuó en el tercer parcial: Murray se adelantó 2-0, pero Djokovic empató a dos. El serbio se resbalaba cada tanto y daba señales confusas en cuanto a su condición física, pero ya nadie se lo tomaba muy en serio: desde entonces y hasta el final del partido, el número uno sólo perdió un juego.
Murray llegó al final acalambrado, ya sin fuerza física ni mental ante un rival que desconcierta y no sabe lo que es dar un punto por perdido. Un Djokovic que ayer ganó una final que bien pudo perder.
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