INDEPENDIENTE GANO SIN CONVENCER Y SE MANTIENE EN LA PUNTA
Fiesta entre los bostezos
Ni siquiera el Gallego se fue contento, y les pidió disculpas a los hinchas. La victoria fue justa, pero no alcanzó brillo, y el líder del Apertura mostró, incluso, menos fútbol que una semana atrás en la derrota ante River. Huracán quiso complicarlo con dos líneas de cuatro, pero una vez que quedó en desventaja, su suerte estuvo echada.
Por Ariel Greco
El partido para Independiente era una prueba muy dura. No por lo que podía representar el poderío de Huracán sino por la mentalidad con que iba afrontar su primer compromiso tras la pérdida del invicto ante River. Tras el triunfo 2-0 en Parque Patricios, la lectura que se puede hacer sobre la reacción del equipo de Américo Gallego es ambigua. Por un lado, teniendo en cuenta el resultado, la mirada es irreprochable, ya que la victoria le permitió recuperarse de la caída y seguir como líder con dos puntos de ventaja sobre River. Pero, de acuerdo con el nivel de juego, Independiente estuvo muy por debajo de lo esperado e incluso mostró menos que en el partido anterior.
Si alguien pensaba que Independiente iba salir a borrar su imagen arrollando a Huracán desde el arranque, se equivocó por completo. El conjunto de Gallego comenzó tranquilo, sin forzar el desarrollo y tratando de asegurar el destino de cada pelota. Sin embargo, el excesivo control que trató de imponer se tradujo en un dominio estéril, sin profundidad ni llegadas frente al arco de Sergio Schulmeister. Abundaban los toques laterales, pero todo se diluía cuando algunos de los volantes intentaba progresar más allá de tres cuartos de campo.
Lo de Huracán se limitaba a impedir que los visitantes generaran riesgo. Dos líneas de cuatro bien cerca de su arquero era el esquema que había elegido Babington para complicar al puntero, dejando a Fleita y a Comba demasiado aislados arriba. Claro que agrupar gente no significa defender bien, por lo que el conjunto de Parque Patricios se mostraba vulnerable por ambos costados. Sólo la inoperancia de Independiente permitía que los locales sostuvieran el empate. Tan flojo era lo del líder que en los primeros treinta minutos la chance más clara (casi la única) había sido de Huracán, cuando Fleita recibió de Lavallén, eludió a Leo Díaz y tocó al gol, pero Milito cruzó sobre la línea.
De a poco, Independiente comenzó a verticalizar más su juego. Domínguez y Serrizuela subían por las puntas con mayor insistencia, mientras que los volantes descargaban e iban a buscar la devolución con mayor convicción. Con esos argumentos, la endeblez de la defensa de Huracán quedó en evidencia. Varios corners consecutivos fueron el presagio de que el gol del puntero estaba por llegar. Por eso no sorprendió cuando Serrizuela trepó por la derecha tras una habilitación de Silvera y metió un centro para Insua, que apenas alcanzó a desviar. La pelota tocó en un defensor, rebotó en Schulmeister y le quedó a Pusineri, que no tuvo inconvenientes para convertir.
El gol terminó de tranquilizar a Independiente y profundizó las limitaciones de Huracán. A los locales ya no les servía especular, pero no contaban con armas para intentar otra estrategia. Los ingresos de Villa y, más tarde, de Cochas no aportaron casi nada; la sensación era que Huracán no podía empatar, salvo por un error rival. Pero como Independiente tampoco encontraba claridad para definir el partido, el segundo tiempo transcurrió sin que sucediera demasiado.
La mejor impresión siempre le correspondía a Independiente, pero en concreto no terminaba de cristalizar su dominio. Hasta que sobre el final apareció Silvera para que el triunfo tuviera otro sabor. El goleador del torneo anticipó a Pranich, aguantó la pelota, luego encaró otra vez al zaguero y a Graieb, los pasó por el medio y luego definió al segundo palo, entre las manos de Schulmeister y el cierre desesperado de Lobos. Un golazo que liquidó el partido y premió el esfuerzo del delantero, uno de los mejores de la cancha. En esos últimos minutos, Independiente se reencontró con su fútbol, y con ello apareció el ole de su gente. Así, la tarde terminó en fiesta, pese a que había transcurrido en medio de bostezos.